Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘Afganistán’

Imperialismo de los derechos humanos

Por Guillermo Levy *

Con el fin de la Guerra Fría, ya hace más de veinte años, intervenciones militares o invasiones se empezaron a justificar, derrotado ya el fantasma comunista, en el marco de las banderas de la democracia y los derechos humanos.

El Consejo de Seguridad o la OTAN, o unilateralmente Estados Unidos con algunos aliados circunstanciales en busca de prebendas comerciales, han producido en estos veinte años diversas intervenciones militares, invasiones o simplemente han recalentado conflictos internos apoyando rebeliones armadas. El saldo de cientos de miles de muertos de esta geopolítica imperial de los derechos humanos es un balance devastador en el escenario mundial más desequilibrado militarmente que conoció la historia de la humanidad.

La primera guerra inaugural fue la del Golfo en el año 1991 para recuperar Kuwait para la monarquía absoluta que la gobernaba y que había sido invadida por Irak. Luego le siguieron las tremendas guerras genocidas que desmembraron a la ex Yugoslavia, tarea alentada tanto por los Estados Unidos como por muchas potencias europeas; cientos de miles de muertos en la guerra serbo-croata y luego en la de Bosnia. La cuestión musulmana, que no había aparecido en el escenario de los nuevos enemigos de la humanidad en la era poscomunista, aparece solapadamente en la guerra de Bosnia, que tiene combatientes chechenos y afganos peleando en el sur de Europa por su utopía de conquistar el primer Estado musulmán en Europa en reemplazo de la multiétnica Bosnia que había sabido construir el socialista Tito.

Ahí, los norteamericanos petardearon los acuerdos de paz europeos en 1995 para empezar a incidir fuertemente en la geopolítica europea e incentivaron a las partes a continuar con el conflicto que –decenas de miles de muertos mediante más– continuó hasta 1997. Luego de todo ese desastre y desmembramiento del hermoso país que supo ser la Yugoslavia socialista, vino la pequeña confrontación de Kosovo, región que sin ninguna tradición independentista y solo con el apoyo de los tanques de la OTAN y los medios internacionales, buscaba desmembrar más la en ese entonces Serbia y Montenegro. La OTAN intervino supuestamente para defender a los civiles kosovares hostigados por las tropas serbias luego de guerras civiles y genocidios permitidos por la ONU, por la OTAN y por el Consejo de Seguridad. El objetivo real, instalar tropas norteamericanas en el sur de Europa.

En el medio, el genocidio de casi un millón de personas en cien días en Ruanda no mereció intervención militar alguna. Esa región, en el medio de Africa, no merecía la pasión belicista en defensa de los derechos humanos, sobre todo cuando los Estados Unidos, luego de la fracasada intervención en Somalia, preferían no meterse mucho en Africa.

Más allá de estas idas y vueltas, el fin de la Guerra Fría vio nacer una nueva forma de “intervención humanitaria” que sirvió para justificar, con una gran hipocresía, las cirugías necesarias para el diseño internacional de la hegemonía norteamericana.

Llegó el 2001 y la cuestión del terrorismo pareció reemplazar en la pulsión invasora en defensa de los derechos humanos. Sin embargo, ambos argumentos supieron articularse.

Afganistán era el país de los talibán que habían volado las Torres Gemelas. Ex aliados contra los soviéticos, hoy eran los nuevos enemigos. Nombres como el Talibán, Al Qaida, cobraron una fama central que no deja de producir asombro cuando se ve que son estos sectores o sus aliados los que reciben ayuda de Estados Unidos, países europeos y dictaduras del golfo Pérsico, contra los resabios de los gobiernos árabes laicos de la región.

Afganistán era el refugio de los terroristas que habían volado las Torres Gemelas pero también era un país en el que las mujeres eran obligadas a usar chador y las libertades civiles eran inexistentes. A la búsqueda de los culpables y por la liberación del pueblo afgano nos anunciaron la primera gran invasión posatentados que aún continúa empantanada, con sus muertos permanentes y los ataques y bombardeos con aviones no tripulados en Pakistán. Hoy, como antes del 2001, esos tremendos enemigos presentados como el nuevo enemigo de la humanidad a la opinión pública mundial son los aliados en la lucha contra los Khadafi o Asaad.

Luego de Afganistán, llegó Irak por segunda vez en busca de armas de destrucción masiva que nadie vio ni creyó y el asesinato de Saddam Hussein. Un tiempo después, ya con las complejas y heterogéneas “primaveras árabes”, llegó Libia, en ayuda a los que querían derrocar a una dictadura y convirtieron al país, en su cirugía de bombas, en un infierno de tribalismo. Y ahora se viene Siria.

La impunidad de los argumentos que sobreactúan una indignación frente a violaciones a los derechos humanos cada vez es más grande. Antes, por lo menos, había una producción de relatos, imágenes y argumentos para lograr ciertos consensos en la opinión pública mundial.

Hoy la impunidad es cada vez más grande y los argumentos cada vez más insignificantes.

Solo personas con limitadas capacidades mentales pueden pensar que en la cúpula de poder de los Estados Unidos reina la indignación por el supuesto ataque con armas químicas contra civiles en Siria. Armas químicas que se producen en las democracias occidentales y que es altamente probable que haya usado la oposición occidental-islamista para producir una excusa que ni siquiera es sostenible para Gran Bretaña, el gran aliado de Estados Unidos en todas las invasiones desde el fin de la Guerra Fría. Arrancar la agenda de los derechos humanos de la nueva agenda imperial se hace imprescindible para no seguir legitimando un nuevo orden mundial donde, por lo menos hoy, potencias occidentales, especuladores financieros e islámicos radicales filo Al Qaida parecen que andan por el mismo andarivel.

* Docente Sociolgía UBA, investigador de la Untref.

Fuente: Página 12, 07.09.13

Read Full Post »

Ocho países en vías de extinción geopolítica,

según Brzezinski: desde Israel hasta Pakistán *

Foto

Jóvenes norcoreanos asisten a un mitin para jurar lealtad al líder Kim Jong-Un, ayer en el estadio Kim il-Sung, en Pyongyang, en vísperas del cumpleaños 70 del anterior gobernante Kim Jong-il, que se conmemora el 16 de febrero. El rótulo en la tribuna reza: El día de la estrella brillante
 

 – Por Alfredo Jalife-Rahme
▓ Del reciente libro de Zbigniew Brzezinski –Visión estratégica: EU y la crisis del poder global, que resumió en la revista Foreign Policy (enero/febrero/2012)–, se desprende la peligrosa inestabilidad de un mundo huérfano de un Estados Unidos (EU) declinante, así como la incapacidad de China para sustituirle en la cúpula del poder global (Bajo la Lupa, 1º y 5/2/12).

La decadencia inexorable de EU se refleja en el pesimismo determinista de Brzezinski, quien se arriesga a señalar que ocho países en vías de extinción geopolítica: Israel, Pakistán, Georgia, Taiwán, Sudcorea, Bielorrusia, Ucrania y Afganistán. Al unísono del declive de EU y el ascenso de otras potencias regionales, la “seguridad de varios países débiles, localizados geográficamente cerca, dependerán del statu quo internacional que había sido garantizado por la prominencia global de EU” y que hoy serían significativamente más vulnerables en proporción al declive estadunidense: los países expuestos son el equivalente geopolítico de las especies en vías de extinción en la naturaleza, cuyos destinos se encuentran íntimamente ligados a la naturaleza del entorno internacional dejado atrás por un EU evanescente.

Indica los países más débiles que sufrirán: 1. Israel y el Gran Medio Oriente: se moverán las placas tectónicas que socavarán la estabilidad política de Medio Oriente cuando todos los países de la región permanecen vulnerables a varios grados de presiones populistas internas, turbulencias sociales y fundamentalismos religiosos. Si el declive de EU ocurriese sin que el conflicto palestino-israelí sea resuelto, el fracaso para implementar una solución mutuamente aceptable de dos estados inflamaría más la atmósfera política regional. La hostilidad regional a Israel se intensificaría entonces con la percepción de la debilidad de EU, que en un punto tentará a los más poderosos países de la región, notablemente Irán e Israel a prevenir peligros anticipados. Por ventaja táctica, Hamas o Hezbolá pueden precipitar erupciones que podrían entonces escalar a choques militares más extensos y sangrientos”. Las entidades débiles, como Líbano y Palestina pagarían especialmente un alto precio en muertes civiles. Tales conflictos alcanzarían niveles verdaderamente horripilantes (sic) con ofensivas y contraofensivas entre Irán e Israel. Lo que está en juego: confrontación directa de Israel o EU con Irán; ola ascendente del radicalismo y extremismo islámicos; una crisis energética global; vulnerabilidad de los aliados de EU en el golfo Pérsico. Nada nuevo bajo el sol, cuando este apocalíptico escenario se ha echado a andar en la mayor fractura tectónica del planeta: Afganistán-Pakistán-Irán (que incluye el golfo Pérsico)-Irak-Siria-Líbano. ¿Cómo quedará Turquía? ¿Qué sucederá con los kurdos, los cristianos y las minorías raciales y religiosas del Gran Medio Oriente?

2. Pakistán: dotada de armas nucleares del siglo XXI y cohesionada por un ejército profesional de finales del siglo XX, pero que su mayoría es todavía premoderna, rural y extensamente definida por identidades regionales y tribales. Juzga que su sentido de identidad nacional es definido por su conflicto con India, mientras que la división forzada de Cachemira sostiene una antipatía profunda y compartida. Su inestabilidad política es su mayor vulnerabilidad que se incrementará con el declive de EU, por lo que se “podría entonces transformar en varias opciones: Estado militar, Estado islámico radical, Estado de gobierno mixto (militar e islámico) o ‘Estado’ (sic) sin un gobierno central”. Lo que está en juego: caciquismo nuclear, gobierno con armas nucleares similar a Irán (militante islámico y antioccidental); inestabilidad regional en Asia Central con una violencia potencialmente expansiva al RIC (Rusia-India-China). ¿No es acaso lo que le convendría a EU para perjudicar nuclearmente a sus mayores adversarios geoeconómicos del RIC?

3. Afganistán: destrozada (nueve años de guerra con la URSS, mal manejada por los medievales del Talibán, y deprimida por 10 años de operaciones militares de EU): 40 por ciento de desempleo, ranking 215 del PIB per cápita, depende del negocio ilegal de estupefacientes. La retirada militar de EU y/o su declive resultará en su desintegración interna y en los juegos de poder externos de los países vecinos en busca de influencia (Pakistán, India e Irán). Lo que está en juego: resurgimiento del Talibán; guerra por procuración de India y Pakistán; paraíso del terrorismo mundial.

4. Sudcorea: EU ha sido el garante de su seguridad desde 1950, lo cual le ha permitido su notable despegue económico y su sistema político democrático. Enumera las provocaciones de Norcorea, por lo que el declive de EU confrontará a Seúl con dolorosas opciones: aceptar el dominio regional de China y su mayor dependencia a China para frenar las armas nucleares de Norcorea, o buscar una más vigorosa relación con Japón, históricamente impopular. Lo que está en juego: seguridad militar y económica de la península coreana; crisis general de confianza en Japón y en la confiabilidad de los compromisos de EU”. ¿Dónde queda entonces el estéril cerco de Obama a China? ¿Es puro bluff?

5. Taiwán: afirma que “desde 1972 EU ha aceptado formalmente (sic) la fórmula de una sola China. En fechas recientes Taiwán y China han mejorado su relación y el declive de EU aumentará la vulnerabilidad de Taiwán y su atracción a una China exitosa económicamente que aceleraría el cronograma de la reunificación. Lo que está en juego: riesgo de una colisión seria con China. A mi juicio, poco probable. ¿A cambio de qué EU abandonará a Taiwán?

6. Georgia: queda vulnerable a la intimidación política y la agresión militar de Rusia. No podía faltar la legendaria rusofobia de Brzezinski. Lo que está en juego: dominio ruso del corredor energético sureño a Europa, posiblemente llevando mayor presión sobre Europa para acomodar la agenda política de Moscú. Efecto dominó en Azerbaiyán. Se le olvida que el mundo cambió en septiembre de 2008, cuando Rusia puso en su lugar la temeridad belicosa de Georgia, azuzada por Dick Cheney.

7. Bielorrusia: la tercera parte de sus exportaciones van a Rusia, de la que es casi enteramente dependiente de sus necesidades energéticas. Rusia tiene la oportunidad de reabsorber Belarús. Lo que está en juego: la seguridad de los vecinos países bálticos especialmente Letonia. Le faltó señalar que el efecto dominó alcanzaría a Europa del Este.

8. Ucrania: Europa estaría menos dispuesta y capaz de incorporar a Ucrania a una comunidad occidental en expansión, lo que deja más vulnerable a los designios rusos. Lo que está en juego: la renovación de las ambiciones imperiales rusas. La geopolítica de Ucrania ya se había decidido con el bloqueo del gas ruso, la llegada de Yanukovych a la presidencia y el arrendamiento de la base naval de Sebastopol (mar Negro) por un cuarto de siglo.

Conclusión: quiera o no Brzezinski, el mundo va que vuela a balcanizaciones y/o integraciones en medio de nuevos regionalismos con sus respectivas esferas de influencia: una geopolítica multipolar y darwiniana. ¿Dónde deja a Latinoamérica y a África?

* Foto Reuters

Fuente: La Jornada, 15.02.12

Read Full Post »

Diálogo 

con IGNACIO RAMONET

sobre CHINA, SUDAMERICA…

“Al Qaida provocó el furor militar

y el agotamiento de EE.UU.”

Director de Le Monde Diplomatique en español y doctor en Semiología e Historia de la Cultura, Ramonet acaba de escribir su libro La explosión del periodismo y aceptó discutir el mundo de los últimos diez años.

Por Martín Granovsky

Tiene el acento de Pontevedra, donde nació en 1943, y el entrenamiento internacional de haberse incorporado en 1973 a Le Monde Diplomatique, cuya edición francesa dirigió entre 1990 y 2008. Promotor, entre otras cosas, del Foro Social de Porto Alegre, Ignacio Ramonet se mueve con facilidad tanto en el análisis de los nuevos desafíos del periodismo como en el examen de las tendencias de la política mundial.

–Ya son diez años desde el 11 de septiembre de 2001.

–Y en el mismo mes, septiembre, tres años de la caída de Lehman Brothers.

–Esa ya es una definición.

–Pues claro.

–Esta entrevista no transcurre el 11 de septiembre de 2002, a un año del atentado. Por lo tanto el mundo que vivimos en 2011 registró ya muchos más cambios que la irrupción de Al Qaida con su ataque en territorio norteamericano.

–En estos diez años cambiaron los Estados Unidos. Poco después del atentado, la administración Bush utilizó el ataque a las Torres Gemelas como si lo hubiera estado esperando, para llevar a cabo una política neoimperial. Utilizar la fuerza del instrumento militar para imponer su voluntad política en particular en Medio Oriente.

–Hablar del atentado contra las Torres y decir “como si Bush lo hubiera estado esperando…” no significa avalar las teorías conspirativas del autoatentado.

–Esas teorías surgieron en Francia. Pero no creo en ellas. Sí creo que, de hecho, Al Qaida le hizo un favor. Pero con un matiz: aparentemente le hizo un favor. Bush salió con el instrumento militar a atacar Afganistán, a atacar Irak, etcétera. ¿Qué ocurrió? Se reveló que el instrumento militar no era suficiente. Es como lo que le pasó a Napoleón. Las guerras napoleónicas buscaban imponer, por la fuerza, la libertad. Y Napoleón fue derrotado. Bush libró sus guerras napoleónicas para imponer la democracia por la violencia. Le ocurrió igual. Se le resistieron desde el oscurantismo. Parte de la resistencia a Napoleón tenía un grito: “¡Vivan las cadenas!”. También: “¡Viva la Inquisición!”. Los islamistas radicales reivindican la ley sagrada y la Jihad. Al cabo de 10 años podemos decir que los Estados Unidos, agotados, no pudieron vencer de manera indiscutible. Irak es una media victoria, Afganistán es una semiderrota y Libia es una intervención extremadamente prudente. El resultado es el agotamiento. Las guerras costaron mucho. Aunque se hayan llevado todo el petróleo de Irak, que no es el caso, con eso no pagan lo que gastaron.

–Y si se mira el índice de desempleo estancado en 9,1 por ciento, las guerras no crearon empleo.

–No, no lo crearon. Al agotamiento del que hablaba se le sumó un endeudamiento colosal, y también la crisis del dólar. Quizás los Estados Unidos padecieron lo mismo que Ronald Reagan impuso a la Unión Soviética, cuando la obligó a seguir una carrera armamentística que agotó a Moscú y provocó la implosión del régimen. Al Qaida provocó, sin quererlo, el furor militar y el agotamiento de los Estados Unidos. Quizás, y subrayo el quizás para ser muy prudente, quizás estemos en el principio del fin del siglo americano. Empezó con la Primera Guerra Mundial. Mientras tanto, una potencia como China fue desarrollándose con una pujanza impresionante. Y el mundo se va haciendo cada vez más multipolar.

–¿Pero Washington no sigue siendo una potencia a gran distancia de cualquier otro país en términos estratégico-militares?

–Con el matiz que señalé sobre el agotamiento y con la realidad de que a los Estados Unidos no les alcanza ya para seguir con la misma fuerza. De hecho muchos estrategas dicen hoy que habría que dejar de gastar en el arma nuclear, que nadie va a utilizar, sobre todo si se levanta la hipoteca nuclear iraní. Efectivamente nadie alcanzó militarmente a los Estados Unidos. Pero, ¿qué uso harán los Estados Unidos de su herramienta militar? Hay que mirar bien el caso de Libia, donde los Estados Unidos pusieron en primera línea a Francia y a Inglaterra, que al cabo de tres meses decían que ya no tenían presupuesto para seguir. O sea que la supremacía militar occidental está muy limitada por la cuestión económica.

–Pero China está calzada con los Estados Unidos. Tiene bonos del Tesoro norteamericano.

–En manos de China está el destino del dólar. Obviamente no le interesa que el dólar se hunda porque perdería todas sus reservas. En ese sentido dependen el uno del otro. Pero últimamente China ha dado una serie de lecciones a los Estados Unidos sobre cómo hay que administrar. En la amonestación que lanzó a los Estados Unidos la acusación fue usar demasiado dinero en gastos sociales. Muy ultraliberal.

–Más Adam Smith que Confucio.

–Algo así. China tiene un rol muy importante. Y es, como Sudamérica sabe bien, el gran consumidor de materias primas, ya sean del agro o de la minería. Es también la gran fábrica del mundo. Sin embargo, al destino irresistible de gran potencia del siglo XXI que muchos teóricos le ven, yo pondría un bemol: China aún no ha pasado por la estabilización interna. Es una aparente potencia estable. Aún tiene pendiente el hecho de que su sociedad, el día menos pensado, pueda despertarse. Pasó en las sociedades árabes, y China tuvo su aviso en 1989 con Tiananmen. No es imposible, con 1400 millones de habitantes, que China también se desintegre. No está blindada contra esa posibilidad. Ninguna sociedad autoritaria sabe exactamente cómo va a reaccionar el día en que su ciudadanía le pida cuentas. Esta mezcla imposible de capitalismo ultrasalvaje y de socialismo ultraautoritario es una experiencia de laboratorio que, como toda experiencia de laboratorio, puede fallar y fracasar. En cambio las sociedades democráticas, desde ese punto de vista, son más flexibles. La rigidez china puede romperse.

–¿Sudamérica reúne hoy características de peso mundial?

–Hasta las revoluciones árabes, América del Sur tenía la especificidad de que era el territorio en que se estaban llevando a cabo en el mundo mayor número de experiencias de izquierda. Por consiguiente, era el punto de referencia para toda la izquierda internacional. Conceptos como democracia participativa, referéndum revocatorio, constituyentes, el ALBA original, voluntad de intervención estatal por sobre el mercado salvaje, eran conceptos vigentes en el debate político solo en Sudamérica. Otro punto es que por primera vez Sudamérica no se vio destruida por una crisis como la de Lehman Brothers. Y tiene autonomía respecto de los Estados Unidos, lo que le da un tono ejemplar frente a Europa, que vive como un padecer la crisis norteamericana. En este territorio, además, está surgiendo uno de los gigantes de mañana, Brasil, integrado en el Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y llevando a cabo una diplomacia internacional autónoma. Lo estamos viendo en Libia y en Siria. Varios países de la región, entre ellos la Argentina, junto con México y Brasil, están en el G-20, que hoy es el órgano ejecutivo de la política internacional con mayor eficacia que el Consejo de Seguridad de la ONU y sin los inconvenientes del veto. Visto desde afuera, América Latina está viviendo una Edad de Oro como la vive tal vez desde la independencia. Globalmente está pacificada, incluso con la necrosis del problema colombiano. La libertad y la democracia rigen, las elecciones tienen lugar con normalidad, los militares están en los cuarteles y nadie sospecha que vayan a salir mañana… Hay elementos negativos, como el narcotráfico, como la inseguridad en algunas sociedades, como el atraso en la organización de algunos Estados, pero en general los países, cada uno con sus singularidades, convergen y se articulan. Hoy las clases desfavorecidas de América Latina tienen más esperanza que nunca porque sus gobiernos están llevando a cabo una justa redistribución. Puede ser insuficiente, pero es constante.

–Eric Hobsbawm decía a comienzos de la crisis del 2008 que el capitalismo salvaje no sólo era injusto sino que sería inviable.

–En Europa muchos economistas serios, moderados, no los economistas revolucionarios, hablan de la solución argentina de la reestructuración de la deuda para Grecia. El Fondo Monetario Internacional era una referencia muy popular en América Latina. Despertaba hostilidad. En Europa no era ni mencionado. Hoy despierta la misma hostilidad que producía aquí.

–Sudamérica vive un debate sobre la relación entre los grandes medios, el poder y los Estados conducidos, en general, por gobiernos de centroizquierda que se revalidan en las urnas. ¿Los grandes medios pueden determinar la política?

–En América Latina son virulentos y tienen esa voluntad. Pero los gobiernos que tienen la serenidad de haber sido elegidos democráticamente pueden afrontar esa soberbia. En América Latina son los gobiernos los que tienen la voluntad de instalar mayor equilibrio entre medios privados y servicios públicos de información y comunicación. Los propietarios de latifundios de comunicación, que hasta ahora tenían el monopolio, no aceptan un equivalente de lo que fueron las reformas agrarias. Rechazan una reforma mediática y por eso dan la batalla, incluso con mala fe.

–La ley argentina de Servicios de Comunicación Audiovisual se propuso ampliar el sector público y desmonopolizar el privado.

–En Francia existían leyes que prohibían la integración vertical. No podías tener, en el mismo sitio, televisión, radio y prensa. El modelo a evitar era el de Rupert Murdoch, que ya vimos a dónde conduce. Pero claro, los latifundistas de medios piensan que la desmonopolización y la ampliación del sector público se hacen a expensas de ellos. Y en realidad es así, pero porque eran latifundios.

–El último libro se llama La explosión del periodismo. ¿Existe el oficio de periodista, todavía?

–Está en peligro de extinción. Pero eso no quiere decir que seguro vaya a extinguirse. Depende de cómo cada uno reaccione ante la nueva situación. El ecosistema que hacía a la profesión periodística está cambiando de uno a otro. En el ecosistema precedente, en los últimos 50 o 60 de expansión, con la idea de que se sabía exactamente qué era un periodista y qué eran los medios, ha explosionado. Llegó Internet y el desarrollo digital (el teléfono inteligente, las redes) modificó tanto el ecosistema que la pregunta es pertinente. Pero yo no soy pesimista.

–¿De verdad? ¿No está todo terminado?

–No, no lo creo. La historia y la historia de los medios demuestra que no es así. Siempre hubo cambios tecnológicos importantes. Cuando apareció la radio, en los años ’20 o ’30, la prensa escrita no desapareció. Cuando apareció la televisión, la radio no desapareció. Tampoco el cine. Y el cine no había hecho desaparecer al teatro o a la ópera. Pero antes había una profesión de telefonista, de enchufar las clavijas.

–También desaparecieron los tipógrafos.

–Claro. Desaparecen profesiones, o el revelado fotográfico. Pero además los cambios tecnológicos fueron muy importantes pero eran relativamente pequeños respecto de lo que representa Internet. Internet no sólo es un cambio en uno de los aspectos de la comunicación, por ejemplo en la escritura, sino en los tres grandes sistemas de signos: la escritura misma, el sonido y la imagen. Se ha dicho a veces que Internet es tan importante como la invención de Guttenberg, que la imprenta. Pero es más importante que la imprenta.

–¿Por qué Internet sería más importante que la imprenta?

–Porque la imprenta sólo tocaba al libro, a lo escrito. No al dibujo o a las representaciones gráficas que cambiaron en Occidente cuando en los siglos XIV y XV Filippo Brunelleschi inventó la perspectiva. La imprenta fue clave, sí. No sólo cambió la manera de fabricar textos sino el número de universidades. En 1440 había cuatro o cinco. Con la extensión del libro se multiplicó su número y surgieron el humanismo, el Renacimiento…

–La edición de la Biblia en lenguas que no fueran el latín.

–Exacto. Que fue un soporte del protestantismo. Cada uno podía tener su libro, que antes valía lo mismo que un coche de carreras hoy día. Desaparecen, de paso, los copiadores. Lo que quiero decir es que hay transformaciones en la política, en la sociedad, en la geopolítica… La guerra de los Treinta Años, de protestantes contra católicos es una consecuencia, en ese sentido, de la imprenta. Hoy Internet y las redes sociales no generan por sí solas algunos fenómenos pero los aceleran enormemente.

–¿El uso masivo de los BlackBerry en las recientes protestas de Londres?

–Por ejemplo. Esas protestas, en buena medida, son hijas de Internet.

–Internet y las redes sociales, ¿producen el fenómeno o son herramientas de cada fenómeno?

–Las redes no son una causa sino un acelerador. Las causas son siempre las condiciones sociales, económicas, políticas… Pero la aceleración es importante. La globalización sólo adquiere la intensidad actual cuando se crean las que llamamos autopistas de la información, por donde circulan 24 horas sobre 24 las órdenes de compra y venta en las bolsas que circulan velozmente gracias a lo que la era digital ha permitido. Internet es por una parte un actor de lo que ocurre y un vector de lo que pasa, y en ambos casos más allá del campo de la comunicación. Si volvemos a centrarnos con el microscopio en un aspecto particular y pensamos otra vez en la profesión periodística, evidentemente es una profesión sometida a muchos impactos que la transforman. El periodista tenía hasta ahora el monopolio de la información. La sociedad recibía la información a través de los periodistas.

–¿Y no sería más así?

–Es un trabajo compartido. Los ciudadanos con sus blogs y la información que ellos mismos difunden, con los sitios de información en línea, con la información que se difunde por Twitter.

–No está mal esa nueva situación. ¿O sí? Inclusive no está nada mal para los periodistas: por un lado hay más fuentes de información a mano y por otro lado cualquiera puede corregir lo que hacemos.

–Seguro.

–Y si el periodista es bueno, además conservaría su capacidad de edición, aunque ya no sea monopólica.

–Claro. Yo diría que es el momento para los periodistas de demostrar que los periodistas son necesarios para la sociedad. La sociedad, en teoría, por la extensión de los instrumentos como Internet, podría autoinformarse. Naturalmente es un sueño que no se puede realizar. Como dice el psicoanálisis, no basta con que uno tenga conocimientos para autoanalizarse. Por definición, el autoanálisis no existe. La sociedad no puede “autoinformarse” pero al menos en teoría sería posible. De ahí que los periodistas sean más exigidos que antes. Antes tenían ese monopolio, cierto prestigio social, ejercían cierto “terrorismo” intelectual en la sociedad… Ese estatuto un poco privilegiado está perturbado por todo esto que está llegando, donde surgen voces nuevas y periódicos nuevos. Basta ver el éxito de The Huffington Post en los Estados Unidos.

–Hasta llegó a venderse en pocos años, revaluado, por el éxito que alcanzó. ¿Cómo se reconoce hoy y cómo se reconocía antes a un buen periodista? ¿Cambió de veras el oficio?

–¿Qué le pide uno a la información hoy? Que sea fiable. Mucha información que recibimos no es fiable, no es creíble y a veces incluso se revela falsa. Ni siquiera hablo de mala intención ni de manipulación voluntaria, que existen. Sólo me refiero a que un programa de radio o un canal de televisión no le puedan garantizar al ciudadano que la información que le transmiten sea verdadera. El uso del condicional y de “al parecer”, el “según ciertas fuentes…”, se hizo abusivo. Hace que si los periodistas se limitan a transmitir una información lo más rápidamente posible, porque saben que en la rapidez está en parte la captación de la audiencia, no pueden verificar la realidad de la información que están transmitiendo. Entonces el ciudadano quiere fiabilidad. ¿Qué medios pueden garantizarlo? Indiscutiblemente no son los canales de información urgente, inmediata, constante.

–El mundo que escucha, ve y lee multimediáticamente, no tiene todavía una palabra que lo designe, ¿no es cierto?

–No, aún no.

–Esa persona para la cual no tenemos definición, ¿espera aún que de alguna manera alguien le explique lo que sucede?

–Tú lo has dicho: de alguna manera. La cuestión es que hoy la información ya se da con su modo de empleo. Los medios dan la información y dicen cómo interpretarla. Muy rápidamente. Demasiado sumariamente. Quizás el ciudadano está esperando que le pongan la información en contexto. Eso lo impide la urgencia, lo perturba la inmediatez.

–La audiencia recibe fragmentos.

–Efectivamente. Así funciona la información. Hoy un fragmento, mañana otro… Pero el ciudadano no va a poder hacer el trabajo de reunir el mosaico. Tiene que haber especialistas de lo general. Son llamados generalistas.

–Los podemos llamar “todólogos”.

–Está bien. Pero cada día es más difícil encontrarlos. El mundo se ha hecho muy complejo. No todo el mundo sabe, si el tema es Fukushima, qué es la radiactividad, cómo funciona, qué es un terremoto y qué consecuencias trae.

–Bueno, el que no sabe y es periodista puede preguntar.

–Sí, pero cuando un canal de televisión envía a un equipo porque se produjo el accidente de Fukushima y eso asusta al mundo entero, y el equipo llega a Japón, no todo el mundo habla japonés, no todos los japoneses forzosamente hablan inglés, se enteran de algunas cosas, como la energía nuclear en Japón, recién al llegar, averiguan qué autoridad la pilotea. Antes, en los años ’20 o ’30, un periodista era enviado a un lugar en barco. En el tiempo de llegar ya había leído varios libros y sabía algo de lo que le esperaba. Hoy día en unas cuantas horas estás al otro lado del mundo y ni has tenido tiempo de reunir a la gente que te puede explicar, ni de leer todo lo que debías haber leído. Por eso el propio oficio no se hace con las garantías necesarias. Si a eso añades que estás escribiendo y estás siendo “vigilado” en lo que escribes por una multitud de personas que tienen a disposición la posibilidad de intervenir en lo que tú escribes, a veces desde la autoridad de ser doctores en sismología o japonología, tu trabajo ya no será juzgado sólo por los lectores habituales o los colegas sino por toda una serie de especialistas.

–Y eso es bueno.

–¡Claro que es bueno! Algunos periodistas, como dije, ven su estatuto puesto en cuestión. Pero para la colectividad en su conjunto es muy bueno. Antes, en la era industrial, las cosas se ofrecían totalmente terminadas. La información también: salía y no se volvía a tocar. Era autónoma. Hoy no. Sale la información y en la mayoría de los medios, on line, ya hay comentarios. La información se irá puliendo y al final habría casi que volver a redactar el artículo en función de los aportes positivos, que obviamente hay que verificar, que fueron apareciendo en el camino. Hoy la información es un acto colectivo, más democrático. Evidentemente también hay rumores, falsa información, complotismo, prejuicios. Pero el avance es importante porque el periodista no está sólo. Antes tenías dos actores, uno activo y otro pasivo. El emisor y el receptor. Hoy el receptor es tan activo como el emisor. Yo lo llamo webactor. Tiene su propio sistema de comunicación. Bien. Primero hay que aceptar ese diálogo porque forma parte de la realidad de hoy y tiene muchas cosas buenas por recoger. El resultado puede ser mucho más interesante aún. Pero claro, el estatuto del periodista y los periodistas se ha modificado. Hay muchas universidades y mucha gente que sabe mucho. No les puedes contar cuentos. Y no les puedes contar cuentos a todos permanentemente.

–O sea que no todo está perdido.

–Al contrario.

–Salvo para los que quieran perderse.

–Para los que se queden inmóviles. Para una nueva generación de periodistas, en cambio, quizás no haya habido en mucho tiempo tantas posibilidades como las que presenta hoy el sistema comunicacional. Un grupo de periodistas recientemente egresado puede crear un medio de alcance nacional, continental o planetario, con pocos recursos financieros, cosa que no fue posible para generaciones anteriores. Es decir que no sólo tengo cero pesimismo sino que miro las cosas con una visión muy optimista.

//

//
// ]]>Fuente: Página 12, 11.09.11 –
Imagen: Guadalupe Lombardo

Read Full Post »

Joseph Stiglitz:

El precio del 11 de septiembre

A diez años de los atentados del 11-S, que costaron la
vida de 3 mil personas, este artículo de Joseph Stiglitz para recordar que gran
parte de la actual crisis financiera es producto de la barbarie bélica iniciada
por George W. Bush

Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011 realizados por Al Qaeda tenían la intención de dañar a Estados Unidos, y lo consiguieron, pero en formas que Osama Bin Laden probablemente nunca se imaginó. La respuesta del presidente George W. Bush a los ataques puso en riesgo los principios básicos de Estados Unidos, socavando su economía y debilitando su seguridad.

El ataque a Afganistán posterior a los ataques del 11 de septiembre fue comprensible, pero la posterior invasión de Irak fue totalmente ajena a Al Qaeda, a pesar de que Bush trató de establecer un vínculo. Aquella guerra que se eligió llevar a cabo se convirtió de manera rápida en muy costosa, alcanzando órdenes de magnitud que fueron más allá de los $60 mil millones que se afirmaron al principio, ya que una colosal incompetencia se encontró con tergiversaciones deshonestas.

De hecho, cuando Linda Bilmes y yo calculamos los costos de la guerra de Estados Unidos hace tres años, la cifra conservadora alcanzo entre $3 a $5 billones de dólares. Desde aquel entonces, los costos se han elevado aún más. Debido a que casi el 50% de las tropas que regresan cumplen los requisitos para recibir algún tipo de pago por incapacidad, y hasta el momento más de 600.000 de ellos han sido atendidos en instalaciones médicas para veteranos, ahora estimamos que los pagos por incapacidad y asistencia médica en el futuro alcanzarán en total una cifra que se encuentra entre los $600 a 900 billones. Sin embargo, los costos sociales, que se refleja en los suicidios de veteranos (que han superado los 18 por día en los últimos años) y las desintegraciones familiares, son incalculables.

Aún en caso de que Bush fuese perdonando por llevar a Estados Unidos, y a gran parte del resto del mundo, a la guerra con pretextos falsos, y se le perdonara tergiversar el costo de dicho emprendimiento, no hay excusa para la forma en la eligió financiarla. La suya fue la primera guerra en la historia pagada enteramente con créditos. Mientras que Estados Unidos entraba en batalla, teniendo déficits que ya estaban muy elevados por su recorte de impuestos del año 2001, Bush decidió lanzar una nueva ronda de “alivio” tributario para los ricos.

Hoy en día, Estados Unidos centra su atención en el desempleo y el déficit. Estas dos amenazas al futuro de Estados Unido pueden ser remontadas, y no en poca medida, a las guerras en Afganistán e Irak. El aumento en los gastos de defensa, junto con los recortes tributarios de Bush, forman la razón clave por la que Estados Unidos pasó de un superávit fiscal de 2% del PIB cuando Bush fue elegido a su lamentable déficit y situación de deuda de hoy en día. El gasto público directo en dichas guerras, hasta el momento, asciende a aproximadamente $2 billones de dólares, lo que significa $17.000 por cada hogar estadounidense, y existen gastos cuyas facturas aún no se reciben que aumentarán dicha cifra en más del 50%.

Es más, como Bilmes y mi persona argumentamos en nuestro libro La Guerra de los Tres Billones de Dólares, las guerras han contribuido a la debilidad macroeconómica de Estados Unidos, lo que exacerbó su déficit y deuda. En aquel entonces, como es el caso ahora, la agitación en el Oriente Medio condujo a precios del petróleo más elevados, lo que obligó a los estadounidenses a gastar dinero en importaciones de petróleo que de otra manera podría haber sido gastado en la compra de bienes producidos en EE.UU.

Pero en aquel entonces, la Reserva Federal de EE.UU. escondió estas debilidades creando una burbuja inmobiliaria que condujo a un boom de consumo. Se necesitarán años para superar el excesivo endeudamiento y sobreendeudamiento en bienes raíces resultantes.

Irónicamente, las guerras han debilitado la seguridad de Estados Unidos (y del mundo), una vez más en formas que Bin Laden no se hubiera podido imaginar. Una guerra impopular hubiera dificultado el reclutamiento militar bajo cualquier circunstancia. Pero como Bush trató de engañar a Estados Unidos sobre los costos de guerra, financió insuficientemente a las tropas, inclusive negándose a realizar gastos básicos; por ejemplo, fondos para vehículos blindados y resistentes a minas que son necesarios para proteger vidas estadounidenses o fondos para la adecuada asistencia médica de los veteranos que regresan. Un tribunal de EE.UU. dictaminó recientemente que los derechos de los veteranos habían sido violados(¡sorprendentemente, el gobierno de Obama afirma que se debe restringir el derecho de los veteranos a apelar ante los tribunales!).

La extralimitación militar de manera predecible a dado lugar a nerviosismo sobre el uso de la fuerza militar, y el conocimiento de otros tienen sobre la existencia ha debilitado también la seguridad de Estados Unidos. Pero la verdadera fuerza de Estados Unidos, en vez de encontrarse en su poder militar y económico, se encuentra en su «poder blando», en su autoridad moral. Y dicho poder también se debilitó, ya que EE.UU. violó derechos humanos básicos como el habeas corpus y el derecho a no ser torturado, lo que puso en duda su compromiso de larga data con el respeto al derecho internacional.

En Afganistán e Irak, los EE.UU. y sus aliados sabían que para alcanzar la victoria a largo plazo se necesita ganar corazones y opiniones. Pero los errores cometidos en los primeros años de dichas guerras complicaron la ya difícil batalla. El daño colateral de la guerra ha sido masivo: según algunas versiones, más de un millón de iraquíes han muerto, ya sea de manera directa o indirecta, a causa de la guerra. Según algunos estudios, por lo menos 137.000 civiles han muerto violentamente en Afganistán e Irak en los últimos diez años; sólo entre los iraquíes, hay 1,8 millones de refugiados y 1,7 millones de personas desplazadas dentro del mismo país.

No todas las consecuencias fueron desastrosas. Los déficits a los cuales las guerras estadounidenses financiadas con deuda han contribuido tan poderosamente han forzado ahora a que EE.UU. enfrente la realidad de sus restricciones presupuestarias. El gasto militar de Estados Unidos sigue siendo casi igual al gasto que hace todo el resto del mundo en su conjunto, dos décadas después del fin de la Guerra Fría. Algunos de los gastos que se aumentaron fueron destinados a las costosas guerras en Irak y Afganistán y a la más amplia Guerra Global contra el Terrorismo, pero la mayor parte se desperdició en armas que no funcionan contra enemigos que no existen. Ahora, por fin, esos recursos serán reubicados, y EE.UU. probablemente obtenga mayor seguridad pagando menos.

Al Qaeda, no obstante que no ha sido derrotado, ya no parece ser la amenaza que surgía de manera tan importante tras los ataques del 11 de septiembre. Pero el precio pagado para llegar a este punto, en los EE.UU. y en los demás países, ha sido enorme, y en su mayoría evitable. El legado estará con nosotros durante mucho tiempo. Vale la pena pensar antes de actuar.

Fuente: Jaque al neoliberalismo, 01.09.11 – Tomado de Project Syndicate

Read Full Post »

Libia, el petróleo y los amigos

Por Leonardo Plasencia

Mientras representantes de sesenta países se reunieron ayer en París para discutir el futuro de la Libia post-Khadafi salió a la luz una carta en la que el gobierno de transición prometería a Francia un 35% del petróleo del país africano. Alain Juppé, ministro de relaciones exteriores del país galo desconoció la existencia de tal documento pero consideró «lógico» que los países que apoyaron la revuelta sean socios privilegiados del nuevo gobierno.

Bajo el nombre «Los Amigos de Libia» se llevó a cabo en París la conferencia internacional para discutir los detalles de la transición política y la recuperación económica del país norafricano. Desde la redacción de una constitución hasta la creación de partidos políticos, Libia, un país sin tradición democrática, debe comenzar de cero su construcción institucional para formar parte activa de la comunidad internacional. Con la guerra (casi) terminada, la capital Trípoli tomada y el líder Muammar Khadafi en la clandestinidad, delegaciones de sesenta países, occidentales y árabes, se reunieron junto a los representantes de los «rebeldes» libios, el Consejo Nacional de Transición (CNT). Algunos analistas hablan ya de una «carrera» por los millonarios contratos que deberán cerrarse para la reconstrucción del país y, por supuesto, de la explotación de la primera reserva petrolera del continente africano.

«Debemos ayudar a los pueblos en peligro de muerte, en nombre de la conciencia universal que no puede tolerar tales crímenes» declaró el presidente francés Nicolas Sarkozy el pasado 19 de marzo al anunciar el comienzo de las operaciones militares de la coalición; «lo hacemos para proteger a la población civil de la locura asesina de un régimen que, asesinando a su propio pueblo, a perdido toda legitimidad». A seis meses de ese discurso, que daba comienzo a la intervención armada apoyado en el Derecho a la Ingerencia Humanitaria, el líder libio Muammar Khadafi se encuentra en la clandestinidad y el país norafricano virtualemente bajo control de las fuerzas rebeldes apoyadas por la comunidad internacional.

Con Muammar Khadafi fuera del gobierno y el apoyo de las fuerzas aliadas, los rebeldes ya piensan en la libia post-Kadhafi y prometen recompensar a las fuerzas de la coalición. «En el camino al desarrollo de Libia prometemos favorecer a los países que nos han ayudado» declaró ayer Moustapha Abdeljalil, jefe del CNT. En relación a las licitaciones internacionales para la reconstrucción del país el funcionario aseguró que «los trataremos en función del apoyo que nos han dado [durante la guerra] a los rebeldes». Es de conocimiento público, sobre todo luego de las guerras de Irak y Afganistán, que los países que más invierten, militar y políticamente, salen beneficiados a la hora de la firma de los millonarios contratos una vez «pacificado» el país en conflicto. Sin embargo, Francia, país que lideró la intervención de las fuerzas de la coalición de la OTAN en Libia, habría recibido una promesa cifrada y por escrito para le explotación del petróleo del país africano.

En este sentido, e l diario galo Libération, hizo pública en el día de ayer una carta con fecha del 3 de abril del corriente año (a sólo tres semanas del comienzo de las operaciones de la coalición internacional): «…en cuánto al acuerdo sobre el petróleo con Francia,hemos delegado al hermano Mahmoud [Shammam, Ministro de información del CNT] para firmar el acuerdo atribuyendo 35% del total del petróleo bruto a los franceses a cambio del apoyo total y permanente a nuestro Consejo [CNT]». La misiva, firmada por representantes del Consejo Nacional de Transición, se dirige al cabinete del Emir de Qatar el sheik Hamad bin Khalifah-al-Thani (intermediario arabe entre Francia y el CNT), con una copia dirigida al representante de la Liga Arabe, Amr Moussa.

Consultado por el documento que promete un tercio del oro negro libio al país galo el Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé, dijo: «No tengo conocimiento de esa carta» y aseguró que desconoce la existencia de un acuerdo formal entre ambos países. «Lo que sé es que el CNT a dicho formalmente que para la reconstrucción de Libia darían trato preferencial a aquellos que los ayudaron, lo cual me parece lógico y justo» arremetió el funcionario.

Libia posée reservas petroleras por al menos 44 billones de barrilles, casi 4% del total mundial. Los principales compradores el oro negro libio en 2010 fueron Italia (28%) y Francia (15%). «No hay una carrera por ver quién llega primero a Libia» aseguraba el viernes último el ministro de relaciones exteriores de Italia, Franco Frattini, en una entrevista radial. El jefe de la diplomacia italiana consideró que «Italia y Francia no estan en una batalla de tipo colonial para adueñarse de las riquezas del pueblo libio». Sin embargo, los especialistas aseguran que la francesa Total y la italiana ENI serían las grandes beneficiarias de los millonarios contratos petroleros con el nuevo régimen. Con carrera o sin carrera, el Cavaliere Silvio Berlusconi, puso primera y anunció la firma de un acuerdo por el cual el grupo petrolero italiano ENI proveerá de gas y combustible al pueblo libio, sin necesidad de pago… por ahora.

Fuente: Rebelión, 04.09.11

Read Full Post »

ESTADOS UNIDOS:

deuda y debilidad

La ausencia de un acuerdo político entre republicanos y demócratas en Estados Unidos sobre la ampliación del techo de endeudamiento para el gobierno de ese país –a efecto de evitar una declaratoria de insolvencia por primera vez en la historia de la superpotencia–, ha extendido el temor a escala mundial. Hasta ahora, la única certeza es que los efectos de una suspensión de pagos de Washington tendría efectos devastadores sobre el sistema financiero internacional y haría prácticamente inevitable el inicio de una nueva recesión económica, en un momento en que muchos países siguen sintiendo los ramalazos de la crisis de 2008 y 2009.

Ante esta perspectiva, el presidente Barack Obama pidió ayer a sus correligionarios y a los opositores actuar con responsabilidad y asumir un “sacrificio compartido”; aceptó la necesidad de adoptar medidas impopulares –como las derivadas del recorte presupuestario demandado por los republicanos–, pero sostuvo que la solución profunda al problema de la deuda y el déficit fiscal –indicadores que están en su punto más alto de los últimos 60 años– no se podrá lograr “sin pedir a los estadunidenses más ricos que paguen su parte justa, o sin resolver los vacíos legales que dan a los intereses especiales y a grandes corporaciones ventajas fiscales que los estadunidenses de clase media no tienen”. 

La postura del mandatario resulta acertada si se toma en cuenta que el elevado nivel de endeudamiento en Estados Unidos –que alcanza ya 70 por ciento de su producto interno bruto– se explica en buena medida por la persistencia de elementos e inercias que los republicanos se empeñan en defender: la espiral de recortes a los impuestos de los ricos, inaugurada por el régimen conservador de Ronald Reagan y redimensionada por el gobierno de George W. Bush; el exorbitante gasto derivado del espíritu belicista y colonialista de Washington, que en la década pasada se ha involucrado en dos guerras –Irak y Afganistán– injustificables desde el punto de vista humanitario y costosísimas desde el económico, así como la persistencia de programas de rescates a los grandes capitales a cargo del erario, como los puestos en marcha durante la pasada crisis económica, que fue sobre todo resultado del libertinaje que impera en Wall Street.

Ahora, ante la evidencia del descontrol provocado por el derroche y la irracionalidad de las recientes administraciones estadunidenses, y ante la manifiesta necesidad de corregir un problema que se ha vuelto estructural en la economía de ese país, a los republicanos no se les ocurre otra solución que sacrificar a la mayoría de la población mediante los recortes al gasto público y la defensa de los privilegios de los grandes capitales, y colocan, con ello, a la administración Obama ante una disyuntiva indeseable: ser la primera en la historia en incurrir en la suspensión de pagos o lidiar con el amplio y justificado descontento de las mayorías sacrificadas y con el consecuente costo político.

Se asiste, pues, a la confirmación del conflicto en que se encuentra la actual presidencia estadunidense: a pesar del fortalecimiento que implicó para ella la captura y muerte de Osama Bin Laden, y no obstante las concesiones que Barack Obama ha hecho a los halcones de Washington y a los integrantes del complejo militar-industrial y del lobby financiero de ese país, el bando opositor no parece dispuesto a ceder un ápice en su postura, y complica peligrosamente las negociaciones que se desarrollan en estas horas decisivas.

Fuente: La Jornada – Opinión, 17.07.11

Read Full Post »

Muerte y desaparición de Bin Laden

Por Roberto Páez González

Los premios Nobel no siempre fueron atribuidos a personalidades que merecieran un alto premio, pero son premios de mucha valoración en las sociedades contemporáneas. Por eso hoy hay muchos críticos de Obama, quien siendo reciente premio Nobel de la Paz se ha encargado de reorientar algunas guerras que su país tenía en curso, coiniciar la de Libia y felicitar a su propio gobierno y a los Estados Unidos por el asesinato de Bin Laden. 

Lo que es verdaderamente temible es que la primera potencia mundial recurra al homicidio como instrumento de política exterior; porque más allá de la venganza, que en este caso ha reemplazado a cualquier justicia institucional, el resonante triunfo que se han adjudicado convalida –junto con el aluvión mediático- el hacerse justicia por mano propia, sin escatimar medios, sin miramientos por la soberanía de otro país –Pakistán- y hasta haciendo desaparecer el cadáver y proclamando un nombre de la operación –Gerónimo– que retrotrae a sucesos estadounidenses genocidas con ecos actuales discriminatorios y racistas.   

Fue también uno de los tres grandes eventos mediáticos de la semana, con la boda de Kate y William y la beatificación de Juan Pablo II.

Ya, los príncipes descansan en Anglesey, Gales, Juan Pablo está en el cielo o cerca y Osama en alguna parte de algún mar. 

Sic transit gloria mundi, pero no todo está dicho. Aunque antes de unos balances diáfanos que puedan ser efectuados con más experiencia mundial, podemos tratar de sacudirnos nuestro propio asombro y algunas de nuestras dudas. 

La beatificación, claro está, forma parte de los ritos católicos –y por algo, católico quiere decir universal- por lo que una gran comunidad está convocada a la veneración, tanto más cuanto que se trata de un Papa que ejerció hace poco y durante 25 años, defendiendo un programa moral contentivo de reivindicaciones de los neocon norteamericanos. 

Los soberanos del Reino Unido disfrutan de un gran consenso y los ritos relativos a la familia real se superponen a otros cualesquiera de la modernidad comercial, industrial y militar inglesa, reproduciendo besos nupciales de los cuentos de hadas para celebrar la pompa monárquica de la democracia británica, con prescindencia de eventuales discordias que como ya se sabe, suceden en las mejores familias. 

Darle muerte al jefe de la Djihad islámica y hacer desaparecer su cadáver tampoco es totalmente novedoso. Por alguna razón que conviene tener presente –se la estudie o no- los restos mortales de Jesús, Eva Perón o el Che Guevara, por ejemplo, desaparecieron por algún tiempo más o menos largo. En Argentina y en otras partes del mundo conocemos qué es la desaparición de personas o hasta la desaparición de sus restos mortales. 

Se trata de circuntancias que tienen que ver con la tragedia griega, con el respeto de los muertos, con el temor de los mártires y de los sepulcros. Y al mismo tiempo, en el caso de los restos de Osama, también tiene que ver con las modalidades modernas y contemporáneas de la diplomacia, las relaciones internacionales y los cánones de convivencia aceptados entre los pueblos. 

Recordemos que para finalizar un conflicto religioso –cierto que entre cristianos: católicos y protestantes-  los acuerdos de Osnabrück y Münster, en 1648, llamados de Westfalia, ponían fin a la Guerra de 30 Años, aunque Francia continuaba sus conquistas, particularmente contra España, hasta 1659. 

Pero más que influir sobre cambios territoriales, Westfalia ponía fin a la universitas christiana, con la que el Emperador y el Papa mediaban en asuntos de la cristiandad, considerada como República de Estados diversos, y así surgía la idea francesa del Estado, que se oponía a la intervención de poderes ajenos en el reino francés, afirmando su legalidad independiente, una doctrina que se generalizó, dando lugar al concepto de soberanía nacional y del Estado nación. Y el papado dejó de ejercer un poder temporal. Y la diplomacia conoció importantes desarrollos. 

En la globalización actual, se destaca una concepción por la que un grupo de países puede actuar –en nombre de la comunidad internacional- en el marco legal de la ONU; pero también, la primera potencia puede actuar según su fuerza. En ambos casos, invocando la defensa de la democracia o de los derechos humanos como valores universales, haciendo caso omiso de las constituciones nacionales de países que no forman parte de su núcleo central. Como si reemplazaran al papado y al imperio, invocando -en vez de la universitas christiana– la civilización occidental o la democracia y considerando al planeta –como antes de Westfalia- como un patrimonio heredado. 

Sólo que subsisten potencias -no occidentales o no cristianas- como Rusia o China, por ejemplo, que cohabitan con las principales potencias occidentales –Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia- en diversos organismos, tales como el Consejo de Seguridad o el G-20, pero que no están mecánicamente alineadas al diapasón estadounidense o de la OTAN. 

Sin duda, no será por las cenizas del demonizado Bin Laden que los dirigentes de Rusia, China y otros países se rasgarán las vestiduras, pero algunos pensarán conforme sintetiza el dicho: cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas en remojo

Aquí, el desafío está lanzado y no cabe duda; no sólo por el hecho, sino porque el propio presidente de los Estados Unidos, quiso despejar interpretaciones, confirmando que Estados Unidos está en condiciones de hacer cualquier cosa que se proponga. Es un órdago para ser tomado en cuenta en todo el planeta. 

¿Exceso de confianza en sí mismo? Lo que dirá la historia requiere tiempo, pero la determinación existe. 

Las bases ideológicas de la Djihad islámica no dejan de ser un tanto imprecisas para nosotros, lectores latinoamericanos. Así como muchos veíamos repetidamente en los periódicos Al-Qaida, al-Qaeda o Al Qaeda sin saber que significa « la base », también asimilamos Djihad islámica a fanatismo musulmán, y la mayoría de los periódicos occidentales transmiten la idea de que son radicales, extremistas o terroristas, y ya está montada la amalgama, el bocado, la anteojera, el cabestro. 

Es una expresión que ha evolucionado, que nos resulta compleja, además, porque es tan complejo como luchar contra las tentaciones, hacer el combate sagrado por Allah y aun hacerlo por los diferentes medios que son el corazón, la lengua o la espada. 

Pero luchar contra los infieles, ya no es lo que era cuando las guerras de religión entre cruzados y sarracemos. Desde el siglo XVII Europa aprendió a llamarles musulmanes, mahometanos, ismaelitas, moros, pero no a comprender del todo que estaban todavía actuando en forma eurocéntrica al llamarlos así, como más tarde llegó a plantearse esa autocrítica. De hecho hubo miradas europeas que –cuando con Westfalia- se dejó de considerar a la religión como causa de beligerancia (pero esto fue primero entre cristianos, y para el Otro cristiano) trataron de tener un concepto universal del hombre. 

Inclusive demasiado universal, porque procuraron imponerlo, también, por la fuerza, en algunos casos, aunque no en forma pura, sino como adherencia a intereses imperiales, comerciales u otros, tal vez como pasó con Cristo y el oro en la Conquista de América. 

De todas maneras, nos es preciso volver a esta Djihad para decir que desde nuestro punto de  vista y hasta donde llega nuestro limitado alcance, la misma es portadora de una serie de ideas reaccionarias relativas a la condición de la mujer, a la sujeción religiosa, a la falta de planteos institucionales para ofertar a las masas de los países árabes y musulmanes vías políticas para su propia emancipación nacional y social. 

También cabe recordar algunas consideraciones de Frantz Omar Fanon, en los Condenados de la tierra, relativas al tema del velo en la sociedad argelina de la época de la lucha anticolonial. Decía que ese vestigio, que casi había caído en desuso, recobró valor como foco de resistencia,  lo mismo que el rechazo de la visión francesa u occidental de la emancipación de la mujer. 

En nuestros tiempos, acaso no sea tan difícil interpretar cuál es la situación respecto de estos temas, que sin duda han evolucionado. Pero con toda seguridad, el neoliberalismo, que allí también sembró desigualdades sociales, deja ahora una masiva juventud ávida de empleos que no existen y consciente de que el Mundo Arabe y –ante todo su propio país- no es una isla en el Mundo planetario. 

Con respecto a los nuevos problemas de las sociedades en que predomina el sentimiento religioso musulmán, no es el terrorismo de Al Qaeda lo que puede aportarles las mejoras que necesitan. El estado de la opinión en esos países se halla en pleno proceso de replanteos. Y seguramente, el asesinato de Osama Bin Laden no cambia las cosas más importantes. 

Pero va a suscitar el rencor y el resquemor. Los principales líderes de los países desarrollados occidentales ya adelantaron que puede haber represalias. Una de las primeras reacciones es, pues, desde ya, incentivar los controles y apoyarse en el miedo, que -aunque dicen que no es zonzo- frena las libertades públicas. 

Tampoco se puede excluir que la guerra se extienda de Afganistán a Pakistán. Y en todo caso, es inevitable que el estupor cunda y se moldeen nuevas formas de relación de los militares pakistaneses con socios y vecinos, y entre ellos mismos. ¿Era algo deseado a través de la operación Gerónimo? 

Los sucesos de Abbottabad y los ingentes comentarios forman parte del primer acto, solamente. Las claves no figuran. Pero ahora, las claves residen también en saber por qué y para qué el gobierno de la primera potencia mundial adopta estas decisiones. 

¿Qué hay del otro lado de la colina? Se preguntaba Wellington.

Roberto Páez González – 03.05.11 

//   //

Read Full Post »

Libia,

¿el fin del unilateralismo de Estados Unidos?

Por Soledad Loaeza

El pasado lunes 28 de marzo, la Casa Blanca dio a conocer un texto en el que el presidente Barack Obama explica la participación de Estados Unidos en el conflicto libio. No se trata de una doctrina –señalan los comentaristas– porque el presidente es un pragmático, que toma sus decisiones con base en una evaluación ponderada de cada caso. Sin embargo, el texto sobre Libia contiene planteamientos que pueden ser leídos como los lineamientos de una política exterior de largo plazo. El más importante de éstos me parece ser el reconocimiento de que si bien el siglo XXI se ha iniciado en un mundo unipolar, en el que existe una única superpotencia, ésta no puede asumir la responsabilidad de policía mundial que algunos se empeñan en atribuirle. En estos momentos Estados Unidos tiene más compromisos militares de los que puede atender, y más responsabilidades internacionales de las que está dispuesto a asumir, dada la urgencia de algunos de sus problemas internos, por ejemplo, el sobreendeudamiento. Es decir, hoy, la Casa Blanca reconoce que cuenta con recursos limitados, de suerte que sus acciones en el exterior también serán limitadas.

Esta postura de Obama es radicalmente distinta de la que sostenía su predecesor, George W. Bush, que defendía el unilateralismo en política exterior, indiferente a cualquier limitación, ya sea financiera o de opinión pública. El presidente Obama sostiene que la intervención en Libia es de carácter humanitario, pero subraya que comparte la responsabilidad de las operaciones con una coalición integrada con sus aliados europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y por miembros de la Liga Árabe, el reino de Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Además, las operaciones de la coalición se apoyan en una resolución de Naciones Unidas, y pueden ser vistas como respuesta a la urgente solicitud de los rebeldes libios.

Me parece que el tema de la responsabilidad compartida en el mantenimiento de la paz, o en la defensa de los derechos humanos, marca una profunda discontinuidad de la política exterior de Estados Unidos con el pasado. Es cierto que la responsabilidad compartida subyace al principio de la seguridad colectiva, que fue una de las piedras angulares del orden internacional en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, también es cierto que desde que en 1947 el presidente Truman enunció su doctrina de Defensa de la democracia donde quiera que ésta estuviera amenazada, Estados Unidos asumió ese objetivo como una responsabilidad exclusiva que, en realidad, sirvió para enmascarar la defensa de sus intereses. Ahora, en cambio, y después de las amargas lecciones de Vietnam, Irán, Irak y Afganistán, el gobierno estadunidense se ha tomado más en serio el compromiso de compartir con otros gobiernos responsabilidades internacionales, en particular la protección de los derechos humanos, el tema que ha minado el concepto tradicional de soberanía.

La intervención humanitaria plantea dilemas de difícil solución: ¿hasta qué punto es legítima? ¿se trata de un vehículo de los intereses extranjeros? Si recordamos las masacres de Kosovo o de Ruanda, donde murió más de un millón de personas, la reflexión que se impone es ¿por qué no intervino la comunidad internacional para detener esos crímenes contra la humanidad? Según el presidente estadunidense, el apoyo de la coalición a los rebeldes libios ha evitado un baño de sangre, dada la ferocidad de la represión que han emprendido la fuerzas leales a Kadafi y la superioridad de recursos con que cuentan. Obama sostiene que Estados Unidos tiene una responsabilidad moral como país líder que no puede cerrar los ojos a las atrocidades en contra de seres humanos.

El segundo tema importante en el documento de Obama sobre Libia se refiere al objetivo de la intervención, que se empeña en circunscribir al apoyo militar a los rebeldes en su lucha contra la dictadura, pero considera que sería un error ampliar esas operaciones al terreno de la política. Es decir, ni Estados Unidos ni la coalición deben participar en el cambio de régimen en Libia, pues considera que es un asunto de los libios, y mal harían en repetir los errores cometidos en Irak, donde la participación en la construcción de un nuevo régimen ha tardado ocho años y ha costado miles de vidas americanas e iraquíes, así como millones de dólares. Para el presidente de Estados Unidos esto es algo que no podemos darnos el lujo de repetir en Libia. Si efectivamente estamos ante el fin del unilateralismo, un gran reordenamiento internacional está en puerta, guiado por la cooperación y, sobre todo, por el reconocimiento de los límites que se imponen a las acciones de los poderosos.

Fuente: La Jornada, 31.03.11

Read Full Post »

EE UU afirma

que las mafias italianas ayudan al terrorismo

DEA: España es un «socio sobresaliente» en las investigaciones contra el tráfico de drogas

«La Iglesia Católica debe jugar un papel más prominente y ser más locuaz contra la mafia»

Por Miguel Mora – Roma

Según los cables de Wikileaks, el FBI considera que el dinero de la droga de la ‘Ndrangheta y la Camorra financia a grupos armados en Afganistán y Colombia.- El servicio exterior elaboró en 2008 un plan para ayudar a Italia a luchar contra el crimen organizado

Los diplomáticos de Estados Unidos en Italia consideran que las tres mafias italianas, la Cosa Nostra, la ‘Ndrangheta y la Camorra, son «la mayor amenaza para el crecimiento económico del sur de Italia» y constituyen un peligroso y potente «sindicato del crimen» al que es preciso combatir con «más eficacia», ya que, entre otras actividades, «ayudan a grupos terroristas en Colombia y Afganistán a través del tráfico de drogas, impiden el desarrollo del sur de Italia, distorsionan los mercados, violan los derechos de artistas y compañías estadounidenses, sustentan al crimen organizado en Estados Unidos, y suponen riesgos potenciales para la salud de los miles de militares y funcionarios estadounidenses que residen en el sur de Italia». 

Según revelan los papeles secretos del Departamento de Estado filtrados a Wikileaks que ha podido examinar EL PAÍS, los diplomáticos de Washington destinados en Italia elaboraron en junio de 2008 un plan, compuesto por 12 medidas concretas, con el objetivo de que Estados Unidos se implique más a fondo en la lucha contra las mafias. 

La propuesta, firmada por el ex cónsul general en Nápoles, J. Patrick Truhn, y aprobada por las legaciones en Roma y el Vaticano, era la conclusión de un largo y demoledor informe sobre el triángulo criminal formado por la Cosa Nostra siciliana, la Camorra de Campania y la ‘Ndragheta calabresa. 

El diplomático escribía: «Debemos trabajar para convencer al nuevo Gobierno italiano de que el crimen organizado es una seria prioridad del Gobierno de EE UU, y de que los terribles costes económicos del crimen organizado son un argumento convincente para una acción inmediata». El análisis, dividido en tres partes, fue enviado a la Secretaría de Estado, la CIA, el FBI, la DEA y otros 18 organismos oficiales de EE UU en junio de 2008. 

Siete razones 

El documento 157192 daba una lista de siete razones por las que «el Gobierno de Estados Unidos puede y debe implicarse más» en la lucha antimafia. 

-El tráfico de drogas de las mafias italianas envía dinero a narcotraficantes (y por tanto, de forma indirecta a grupos terroristas) en Colombia y Afganistán, lo que afecta a la seguridad nacional estadounidense. 

-Un informe de inteligencia del FBI reveló en 2005 que «la interacción criminal entre el crimen organizado italiano y los grupos extremistas islámicos facilita a potenciales terroristas el acceso a apoyo económico y logístico de organizaciones criminales con rutas de contrabando establecidas y una fuerte presencia en Estados Unidos». En una declaración pública de 2004, el fiscal antimafia italiano, Pierluigi Vigna, señaló la conexión entre grupos de militantes islámicos y la Camorra, afirmando que había pruebas de implicaban a la Camorra en un intercambio de drogas por armas con grupos terroristas islámicos. 

-Las mercancías falsas y la piratería de productos hechos en Estados Unidos (sobre todo películas, música y software) perjudican directamente los intereses estadounidenses. 

-Los lazos entre las mafias italianas y estadounidenses refuerzan mutuamente a estos grupos. Los nexos entre la mafia siciliana Cosa Nostra y la mafia de EE UU se retrotraen a cerca de un siglo, pero la Camorra y la ‘Ndrangheta también tienen afiliados en Estados Unidos, según el FBI. 

-Los ciudadanos estadounidenses residentes (incluyendo a miles de miembros de la Marina de Estados Unidos y sus familias en Campania y Sicilia) y turistas se ven afectados por el crimen callejero, y potencialmente por la crisis de la basura en Campania (que se debe en gran parte al crimen organizado) y las descargas de residuos tóxicos en la región. 

-Empresas de Estados Unidos que querrían invertir en el sur de Italia se niegan a hacerlo porque les preocupa el crimen organizado. 

-El crimen organizado debilita a un aliado importante política, económica y socialmente. 

El mismo documento recomendaba a Washington que dedique «más recursos e intercambios de inteligencia para luchar contra la Camorra y la ‘Ndrangheta» y «para que las autoridades italianas cooperen más estrechamente con sus pares en Colombia, Albania, Turquía, Nigeria y otros lugares». 

Y proponía doce «tácticas» concretas a adoptar con efecto inmediato: 

-Admitir públicamente la magnitud del problema del crimen organizado en Italia y el apoyo del Gobierno de Estados Unidos a los esfuerzos italianos por combatirla. 

-Comprometer más recursos para la cooperación judicial con Italia. 

-Favorecer una cooperación más estrecha entre los funcionarios judiciales italianos y sus contrapartes en países clave. 

-Expresar al Gobierno italiano la idea de que tiene demasiados pocos magistrados antimafia en Calabria, hogar de la organización criminal más potente del país. 

-Presionar al Gobierno italiano para que acabe con la corrupción en sus puertos. 

-Cooperar más estrechamente con el Banco Central Italiano y presionar a otros países (por ejemplo Suiza, Liechtenstein, Mónaco) para que cooperen más en la ruptura del circuito de lavado de dinero. 

-Trabajar con el Gobierno italiano para mejorar un sistema judicial estropeado. Si se quiere acabar con el crimen organizado, las sentencias deben ser más duras, las apelaciones limitadas, y el proceso judicial más eficiente. No puede ser que presos convictos acaben liberados porque los jueces fracasen al hacer el papeleo. 

-Compartir la experiencia de las instituciones penitenciarias del Gobierno de EE UU en construcción, gestión y privatización. Uno de los problemas mayores de Italia es la falta de prisiones, lo que significa que muchos acusados no son encarcelados jamás y muchos condenados son liberados mucho antes de cumplir sus penas. 

-Dar más apoyo visible a los esfuerzos de las asociaciones ciudadanas que luchan contra el crimen organizado (por ejemplo los grupos que en Sicilia lideran la rebelión pública contra la extorsión). 

-Ayudar a ampliar el conocimiento del público sobre los efectos deletéreos de las organizaciones criminales, y sobre cómo hemos tratado el problema en EE UU. 

-Lograr la asistencia de la Iglesia Católica Romana para que sea más expresiva contra el crimen organizado. 

-Animar al Gobierno italiano y a la Unión Europea para que inviertan en infraestructuras, particularmente en mejoras de la seguridad pública, en el sur de Italia, y al mismo tiempo para mejorar el seguimiento de cómo se gasta el dinero. 

«Ineficiencia de las autoridades españolas» 

En ese punto, el documento revela que al menos dos fiscales italianos se habían quejado a los enviados estadounidenses «de la ineficacia de las autoridades españolas en la lucha contra el tráfico de drogas entre los grupos criminales españoles e italianos». Tras comentar que la DEA considera a España un socio sobresaliente en las investigaciones contra el tráfico de drogas, el cónsul concluía: «El problema debe ser la pobre cooperación, más que una falta de dedicación o competencia por alguna de las partes». 

Otra sugerencia del documento es la de «trabajar estrechamente con el Banco Central Italiano y la Policía Fiscal», compartiendo «inteligencia e información para identificar a las empresas del crimen organizado y asegurarse de que sean congeladas o confiscadas». 

El cable pedía además a Washington la incorporación de las tres mafias italianas a la lista principal de la OFAC, la Oficina para el Control de Negocios de Drogas en el Exterior que elabora el Ministerio del Tesoro. La OFAC había incluido ya a la ‘Ndrangheta en su lista Tier One, que abre la puerta a sancionar a las empresas que trabajan con la organización y a sus tapaderas que lavaban dinero, pero el documento expresa la conveniencia de incluir también a la Camorra y Cosa Nostra. 

Fuente:  El País, 20.01.11 

= = =

Read Full Post »

China y el nuevo orden mundial

Por Noam Chomsky

 Entre todas las supuestas amenazas contra la superpotencia dominante en el mundo, un rival está emergiendo callada y poderosamente: China. Y Estados Unidos está sometiendo las intenciones chinas a un estrecho escrutinio.

El 13 de agosto, un estudio del Pentágono expresó preocupación de que China esté expandiendo sus fuerzas militares en formas que «podrían negar la operación de los barcos de guerra estadunidenses en aguas internacionales cercanas a la costa», informó Thom Shanker en The New York Times. 

A Washington le alarma que «la falta de apertura de China acerca del crecimiento, capacidad e intenciones de sus fuerzas militares inyecte inestabilidad a una región vital del planeta». 

EU, por otra parte, es sumamente abierto acerca de sus intenciones de operar libremente por «la vital región del planeta» que rodea a China (como en otros lugares). 

EU anuncia su vasta capacidad para hacerlo: con un presupuesto militar creciente que aproximadamente iguala al del resto del mundo combinado, cientos de bases militares en todo el mundo y una ventaja enorme en la tecnología de destrucción y dominio. 

La falta de comprensión de China de las reglas de cortesía internacional fue ilustrada por sus objeciones al plan de que el moderno portaviones de energía nuclear USS George Washington tomara parte en julio en las maniobras conjuntas Estados Unidos-Sudcorea cerca de la costa de China, con una supuesta capacidad de atacar Pekín. 

En contraste, Occidente comprende que tales operaciones estadunidenses se llevan a cabo para defender la estabilidad y su propia seguridad. 

El término «estabilidad» tiene un significado técnico en el discurso de asuntos internacionales: dominio de Estados Unidos. En consecuencia, nadie eleva las cejas cuando James Chace, ex editor de Foreign Affairs, explica que, con el fin de tener «estabilidad» en Chile en 1973, era necesario «desestabilizar» al país –derrocando al gobierno elegido del presidente Salvador Allende y colocando al general Augusto Pinochet, quien procedió a matar y torturar con abandono e imponer una red de terror que ayudó a establecer regímenes similares en otros países, con el apoyo estadunidense, en pro de la estabilidad y seguridad. 

Es rutinario reconocer que la seguridad de Estados Unidos requiere de control absoluto. La premisa recibió el imprimatur académico del historiador John Lewis Gaddis, de la Universidad de Yale, en «Sorpresa, seguridad y la experiencia estadunidense», donde investiga las raíces de la doctrina de guerra preventiva del presidente George W. Bush. 

El principio operativo es que la expansión es «la ruta hacia la seguridad», una doctrina que Gaddis remonta a hace dos siglos –al presidente John Quincy Adams, autor intelectual del Destino Manifiesto. 

Cuando Bush advirtió «que los estadunidenses deben ‘estar listos para acción preventiva cuando sea necesario para defender nuestra libertad y defender nuestras vidas»‘, señala Gaddis, «se estaba haciendo eco de una antigua tradición más que estableciendo una nueva», reiterando principios que presidentes desde Adams hasta Woodrow Wilson «hubieran entendido… muy bien». 

E igualmente los sucesores de Wilson, hasta el actual. La doctrina del presidente Bill Clinton era que Estados Unidos tiene derecho a emplear fuerza militar para asegurar «acceso no inhibido a mercados clave, reservas de energéticos y recursos estratégicos», sin necesidad de idear pretextos del tipo de los de Bush II.

Como lo sabe cualquier don de la mafia, incluso la ligera pérdida de control podría llevar a la pérdida del sistema de dominio de otros, que serían alentados a continuar la misma ruta. 

Este principio central de poder está formulado como la «teoría dominó», en la lengua de los formuladores de política, que en la práctica se debe al reconocimiento de que el «virus» del desarrollo independiente exitoso podría «esparcir contagio» en otras partes, y por tanto debe ser destruido mientras las víctimas potenciales son vacunadas, de hecho mediante dictaduras brutales. 

Según el estudio del Pentágono, el presupuesto militar chino creció a aproximadamente 150 mil millones de dólares en 2009, acercándose a «una quinta parte de lo que el Pentágono gastó para operar y llevar a cabo las guerras en Irak y Afganistán» en ese año, lo cual, por supuesto, es sólo una fracción del presupuesto militar estadunidense. 

Las preocupaciones estadunidenses son comprensibles si uno toma en cuenta la suposición, virtualmente no cuestionada, de que EU debe mantener «un poder incuestionable» sobre buena parte del mundo, con «supremacía militar y económica», al tiempo que asegura la «limitación de cualquier ejercicio de soberanía» de estados que pudieran interferir con sus planes globales. 

Esos fueron los principios establecidos por planificadores de alto nivel y expertos en política exterior durante la Segunda Guerra Mundial, al desarrollar el marco del mundo de la posguerra, que en gran parte fue instrumentado. 

Estados Unidos debía mantener este dominio en una «gran área» que, cuando menos, debía incluir el hemisferio occidental, el Lejano Oriente y el ex imperio británico, incluyendo los vitales recursos energéticos del Oriente Medio. 

Conforme Rusia empezó a pulverizar a los ejércitos nazis después de Estalingrado, las metas de la gran área se extendieron para abarcar tanto de Eurasia como fuera posible. Siempre se entendió que Europa podía seguir un rumbo independiente –quizá la visión degolista de una Europa desde el Atlántico hasta los Urales. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en parte tenía la intención de contrarrestar esta amenaza, y la cuestión sigue muy vigente hoy día al incluir la OTAN a una fuerza de intervención dirigida por Estados Unidos y responsable de controlar la «crucial infraestructura» del sistema global de energía del que depende Occidente. 

Desde que se convirtió la potencia dominante global durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha tratado de mantener un sistema de control mundial. Pero ese proyecto no es fácil de sostener. El sistema está erosionándose visiblemente, con implicaciones significativas para el futuro. China es un protagonista –y rival– cada vez más influyente. 

Fuente: La Jornada, 9.10.10

 

Read Full Post »