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CHAVEZ corbata rojita

Chávez, Venezuela y todos nosotros

Roberto Páez González

 10/03/2013

Chávez, Venezuela y Latinoamérica

El papel del individuo en la historia llega notoriamente hasta el reconocimiento de las masas venezolanas por los cambios a que dio lugar en materia social. A quienes se solazan indicando que fue posible porque se dispararon los precios del petróleo debemos recordarles que más importante aún que esa ventaja es a quiénes va a parar. Los catorce años de Chávez produjeron cambios profundos y evidentes.[1]

Pero Hugo Chávez Frías desempeñó asimismo el personaje de una idea de unión iberoamericana, cara al Libertador Simón Bolívar, sentida también por los patriotas de 1810/1825, entre los cuales San Martín, Monteagudo, Artigas y que vivió o sobrevivió entre los pliegues transgeneracionales de nuestros pueblos y diversos escritores de resistencia intelectual a pesar de las traiciones de las oligarquías y de las élites culturales amancebadas con las preeminencias europeas o anglosajonas desde aún antes del siglo diecinueve.

El maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, había advertido: “O inventamos o erramos”. Pero la fragmentación fue la regla y con ella las hegemonías locales aliadas a los intereses extranjeros, procesos a los que sin embargo se opusieron sin éxito patriotas americanos como Felipe Varela y otros. [2]

Manuel Ugarte fue un argentino que al comienzo del siglo veinte rescató la idea de la unidad latinoamericana. Mantuvo amistad con un venezolano, Rufino Blanco Fombona y entre otras afinidades compartieron la critica acerba al mitrismo, cuyo rol pésimo ya otros habían denunciado, como el mencionado Varela. [3]

Entre varios escritores argentinos que se pronunciaron por la necesidad de la unión vamos a recordar a Juan José Hernández Arregui y Jorge Abelardo Ramos. El primero de ellos le dedicó buena parte de su obra y también conferencias y participaciones en mesas redondas, como las de los Centros iberoamericanos por la Emancipación Nacional, en 1972,[4] y el segundo -recordemos- reeditó parte de la obra de Manuel Ugarte y también escribió una historia de América Latina.[5]

No vamos a dejar de señalar la prédica latinoamericanista de Perón, Fidel Castro y el Che, ni la existencia de otros muchos antecedentes como los de Francisco Morazán, Lázaro Cárdenas y un inevitablemente largo etcétera que los que ahora “somos Chávez” tenemos que tratar de conocer y tenemos que encarnar en nuestras vidas y convicciones.

Por consiguiente, Hugo Chávez Frías no fue un inventor desopilante. Fue sí un hombre político latinoamericano fiel a sus convicciones, a las que no dejó en la puerta de la casa de gobierno al entrar, al igual que Néstor Kirchner, pero que en materia de pedagogía política se destacó en la enseñanza de lo que los latinoamericanos podemos hacer.

Y además es cierto que fue generoso, como dijo Pepe Mujica. Por ejemplo lo fue con Argentina, así lo expresó Cristina Fernández de Kirchner; con los países centroamericanos, como Nicaragua; con Cuba, con Ecuador, con Bolivia… y con poblaciones norteamericanas sin la solidaridad social en su país.

Es un balance sencillamente enorme. Y nos cabe atisbar que los políticos tradicionales que han integrado el contubernio neoliberal en el mundo le tenían tirria y como son vengativos se la van a seguir teniendo.

Por eso, “somos Chávez” ha de ser una conciencia, un agradecimiento, una actitud, un propósito. En suma, el lema del latinoamericanismo del siglo XXI que le dé contenido exitoso a la prédica de Chávez de un socialismo del siglo XXI.

° ° °

[1] Al final de su nota Juego de espejos, Horacio Verbitsky presenta el cuadro Venezuela antes y después de Chávez, con datos inapelables: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215489-2013-03-10.html .

[2] ¡Viva la Unión Americana! Manifiesto del General Felipe Varela a los pueblos americanos sobre acontecimientos políticos de la República Argentina en los años 1866-67: http://es.wikisource.org/wiki/Proclama_de_Felipe_Varela .

[3] Norberto Galasso, Manuel Ugarte, un argentino “maldito”, Ed. Colihue, Buenos Aires, 1985.

[4] Las intervenciones fueron parcialmente publicadas en la revista Militancia que dirigieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde.

[5] Obras de Ugarte: América Latina, un país; El porvenir de América Latina; de Hernández Arregui: ¿Qué es el ser nacional? La conciencia histórica iberoamericana; y de Ramos: Historia de la Nacion Latinoamericana.

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Hoy se movilizan

Hoy se movilizan los uruguayos

Roberto Páez González

> 25/02/2013

>>> A estos jueces ¿quién los juzga?

En Uruguay también el poder judicial expresa su carácter conservador y reaccionario: la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucionales los artículos que permitían juzgar a los culpables de crímenes contra la humanidad en la ley que había anulado la de Caducidad.

Un decreto del Poder Ejecutivo, de junio de 2011, había anulado los actos administrativos en los que se había aplicado la ley de Caducidad y la ley 18.831 aprobada a fines de ese año había declarado imprescriptibles los delitos de la dictadura.

El excoronel Jorge ‘Pajarito’ Silveira dijo: “Nos tienen presos a nosotros, que se queden contentos”. Dicho militar “fue procesado con 25 años de prisión por el caso Gelman y por el segundo vuelo clandestino que transportó desde Argentina a ciudadanos uruguayos desaparecidos”, dice La República de este domingo.[1]

Pero los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y esos crímenes – muertes y desapariciones durante la dictadura– siguen y seguirán siendo crímenes. Muchas voces en el Frente Amplio, empezando por la de José Mujica, y en la ciudadanía piden el juicio político de los jueces de la Suprema Corte. Los uruguayos, hoy se movilizan.

Para Uruguay y para Latinoamérica, todos los avances en materia de DDHH y muy especialmente los relacionados con las dictaduras padecidas son importantes para cada país y para el conjunto, así como cada retroceso es grave.

A la hora de preparar y empezar un futuro que sea una nueva época latinoamericana, también es indispensable protegerlo y distinguirlo de las horas sombrías en que algunos militares y represores disponiendo de mando y envueltos en propuestas políticas y económicas ajenas al bienestrar de los pueblos y a sus intereses nacionales usaron la fuerza y su abyección en contra de sus propios conciudadanos.

Uruguay tiene 176.000 km² de superficie y alrededor de 3 millones y medio de habitantes, pero como todas las partes constituyentes de Latinoamérica y el Caribe nucleadas en la Celac, nada de lo que le concierne en estos órdenes nos es ajeno a los otros latinoamericanos.

Esta visión que reiteró Rafael Correa en la noche del festejo popular de su reelección, refiriéndose también a actuaciones del poder judicial de su país y de los grandes medios de comunicación -“prensa corrupta”, dijo- convoca a todos los organismos de convergencia latinoamericana: Unasur, Alba, Celac e incluso Mercosur.

Hace apenas días, algunos voceros de la UE dijeron en voz bastante alta que solo aceptarían negociar con un Mercosur al que se haya reintegrado Paraguay. Nuestra Presidenta y Dilma Rousseff ya habían expresado sus deseos de ese pronto retorno al regazo de Mercosur, lo que será posible inmediatamente después de las elecciones presidenciales paraguayas de este año, esperando revertir una situación anómala en el bloque.

Pero esta tentativa de vuelta a la impunidad en Uruguay no será legitimada por algún silencio cómplice, ni por mirar para el otro costado por parte de gobiernos suramericanos, movimientos de derechos humanos, movimientos sociales, partidos políticos y alianzas que en la región llevamos ya muchos años en el rumbo actual, y lo que queremos es profundizarlo.

El acoso del conglomerado mediático a nuestros gobiernos es permanente. Recordemos también el insidioso asunto de la foto de Chávez que publicó el diario español El País, el del “mensalão” en Brasil…

 

Ya se urden los aprontes marzo

… Y ahora una acción en embudo, haciendo leña con todo lo que puede arder, en Argentina, contra el congelamiento de precios y la política económica en general, instrumentando la complicidad de dirigentes sindicales que se prestan a la campaña de infundir el miedo a la inflación y no defienden adecuadamente los salarios reales de los trabajadores, un jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que pretende aumentar todo: desde el ABL hasta los boletos de los subtes, entidades mutuales que se arrogan un rol en la determinación de la política exterior argentina, y sobre todo prefieren que la justicia mantenga bloqueado el proceso judicial, contra al interés de las víctimas y del país de conocer la verdad, campañas que instrumentan tragedias como la de Once en vistas de suscitar, captar y usar el rencor…

Ya hubo durante el verano una tanda de disconformes con el asunto de los dólares para gastar en el exterior, pero cabe hacer notar que la salida neta de dólares estadounidenses en 2012 fue 3.404 millones, en vez de los 21.504 millones de 2011. [2] Y entre otras cifras que podemos considerar buenos resultados, hay que mencionar el crecimiento del 2 % del PIB en contexto recesivo internacional y la contención del desempleo que solo alcanzó al 6,9 %.

Sin embargo, el fuego graneado de la oposición amenaza con paros, no vender la producción sojera, medidas judiciales y diversas amenazas y pronósticos sobre el fracaso del congelamiento de precios.

En una nota de este domingo, Hernán Brienza pregunta, retóricamente, “¿Puede ser que los principales medios opositores como Clarín y La Nación fogoneen el tema inflacionario para generar más inflación?” [3]

La respuesta es: ¡ claro que sí !

Brienza además destaca que a menudo en los cafés está TN en los televisores y se encuentran disponibles ejemplares de Clarín. Agrego que también ocurre que en algunos restaurantes ofrecen descuentos si el cliente tiene la tarjeta de La Nación.

En el entorno, la prédica opositora tiene sus baterías emplazadas, sin excluir los aparatos de televisión de los hogares.

Y además, vemos que en diversos países latinoamericanos la gran prensa no solo trata de desgastar la imagen positiva de Cristina, Dilma, Chávez, Morales, Correa, Mujica sino que también tratan de desgastarla los medios de otras regiones, porque tienen en común formar parte del conglomerado mediático al servicio del sector financiero de la globalización neoliberal.

 

Con los ojos abiertos

No se presenta fácil en absoluto continuar con una redistribución económica que conquiste o reconquiste la igualdad de oportunidades en nuestros países. Pero en la defensa de lo ya logrado y en el ir por más el papel participativo de los pueblos es indispensable.

En la situación actual de Argentina, necesitamos “llenar las urnas” en las próximas elecciones y el espíritu de la campaña se va a manifestar ya en marzo. El programa explícito de todos es la defensa del empleo, el salario real, la soberanía, la democracia participativa, la unión suramericana y latinoamericana. Los electores lo tendrán presente para no dejarse engañar por las oposiciones conservadoras y “la cadena del desánimo”.

[1] En la misma edición de La República, Gustavo Yocca asevera que “La declaración de inconstitucionalidad del ICIR (impuesto a la concentración de inmuebles rurales) primero, y de la ley interpretativa de la Caducidad fueron dos golpes directos al plexo solar de la construcción política frenteamplista en pos de un Uruguay más justo y equitativo”. La nota se intitula La semana agridulce de la Unasur.

[2] Lo afirma Carlos Heller en La puja por las divisas, Tiempo Argentino, 24/02/2013. En este artículo Heller da cuenta de diversos datos que confirman un comportamiento bastante satisfactorio del sector externo.

[3] Hernán Brienza, La inflación, un cuento sencillo

Fuente: Cristina, Buenos Aires http://cristinabuenosaires.wordpress.com/

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Ricardo Carpani  Desocupados2

Carpani nació el 11 de febrero de 1930

Una invitación a recordarlo

Instituto Ricardo Carpani

Latinoamérica, arte, política, economía y sociedad

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Cómo resistir

y darle batalla al neoliberalismo

desde la cultura

Impulsado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, nació hace una década. Su director, Juan Carlos Junio, y su director artístico, Juano Villafañe, hablan del sueño que se hizo realidad en un momento crítico del país.

Por Mónica López Ocón

Juan Carlos Junio y Juano Villafañe

El avance hacia la utopía requiere de muchas batallas pero, sin duda, la primera es la batalla cultural.» La frase es de Floreal Gorini, una figura emblemática del cooperativismo. El Centro Cultural de la Cooperación es el resultado concreto de ese pensamiento. Fundado el 22 de noviembre de noviembre de 2002, se prepara en este momento para festejar sus diez años de vida. El director, Juan Carlos Junio y el director artístico del mismo, Juano Villafañe, hablaron con Tiempo Argentino acerca de los que significó su fundación en términos de resistencia cultural y cuáles son los logros obtenidos en esta década.

–¿Cuál es el balance que hacen de estos diez años?

Juan Carlos Junio: –Seguimos el mandato que planteó su fundador, Floreal Gorini, que expresaba, a su vez, el de los viejos cooperativistas que en un momento dado pensaron que había que ir a la cultura y desde allí disputar con el neoliberalismo triunfante. Tuvieron una gran audacia, porque esto se concretó en 2002 pero comenzó a gestarse a fines de los ’90 cuando estaban en pleno auge valores e ideas que estaban en las antípodas de las nuestras. El Centro se inauguró sobre la calle Corrientes en noviembre de 2002. En ese momento, la Avenida Corrientes era una maratón de mujeres y hombres argentinos que estaban sufriendo hambre, desocupación y todos los desastres que hicieron eclosión en 2001. Lo que se planteó Floreal fue aportar a un nuevo ideario, un nuevo imaginario desde un centro cultural definido como de izquierda y con un sentido amplio y diverso desde el punto de vista de la cultura. Sobre la base de esta definición, la otra cuestión que se planteaba era la de conformar un núcleo de jóvenes artistas e intelectuales que desde la especificidad de sus disciplinas fueran incorporando ideas que los llevaran a un fuerte compromiso no sólo con sus artes y consigo mismos, sino también con la sociedad y sus luchas, con la política.

–No parecía una tarea fácil.

J.C.J.: –No, claro, es de una enorme complejidad, dificultad y desafío. Es la tarea más dura que hemos enfrentado. En estos diez años hemos tenido grandes logros que se han hecho evidentes en los últimos tiempos. Los investigadores tienen un fuerte compromiso con el Centro Cultural y este adquirió poco a poco una fuerte identidad. También notamos un gran interés por parte de estos jóvenes investigadores de participar en la política, de compartir los problemas cotidianos de la gente acompañando las representaciones parlamentarias que hemos tenido. Además, hay una voluntad de combinar el trabajo de investigación, lo que llamamos el pensamiento crítico, con el mundo de la cultura, la política y sus debates. Creo que no es sólo un mérito nuestro, sino también del cambio de clima que se produjo en el país en los últimos años, de la transformación que supuso el proceso kirchnerista. Como balance diría que quienes dirigimos este centro hemos sido fieles a los mandatos fundacionales y hemos logrado que se transformara en un lugar muy importante de referencia de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires. Tanto en las ciencias sociales como en las artes ya es un ámbito Lmuy trascendente y ha definido su perfil de manera nítida. Además, es también una gran caja de resonancia del palpitar de Latinoamérica de los últimos años.

Juano Villafañe: –Es una construcción cultural que se hace desde el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos considerando la idea original de Floreal Gorini de que la crisis contemporánea, además de ser política, económica y social, es fundamentalmente cultural. Desde allí el movimiento cooperativo asumió la idea de encontrarse con el fenómeno cultural desde la propia acción que ofrece la cultura. De esta forma transformó la relación que existió siempre entre las diferentes disciplinas del campo intelectual dándole cierta organicidad a la tradición intelectual que provenía del pensamiento crítico referido a las ciencias sociales y a las actividades artísticas y literarias. Este es un centro de las artes, las letras y las ciencias sociales que a la vez que produce pensamiento, produce imágenes, metáforas, es decir, acontecimiento artístico. Es un gran laboratorio y también un gran observatorio que atiende nuestras propias prácticas, nuestras propias realizaciones. Abordamos el fenómeno cultural y político desde sus especificidades. Este laboratorio y observatorio ha generado también un sistema de políticas culturales: se elaboran insumos para el hacer parlamentario relacionado con el arte y las industrias culturales y con la aplicación de esas las políticas culturales.

–¿Este es un momento particular para la cultura?

–J.V.: Sí, hay una gran puja distributiva en torno a la cultura ya que esta aporta al producto bruto nacional de manera muy significativa a través de las artes del espectáculo, las industrias culturales y el fenómeno que tiene que ver con la digitalización e Internet. Las condiciones que se viven hoy en el país son muy interesantes para profundizar transformaciones culturales.

–No es común que en un mismo lugar se promueva la investigación y se produzca arte.

J.C.J.: Aquí viene gente de toda Latinoamérica, artistas, escritores, intelectuales, políticos y todos nos dicen que no hay un centro con estas características en ningún lugar. Nosotros insistimos en que la primera legitimidad del artista, del escritor o del historiador es su propia obra, pero junto con eso, proponemos también una formación. Esto es lo que le da originalidad y potencia al centro. En este momento, en el área de Ciencias Sociales se realizan mesas redondas con nuestros propios jóvenes investigadores cuyos trabajos son muy respetados y, por otra parte, también son publicados aquí. Además, tenemos artistas que comenzaron aquí hace diez años cuando tenían 22 o 23 y que hoy, siendo todavía muy jóvenes, son también muy reconocidos por el público y por la prensa. Hay un constante fluir. Tenemos tres salas de teatro, por lo que la programación es muy grande. Jueves, viernes, sábado y domingo hay dos o tres funciones por sala. En el medio hay también charlas y conferencias. Quizás lo más conocido es el teatro, pero acá se hacen espectáculos de tango joven y de varieté, que es una mezcla de géneros. Además, hay un taller literario, el Juan L. Ortiz, para escritores y poetas, que es un espacio de debate, de presentación de libros. El teatro infantil que comenzó de a poquito hoy trabaja a sala llena y hay tres espectáculos simultáneos que han obtenido premios muy importantes. Tenemos una valiosa biblioteca de artes y ciencias sociales, una revista online con producciones propias y algunos invitados, nuestra propia editorial para editar trabajos producidos en el Centro y también algunas otras cosas. Hemos ido ganando un prestigio que hace que tengamos la visita periódica de importantes personajes de la política y la cultura. Entre artes y ciencias sociales tenemos 15 o 16 disciplinas y en todas se produce investigación y hay intercambio entre ellas.

–Es curioso que el centro haya nacido con el país estaba devastado.

J.V.: Sí, se asumió un liderazgo con sentido de lo contemporáneo. No se consideró la cultura con un criterio «administrativista» es decir, no se la pensó como un bien que se administra, sino como un espacio de producción. Creo que se asumió un liderazgo distinto en lo que fue el fenómeno de la posdictadura y del posliberalismo. Estamos liderando un sistema alternativo, aportando a nuevos paradigmas respecto de lo que debe ser la cultura. Por eso tenemos un arraigo teórico que es también territorial, nacional, latinoamericano.

J.C.J.: –Estoy en el movimiento cooperativo desde los 16 años. Creo que la opción que tomamos en un momento de marasmo social y cultural es una respuesta política de un movimiento ya maduro que atravesó triunfos y derrotas en la sociedad argentina, de un movimiento cooperativo muy comprometido con el progreso del país y que tenía la convicción de que había que resistir al neoliberalismo. Floreal Gorini decía que la cultura neoliberal es un fenómeno de época, que no era eterna y que, por lo tanto, si se resistía a ella se iban a encontrar otros valores, se iban a encontrar reservas en la sociedad y en la cultura que permitieran salir de la oscuridad de los ’90. Resistimos desde la convicción de estar en un momento muy difícil y creo que esa convicción ideológica nos permitió construir en medio del marasmo.

J.V.:–En 2001, el único edificio que se construía en la Ciudad de Buenos Aires era este. Los arquitectos venían con la idea de la fachada del neoliberalismo: abierta hacia fuera pero con muchas formas de clausura hacia adentro. Cuando les decíamos que el edificio debía incorporar la vereda y que debía tener un estado público, nos decían que no podía ser por un tema de seguridad, de dificultades con la circulación. No obstante eso, lo arquitectónico se trabajó con una idea moderna y no posmoderna, ya que aquí no hay espacios ociosos.

J.C.J. –No se subestimó el tema de la belleza, se privilegió la idea de una funcionalidad abierta que no estuviera reñida con lo estético. Aquí hay obras de grandes artistas plásticos argentinos y las salas de teatro responden a las concepciones más modernas del teatro actual. Este es un lugar muy hermoso y muy iluminado que nos ha ayudado mucho a desplegar nuestro proyecto. A diferencia de lo que piensa Macri, nosostros no creemos que la cultura es un commodity como la soja, sino que es un bien social y, por lo tanto, de interés publico y tiene que responder a políticas públicas en función del beneficio para la sociedad. Desde su concepción primitiva y de derecha él cree que la cultura es un espectáculo transable como la soja. Nosotros creemos que es un elemento muy importante para transformar la sociedad en un sentido de progreso.

J.V.: –Macri tiene la concepción contraria que se pone en evidencia en la ley de mecenazgo que significa generar contratos entre privados aprovechando los dineros públicos. Fuente: Tiempo Argentino, 31.10.12

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Repudio al Golpe parlamentario de Estado en Paraguay

Es ya un hecho que la alianza entre la derecha paraguaya ha provocado un golpe de Estado, derrocando al legítimo presidente Lugo. La farsa de un juicio destituyente en 24 horas es insostenible y la rápida respuesta de los miembros de la UNASUR que enviaron sus cancilleres a Asunción refleja la honda preocupación que conmueve a los pueblos de la Patria Grande. Es que este atropello institucional en Paraguay es un golpe de Estado a la gran nación latinoamericana y como tal será nuestra reacción.

Faltando pocos meses para las elecciones de renovación presidencial, este golpe revela la inseguridad del stronissmo y la derecha de poder vencer a Lugo y el Frente Guazú con las armas legítimas de la democracia. Lugo representa  la alternativa popular luego de décadas de la dictadura oligárquica encabezada por Stroessner. Lugo representa en Paraguay la corriente de cambios que recorre al resto de Latinoamérica. Lugo representa la posibilidad de continuación del proceso democrático que permita el fortalecimiento de las organizaciones campesinas y populares.

La instalación de una fachada de continuidad encabezada por el vicepresidente Franco es la construcción de una cabecera de playa antidemocrática al servicio del imperialismo hoy en decadencia. Constituirá un peligro para toda la región, que ha sabido con grandes esfuerzos conquistar la paz y la amistad entre nuestras naciones.

El pueblo de Paraguay se congrega y grandes multitudes se aprestan a resistir la usurpación. Por lo cual el peligro de dolorosos enfrentamientos está presente. Pero la lucha del pueblo paraguayo es nuestra lucha:

Por el no reconocimiento de las autoridades surgidas de un golpe de Estado, ni en Paraguay ni en ninguna de nuestras naciones.

El Celac y la Unasur deben aplicar ejemplarmente ya la Carta Democrática que surge de nuestras soberanas decisiones.

Por la movilización de los pueblos en toda Latinoamérica.

San Telmo K

Fuente: Correo de amigos, 22.06.12

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PALABRAS PARA RICARDO CARPANI 

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Carpani rechazaba el capitalismo porque es injusto. Por eso prefería su opuesto que era el socialismo, pero tampoco adhería a lo que se llamó el socialismo realmente existente ni a las socialdemocracias europeas: el socialismo tenía que ser resultado de la lucha de los trabajadores.

Cuando Ricardo Carpani estuvo convencido de que el socialismo solamente vendría así, después de sus primeras series sobre los desocupados empezó a dibujar y pintar personajes obreros en lucha.

Ricardo pensaba en la lucha de los trabajadores de todo el mundo, pero su inspiración inmediata era la lucha de los trabajadores argentinos que en los años de resistencia a los gobiernos militares o civiles basados en la proscripción del peronismo le plantaron cara al gorilismo con huelgas, ocupaciones de fábricas, movilizaciones y programas sindicales como los de La Falda, Huerta Grande, la CGT de los Argentinos o los Gremios Combativos.

Artista, convocaba haciendo lo que él quería. El quería participar en esa pelea social. Le gustaba esa pelea. Todos los sentimientos convergían ahí. Por eso hizo Amantes, Retratos como los de Perón, Evita, el Che, Cortázar, Afiches de la Lucha, Bailarines de Tango, Personas e Iconos y Monos Entreverados en la Jungla, Américas de los Latinoamericanos, Felipe Varela, Obreros, Martín Fierro, Felipe Vallese…

Nos dimos cuenta de su presencia en nuestras revistas, libros, periódicos, folletos sindicales, volantes porque estaba su imagen, su estilo; buscábamos que un Carpani estuviera y cada vez estaba más Ricardo Carpani.

Y ahora sigue estando, porque lo seguimos buscando, encontrando y todavía nos interpreta esa lucha o nos da referencias en la espiral colectiva de lo que nos ha pasado y nos pasa.

Ya que también supimos de la derrota, del exilio y de la vuelta. Y la lucha por los derechos humanos fue para Carpani, como para todos nosotros, una lucha indispensable y decisiva, una lucha que continúa plenamente hoy.

Me parece que Ricardo se dio cuenta de que muchos lo querían. Ahora nos damos cuenta de que muchos lo queremos. Y corroborarlo es una de la mejores formas a nuestra disposición de saber quiénes somos.

Después de décadas de desierto, hoy disfrutamos con Ricardo Carpani -en Argentina y Latinoamérica- el aire libre y las esperanzas y utopías empiezan a parecerse a nuevos dibujos y cuadros suyos.

Gracias, Ricardo Carpani.

Roberto Páez González – 11 de febrero de 2012  

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Una errónea visión alternativa

Por Atilio A. Boron *

Es bueno que en la Argentina haya irrumpido una discusión acerca de qué actitud tomar en relación con las islas Malvinas. Desde hace mucho este país estaba atrapado entre las secuelas paralizantes de la ignominiosa derrota sufrida hace casi treinta años –producto de la incompetencia, fanfarronería y demagogia de la dictadura genocida– y la vía muerta de una estrategia diplomática que pese a su perseverancia no rindió frutos porque el mal llamado “orden mundial” es en realidad un cruento e injusto desorden en donde sólo por excepción deja de regir la ley del más fuerte. Es de celebrar que en fechas recientes el gobierno nacional haya modificado algunos aspectos de esta estrategia, buscando nuevos y valiosos aliados regionales para inclinar a su favor una correlación de fuerzas que en el uno a uno de la diplomacia convencional entre el Reino Unido y Argentina, nos conducía inexorablemente a un nuevo ciclo de decepciones.

Gracias a las torpes provocaciones de David Cameron, la causa de las Malvinas se latinoamericanizó y Londres acusó el impacto al ver que su pertinaz colonialismo suscitaba creciente repudio a la vez que solidaridad con la Argentina en esta parte del mundo y que Washington admitía, para desasosiego británico, que había un problema de soberanía que debía discutirse bilateralmente. Y es lógico que el tema se haya latinoamericanizado, porque la controversia sobre la soberanía del archipiélago involucra al menos tres aspectos que hacen al interés común de América latina: a) la explotación de recursos naturales de nuestros espacios marítimos, renovables (si no se los depreda), como la pesca, y no renovables, como el petróleo; b) el acceso a la Antártida, fuente segura de enormes riquezas minerales e hidrocarburíferas cuyo tratado, que deja “congelados” los reclamos de soberanía sobre ese territorio, debería ser renovado en fechas próximas; y c) el acceso al paso bioceánico a través del Estrecho de Magallanes, de extraordinaria importancia en la hipótesis de que por diversos motivos fuese inoperable el Canal de Panamá. Estas cuestiones, como es obvio, no pueden ser indiferentes para la región, y muy en especial para los países sudamericanos.

La causa subyacente de las bravatas del anodino premier británico son los graves problemas económicos (hasta ahora disimulados) y sociales (indisimulables) que atribulan al Reino Unido. Baste recordar que hace menos de un año multitudinarias protestas populares culminaron con saqueos e incendios en las principales ciudades británicas, las que impulsaron a Cameron a escalar el diferendo militarizando aún más al Atlántico Sur y violando los acuerdos regionales que velan por la desnuclearización de esta parte del mundo, incluyendo en el juego a la figura del príncipe Guillermo con toda la carga simbólica que esto implica y yéndose de boca con afirmaciones tales como que la Argentina era un país colonialista, lo que en cuestión de minutos convirtió al émulo de Margaret Thatcher en el hazmerreír universal, toda vez que más de la mitad de los territorios aún sometidos al yugo colonial tienen como potencia dominante al Reino Unido, entre ellas nada menos que Gibraltar, en las puertas de Europa. Esto produjo la paradójica coincidencia de España con la Argentina en sus reclamos anticolonialistas, ante las cuales Londres respondió con su acostumbrado desprecio por la legalidad internacional.

Ante la complejidad que tiene la lucha por recuperar a las islas, es importante que en la Argentina se debata el asunto con la seriedad que se merece, sin patrioterismo, pero también sin desaprensivos cosmopolitismos, entre otras cosas porque de por medio están los seiscientos cuarenta y nueve jóvenes argentinos que fueron sacrificados en la guerra, los más de mil que regresaron heridos y mutilados, los muchos que se suicidaron después y la afrenta que representa para el honor de este país los reclamos de los miles de conscriptos que aún no obtienen del Estado nacional el resarcimiento que se merecen por los servicios prestados en la guerra. Esta advertencia viene a cuento porque en los últimos días se ha desencadenado entre un grupo de intelectuales y publicistas críticos del Gobierno una especie de torneo para ver quién adopta posturas más anglófilas y entreguistas, con argumentos que ofenden la inteligencia de los argentinos y llenan de regocijo al Foreign Office. Uno de los disparates más significativos es el que dice, en línea con los pretextos de Londres, que la Argentina debería consultar a los isleños si es que aceptan o no que las islas sean reincorporadas al patrimonio nacional. Se apela, erróneamente, a la doctrina de la “autodeterminación nacional”, lo que le permitió al historiador Luis Alberto Romero (en una columna publicada en el diario La Nación) y a un grupo de 17 intelectuales y publicistas proponentes, según ellos, de una mirada alternativa sobre la cuestión de las Malvinas, renunciar alegremente y sin más miramientos al legítimo derecho que le asiste a la Argentina y dar por definitivamente perdida una batalla que este país viene librando desde hace 179 años.

Quienes postulan la doctrina de la “autodeterminación nacional” se olvidan de que ésta sólo es aplicable a condición de que se cumpla con un requisito inescapable: que quienes se amparen en ese derecho sean los pobladores autóctonos de un territorio, lo que no ocurre en el caso de las Malvinas. La escasa población argentina que había en las islas fue desalojada por una fuerza expedicionaria británica que se apoderó violentamente del archipiélago y estableció, en su lugar, una pequeña colonia que al cabo de casi dos siglos no supera las tres mil almas. Esa viciosa modalidad de adquisición territorial se llama, en el derecho internacional, “conquista”, y de por sí invalida cualquier pretensión de legitimar la presencia post festum de los intrusos auscultando su voluntad o no de perpetuar los efectos de la conquista gracias a la cual se apoderaron de unas tierras que no eran suyas. La inconsistencia del argumento es más que evidente y no se necesita ser un eminente jurisconsulto para comprobarlo.

Propongo el siguiente experimento mental: imaginemos lo que habría ocurrido si la Argentina hubiera sido una gran potencia y a comienzos del siglo diecinueve hubiese ocupado militarmente una dependencia británica, próxima a sus costas, como por ejemplo la Isla de Man, expulsando al puñado de ingleses que la habitaban e instalado allí una pequeña comunidad de argentinos amparados por la permanente presencia de un destacamento armado. Los reclamos de la corona británica eran sistemáticamente desoídos y una medida desesperada para recuperar la isla por las armas –tomada cuando en Inglaterra el fantasma de Cromwell y los sentimientos antimonárquicos preanunciaban una crisis política de enormes proporciones– permitió su transitoria reintegración al dominio británico, sólo para que, poco después, sus tropas sufrieran una aplastante derrota a manos de la potencia colonizadora sudamericana. Luego de ello Londres prosiguió con sus infructuosos reclamos mientras una arrogante Buenos Aires ratificaba su absoluto rechazo a cualquier inicio de conversaciones sobre el tema, so pretexto de que nada podía hacerse contra la voluntad de los isleños, descendientes de quienes la ocuparon por la fuerza dos siglos atrás. Seguramente que, en este caso, los actuales cosmopolitas que nos aconsejan olvidarnos de las Malvinas se habrían rasgado las vestiduras ante esta sucesión de atropellos al derecho de gentes, el desprecio por la negociación diplomática y el desacato a las resoluciones de las Naciones Unidas. Pero ya no como un experimento mental, sino como una palpable realidad, esto es lo que Londres ha venido haciendo desde 1833, y es por ello que se rehúsa a sentarse a una mesa de negociaciones, honrar las reiteradas recomendaciones del Comité de Descolonización de Naciones Unidas y la Resolución 2065 de la Asamblea General, que insta a las partes a buscar una solución pacífica al diferendo, cosa a la cual el Reino Unido se ha negado sistemáticamente. Y lo hace porque el Foreign Office es consciente de que toda la legislación internacional le juega en contra, que su acto de piratesca apropiación de unas islas que no eran suyas es insanablemente ilegal e ilegítimo –y lo mismo vale para el Peñón de Gibraltar– y ni siquiera mil años de ocupación podrán redimir a los invasores británicos de ese pecado de origen. Tal como lo recordara Fidel Castro pocos días atrás, una vez iniciada la negociación diplomática los ingleses no tendrán más remedio que irse porque sólo les asiste el hecho desnudo de la conquista y la fuerza.

En el caso de las Malvinas, como en cualquier otro en donde un territorio haya sido arrebatado a otro país por la vía de la conquista, la doctrina que se aplica no puede ser la de la “autodeterminación nacional”, por las razones arriba expuestas, sino la de la “integridad territorial”, que establece que ningún Estado tiene derecho a apropiarse de un territorio que pertenece o se halla bajo la jurisdicción de otro. Según esta doctrina, la “consulta a los deseos de los isleños” es irrelevante a la hora de resolver la cuestión de la soberanía, aunque va de suyo que si las Malvinas llegaran a retornar algún día a la Argentina (en un futuro que sin dudas está muy lejano, aun cuando Londres decida dejar de violar la legalidad internacional y obedezca el mandato de la ONU) el modo de vida de los isleños, su lengua y sus tradiciones deberían ser incondicionalmente respetadas y la Argentina debería aceptar, como lo han hecho Bolivia y Ecuador, el desafío de construir una comunidad política binacional, bilingüística y multicultural. Pero esto nada tiene que ver con la cuestión de la soberanía: lo que proponen quienes apelan a la “autodeterminación” de los isleños es desacertado jurídicamente y, para colmo, sus confusas lucubraciones tienen un tinte visceralmente antikirchnerista que arroja un espeso manto de sospecha sobre su abstracto cosmopolitismo y su distorsionada aplicación del discurso de los derechos humanos a una situación que poco o nada tiene que ver con ellos.

* Politólogo.

Fuente, Página 12, 29.02.12


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ENTREVISTA:

LÍDER DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE CHILE

Camila Vallejo:

«Me gustan Evo Morales y Correa»

Por Rocío Montes Rojas

«Estoy cansada física y mentalmente. Siento una carga muy grande. La gente quiere que tenga respuesta para todo y tienen la expectativa de que voy a cambiar Chile, yo sola. En la calle me gritan: ‘¡Los apoyamos, no nos abandonen!’. Pero la responsabilidad, chucha, es de todos. Yo soy solo una joven de 23 años…».
 

Cuando Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling intenta volver a ser la veinteañera desconocida de hace un año, apaga su móvil destartalado y se traslada a una casa del Cajón del Maipo, una localidad en la precordillera, a unos 52 kilómetros de Santiago. Fue lo que hizo el 31 de diciembre junto a un pequeño grupo de amigos para pasar la Nochevieja. El Partido Comunista, donde milita desde los 19 años, ofreció al día siguiente el tradicional caldillo de congrio con el que festeja la llegada del Año Nuevo junto a la prensa. Pero la icónica dirigente universitaria, protagonista del movimiento estudiantil chileno, amante del rock clásico y la bossa nova, del hip-hop y la cumbia, no acudió a la celebración.

En diversos lugares del planeta la han descrito como la joven y bella revolucionaria que ha cambiado la topografía del debate político y social chileno en tan solo nueve meses. La estudiante de Geografía ha sido comparada con el Che Guevara y La Pasionaria. Ha recibido hasta treinta peticiones diarias de entrevistas. Un jubilado de la ciudad de Valparaíso se tatuó su rostro en el brazo. Un cantante alemán le compuso una canción que subió a YouTube. Pero, sin contabilizar la fama que la precede, y su belleza alabada por hombres y mujeres, Camila Vallejo parece ser una joven normal que se apasiona e indigna por los mismos motivos que la mayor parte de su generación.

La entrevista se realiza en la sede de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), de la que ella es vicepresidenta. Es una casona grande y antigua, ubicada en el centro de Santiago, donde en los años setenta funcionó el cuartel general de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía política de la dictadura de Pinochet. En el cuartel tenía su oficina Manuel Contreras, condenado a presidio perpetuo por crímenes de lesa humanidad. Camila Vallejo no recuerda nada de esos años. El 11 de marzo de 1990, el día que terminó el Gobierno de Pinochet, ella tenía un año y nueve meses.

Pregunta. ¿Qué le evoca la palabra dictadura si no la vivió?

Respuesta. La imagen que me he construido a partir de los relatos es la del temor constante. Dormir con ropa por el miedo a que te vinieran a buscar por la noche, los disparos en las poblaciones, las reuniones clandestinas. Finalmente, la generación que vivió a flor de piel ese periodo quedó traumatizada, producto de esa represión. Y por esta razón, ya llegada la democracia, comenzó a reinar el individualismo y la idea de que es mejor no meterse en política, porque no siempre las cosas terminan bien.

P. ¿Qué diferencia a su generación de la de sus padres?

R. Nuestra generación no tiene temor. Y por eso, a diferencia de nuestros padres, no nos cuesta denunciar que en Chile hay abuso, represión, que los empresarios están robando y que los políticos muchas veces son unos sinvergüenzas.

Chile ha cambiado bruscamente en los últimos meses. El descontento que la población acumulaba desde hace años ha tomado forma de protestas, huelgas y cacerolazos. Los jóvenes salieron a la calle para exigir educación pública gratuita y de calidad. El conflicto desbordó al Gobierno del presidente Sebastián Piñera. Fue perdiendo poco a poco popularidad, hasta llegar a un 23% a finales de 2011. El centro izquierda, que estuvo en La Moneda durante 20 años, quedó paralizado. Camila Vallejo se transformó en el principal rostro de la metamorfosis. Blindada por un grupo de guardaespaldas, la universitaria de ojos claros y piercing en la nariz encabezó cientos de marchas.

La indignación chilena no es fruto de una crisis económica. Este país crece a un ritmo del 6%. La pobreza pasó de un 45% a un 15% entre 1987 y 2009. Sin embargo, el 10% de los chilenos más ricos gana 27 veces más que el 10% más pobre, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). «Hay profundas inequidades sociales, poca democracia y un nivel intolerable de abusos», dice Camila Vallejo mientras revuelve lentamente una taza de café.

«Trabajamos muchas horas al día, somos esclavos de las deudas, nos estafan en las cuentas de luz y de agua y, como no tenemos tiempo para el ocio, tampoco reclamamos por las cosas que nos parecen justas. Hemos acumulado frustración y descontento. Todo eso fue lo que estalló en 2011. Chile despertó y nosotros estamos aquí para cuestionar, combatir y no seguir reproduciendo el sistema», explica.

P. Chile es uno de los pocos países del mundo donde no es legal el aborto terapéutico. ¿Cree que es justo que en el extranjero se le retrate como uno de los más conservadores de Latinoamérica?

R. Es contradictorio, porque si bien somos el país más neoliberal del mundo, en Chile existe mucho conservadurismo en los valores, tanto en la derecha como en el centro y la izquierda política.

P. ¿A qué se refiere?

R. Nos falta avanzar con respecto a los derechos de las minorías sexuales. Estoy de acuerdo con el aborto en varias circunstancias. Primero es necesario respetar la autodeterminación de la mujer, antes de traer al mundo a alguien que no va a ser compatible con la vida que quiere su madre. Hoy en día, las que tienen plata lo hacen y, finalmente, es una libertad que está condicionada a tu capacidad de pago. También estoy a favor de la despenalización de la marihuana, porque cuando se legaliza existe la posibilidad de controlar el narcotráfico.

De acuerdo con una encuesta reciente, el 39% de la población dice estar «muy indignada». Una de las teorías que se han levantado en este país para explicar el descontento es la irrupción de la clase media que dejó la pobreza en las últimas dos décadas. Los Gobiernos de la Concertación prometieron que la forma más eficiente de resolver los problemas de inequidad era a través de la educación. El modelo instalado en el Gobierno de Pinochet, sin embargo, no cambió sustancialmente y los resultados siguieron siendo mediocres y desiguales. La gente se hartó y estalló el conflicto social. La familia Vallejo Dowling pertenece a ese grupo.

«A mi edad mis padres eran pobres, supervivientes. Cuando se conocieron en el mundo del teatro tenían que vender empanadas para vivir. Militaban en el Partido Comunista, pero no eran dirigentes», relata la universitaria. Aunque ella ahora vive en un piso que arrienda en el centro de Santiago, fue criada en la comuna de La Florida en el sur de Santiago. Es una zona de clase media donde, sin embargo, hay chabolas que conviven con modernos centros comerciales y autopistas. Fue el escenario donde Camila Vallejo comenzó a «indignarse con la situación chilena». Y cuando entró a la Universidad de Chile, la pública más importante del país, comenzó a militar en el Partido Comunista.

P. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, donde los comunistas están en el Congreso, durante la dictadura el partido tomó la vía armada.

R. El pueblo tiene derecho a combatir en masa la violencia estructural que existe en la sociedad. Y nosotros nunca hemos descartado la posibilidad de la vía armada, siempre y cuando estén las condiciones. Sin embargo, en este momento, ese camino está totalmente descartado, porque la tensión que hoy día existe es neoliberalismo versusdemocracia.

Aunque ella no lo reconozca, en ocasiones ha sido una militante algo indisciplinada. Tras la muerte de Kim Jong Il, por ejemplo, criticó públicamente la decisión de su partido de enviar condolencias formales al Gobierno de Corea del Norte.

P. Pero nunca ha hecho reproches a Cuba, donde estuvo en 2009 al conmemorarse los 50 años de la revolución.

R. No es comparable. Cuba no es el mejor modelo de democracia que uno pueda reconocer mundialmente, pero se han logrado muchos avances que en Chile, por ejemplo, no hemos logrado. Siempre hay sectores reaccionarios que porfiadamente defienden las libertades individuales sobre los derechos universales. Los chilenos resguardan la libertad de empresa sobre el derecho a la educación. De cualquier forma no creo que sea el momento de debatirlo, porque tampoco manejo muchos elementos.

Además de indignados, los chilenos no confían en sus instituciones. Una encuesta reciente revela que todas han perdido respaldo ciudadano: las Fuerzas Armadas, la Iglesia católica, los medios de comunicación, el Gobierno, las empresas privadas, la Justicia, el Congreso y los partidos políticos, que hoy por hoy son los más desprestigiados. Solo un 16% de los chilenos, de hecho, cree que la democracia en este país funciona bien.

P. Es la cuarta figura política mejor valorada en Chile y ya se señala que será candidata a diputada.

R. Esto no se resuelve con que yo sea candidata, da igual. El verdadero desafío es que debe haber gente dispuesta a cambiar la correlación de fuerzas en los espacios donde se toman las decisiones. Si no nos gusta cómo funcionan las cosas, tenemos que hacernos cargo. Debemos disputar el Parlamento para que sea realmente representativo y no esté ocupado por burócratas.

P. El 26 de enero estará en Berlín y el 2 de febrero llegará a Italia. ¿Qué piensa de Europa?

R. Pienso que el desarrollo de los países del Norte se produce gracias al subdesarrollo de los países del Sur. Europa, por una parte, y Latinoamérica, Asia y África, por otra. Siempre tiene que haber sitios saqueados para que otros disfruten del placer de los excesos. Los europeos fueron parte del proceso de colonización que arrasó con nuestros pueblos originarios. La aplastaron, masacraron, esclavizaron…

P. ¿Genocidio?

R. Es que es un hecho probado que hubo genocidio en Latinoamérica. Aquí se eliminó con la espada y con la cruz. Y también se explotó la naturaleza, nuestros recursos naturales. Y los siguen extrayendo como sanguijuelas. Las multinacionales, ¿de dónde vienen? De España, de Estados Unidos…

P. ¿Qué tipo de izquierda latinoamericana la identifica? ¿La de Dilma Rousseff, Hugo Chávez, Cristina Fernández o Fidel Castro?

R. De todas hay que sacar elementos, porque tienen sus particularidades según su desarrollo histórico y realidad política. Pero me gusta mucho lo que está haciendo Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y José Mujica en Uruguay.

P. ¿Haría campaña por una eventual reelección de la expresidenta chilena Michelle Bachelet, dado que el Partido Comunista podría hacer una alianza con la Concertación?

R. Jamás estaría dispuesta a hacer campaña por Bachelet ni a llamar a los jóvenes a votar por ella. Nadie me asegura que su programa sea representativo de las ideas que el movimiento estudiantil ha planteado. Y yo no recibo órdenes del partido. Todo pasa, finalmente, por una decisión personal. A mí nadie me va a obligar.

P. ¿Cómo va a evolucionar el movimiento estudiantil en Chile?

R. Este movimiento es el puntapié inicial de un proceso social por el cual seguiremos trabajando. Queremos conseguir reformas estructurales en el sistema educativo, pero también la construcción de un país con mayores derechos y garantías por parte del Estado. La extinción del movimiento estudiantil no es una posibilidad.

Fuente: El País, 15.01.12

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América Latina y el modelo nacional

Por Washington Uranga

Los argentinos, esos ciudadanos que en algún tiempo nos sentimos “distintos” o “diferentes” a nuestros hermanos latinoamericanos, fuimos aprendiendo, especialmente a partir del conflicto de Malvinas, que existe una identidad latinoamericana que es inseparable de aquello que llamamos el ser nacional. Podría decirse que no hay ser nacional sin latinoamericaneidad o bien que el ser nacional supone aquella idea de la ciudadanía latinoamericana. Son historias entrelazadas y destinos cruzados, más allá de que aún haya quienes no quieran entenderlo así. Pero al margen de las lecturas ideológicas, desde un lugar mucho más pragmático, nadie podría negar que en el actual mundo de la globalización las únicas posibilidades de un futuro mejor –así éste no alcance sino el umbral de lo digno– pasa por la constitución de bloques regionales que se apoyen en la complementariedad de los recursos y de las acciones.

Los últimos episodios sobre el mismo tema Malvinas, desde la solidaridad del Mercosur con Argentina hasta la ofensiva británica para desmantelar la actitud del bloque regional, mostraron nuevamente el valor de la construcción política entre los países hermanos. En este caso la solidaridad se ubicó incluso por encima de las evidentes diferencias ideológicas que separan a los actuales gobiernos de Chile y Argentina.

Pero la cuestión de la unidad latinoamericana va más allá de las alianzas coyunturales o de la solidaridad frente a la bravuconada de una potencia extra regional. Aunque siempre lo fue, se hace cada día más importante tomar en cuenta que la unidad latinoamericana es un dato esencial de una propuesta de futuro para el país. En otras palabras, se puede decir que el componente latinoamericano es parte indisociable de lo que se denomina “el modelo nacional”. Porque lo real es que en términos políticos, económicos, culturales, pero también ciudadanos, no hay futuro para los pueblos de esta región sin una perspectiva integradora, sin una acción conjunta no solo en términos defensivos o de resistencia a las presiones del poder internacional, sino fundamentalmente desde una mirada de nación latinoamericana, la misma que muchos y en tiempos no tan lejos denominaron “la patria grande”.

El Mercosur, la Unasur y la más reciente Celac han sido y son ámbitos importantes. Se trata de espacios de acción política y económica. Sin embargo, en términos reales, concretos y operativos, estas alianzas están restringidas en su agenda y limitadas a la acción de los Estados y, para ser aún más precisos, de parte de la dirigencia gubernamental. Si en muchos ámbitos avanzamos hoy en el reconocimiento de que la público y las políticas públicas no pueden quedar exclusivamente restringidas a la acción del Estado –menos del Gobierno–, aunque esta presencia sea indispensable, se puede afirmar que también en la construcción del sentido de la latinoamericaneidad es necesario ampliar la mirada e involucrar en este proceso a referentes ciudadanos a través de actores protagónicos de la sociedad civil. El proyecto latinoamericano se construye desde los estados, con la participación activa de los gobiernos, pero con la presencia también indispensable e indeclinable de actores de la sociedad civil. Siempre se da por sentado que los empresarios deben estar presentes en estas mesas de negociación y construcción. De la misma manera se suele excluir con demasiada asiduidad a otros protagonistas no menos importantes, como aquellos que aportan en el campo de la salud, la educación y la cultura, para mencionar tan solo algunos espacios clave en este proceso.

Todo en el convencimiento de que el modelo nacional supone un modelo latinoamericano y que se trata de dos costados inseparables de la misma construcción política, económica, cultural y social. De allí también la importancia estratégica de cada gesto que signifique, para nosotros y para el mundo, reafirmar los lazos solidarios que unen a los pueblos de esta parte del mundo.

Fuente: Página 12, 13.01.12

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SOBRE EL ACCESO DE BARCOS

CON BANDERA ILEGAL FALKLANDS

A PUERTOS DE LA REGION

El Mercosur no modifica su posición

El canciller Hague aseguró en el Parlamento inglés que Uruguay, Chile y Brasil habían modificado su postura respecto de los barcos con bandera de Malvinas. Pero Timerman se comunicó con sus cancilleres y le aseguraron que todo seguía igual.

La decisión del bloque del Mercosur de no aceptar en sus puertos a barcos con “la bandera ilegal de las Malvinas” sigue trayendo cola. La Cancillería argentina emitió un comunicado ayer en el que señalaba que el ministro de Relaciones Exteriores inglés, William Hague, “reconoció en el Parlamento de su país que ningún barco podrá ingresar a los puertos del Mercosur enarbolando la bandera ilegal de las Malvinas”. Hague entregó un informe a los parlamentarios en el que plantea que “Uruguay, Chile y Brasil no tienen intención de participar de un bloqueo económico a la isla”, además de dejarles una advertencia: “No deben ser cómplices de Argentina”. Luego el gobierno argentino constató que esas afirmaciones no eran verdaderas.

El canciller Héctor Timerman se comunicó ayer personalmente con sus pares de Brasil, Antonio Patriota; de Paraguay, Alfredo Moreno, y de Uruguay, Luis Almagro, para chequear los dichos de Hague en su presentación en el Parlamento inglés. La respuesta fue unánime ya que le comunicaron que “los respectivos gobiernos no habían modificado su posición desde que se adoptara la declaración de los Estados Partes del Mercosur y Estados Asociados sobre buques que enarbolan la bandera ilegal de las islas Malvinas”, firmado el 20 de diciembre en Montevideo. Hague había señalado ante la Cámara de Representantes que tras “discusiones productivas y honestas con Uruguay, Chile y Brasil”, los funcionarios le habían comunicado que “no tienen intención de participar de un bloqueo económico”, en referencia a la declaración firmada.

El reclamo por la soberanía sobre las islas Malvinas que sostiene el gobierno argentino y que logró la adhesión de sus pares del bloque del Mercosur irritó a los ingleses al punto que el primer ministro David Cameron garantizó a los isleños en un mensaje navideño que “nunca negociaremos la soberanía”, a la vez que criticaba en tono amenazante la medida del Mercosur: “Las amenazas de cortar la comunicación entre las islas y sus vecinos de Sudamérica solo perjudican a quienes las impulsan”. El fin de semana volvió a arremeter contra las medidas adoptadas por el gobierno argentino para que Inglaterra se siente a una mesa de diálogo para tratar el tema. “Nunca las pondremos en riesgo. Debemos asegurarnos de que nuestras defensas son fuertes, y eso es lo que estamos haciendo”, señaló Cameron en una entrevista televisiva.

“William Hague reconoció en el Parlamento de su país que ningún barco podrá ingresar a los puertos del Mercosur y países asociados enarbolando la bandera ilegal de Malvinas”, resaltó la Cancillería argentina en un comunicado, buscando poner en su lugar la tergiversación que estaba encarando el funcionario inglés con su informe. “Los ingleses están preocupados por la buena campaña internacional argentina que está consiguiendo cada más adhesiones, pero principalmente por la firma de tres países del Commonwealth cuando se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños”, aseguró a Página/12 el senador del Frente para la Victoria Daniel Filmus, integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara alta.

El canciller inglés destacó en su informe que “no aceptamos la decisión de negarles la entrada a los buques con banderas de las islas, que consideramos no tiene basamento en ley internacional alguna”, y aclaró que la prioridad de sus gestiones eran asegurarse de “que los vínculos de comercio y negocios con Sudamérica no se vean comprometidos por esta declaración política”. Timerman contestó a los dichos de Hague remarcando que el funcionario había calificado las gestiones argentinas como “un bloqueo comercial. Sin embargo dichas acciones se encuadran en la defensa de los recursos naturales renovables y no renovables que pertenecen al pueblo argentino tal como lo reconocen todas las naciones de la región”.

Con el telón de fondo del 30º aniversario de la guerra entre ambos países por la soberanía de las Malvinas, Hague insistió en que “el gobierno británico garantizará siempre el derecho de los habitantes de las islas”, mientras que la cartera que encabeza Timerman no menciona “que el Reino Unido ha incumplido con diez resoluciones” de las Naciones Unidas “que instan a ambos países a reiniciar negociaciones”.

Fuente: Página 12, 11.01.12

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