Defendemos a Kicillof y nuestra dignidad
Con distintos matices Clarín, La Nación, otros medios y políticos como Gil Lavedra han comentado en tono burlón los ataques de que fue objeto Axel Kicillof en el buquebús en que viajaba el domingo último -acompañado de su esposa y dos hijos, de dos y cuatro años de edad- con destino a Buenos Aires, procedente de Colonia, Uruguay.
El viceministro de economía padeció el escarnio y la intimidación por parte de un grupo de pasajeros que lo increparon manifestando su fastidio por las medidas adoptadas para adquirir dólares con fines turísticos, utilizando expresiones amenazantes como «tírenlo al río » y profiriendo insultos como « judío de mierda », « marxista de mierda », entre otras expresiones de agravio, racistas y discriminatorias.
Estos hechos, como la silbatina al vicepresidente en la provincia de Santa Fe, suceden después de los insultos de Del Sel, quien parece haber sido solamente el adelantado de una campaña injuriadora para con altos representantes del gobierno nacional.
Aparte de tensar y ensuciar el clima político del país parecen destinados a reflejar que las vertientes de la oposición -a cual más incapaz de hacer propuestas- acuden al dicterio, las fórmulas de odio y chabacanería. Muestran, así, la impotencia ideológica, el desdén de la convivencia democrática y el desesperado afán de rehuir el debate de ideas, esgrimiendo la vindicta sectaria y la defensa angurrienta de intereses de privilegiados en detrimento del interés general.
Las compañeras y compañeros que apoyamos el proyecto kirchnerista que encabeza Cristina Fernández de Kirchner, además de sentir la agresión que se ejerce contra figuras destacadas del gobierno nacional debemos comprender cabalmente que existe un juego interesado en sacarnos del curso y del discurso político que nos animan -con realizaciones, explicaciones y propuestas- para llevarnos al terreno de la diatriba, de la invectiva, de la bajeza que solo son lo propio de los que no tienen nada que aportar al país.
Así como es claro nuestro rechazo de estas actitudes, de las que deberán rendir cuentas ante la justicia, también tiene que estar claro que por más que sintamos nuestra justa indignación no tienen que poder contar con nosotros para facilitarles sus insidias.
Roberto Páez González, 5 de febrero de 2013
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