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Bando de Belgrano

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El éxodo empezó el 23 de agosto de 1812, con el ejército patriota a las órdenes del general Manuel Belgrano. El pueblo jujeño y el ejército tomaron la dirección de Tucumán. Contra el ataque inminente del ejército español, el general Belgrano había emitido un bando de retirada general. Solo la tierra rasa debía quedarles a los godos.

Este es el bando:

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“Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.

”Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

”Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarandóos además si no lo hicieseis traidores a la patria.

”Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

”Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

”Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.

”Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

”No espero que haya uno solo que me dé lugar par aponer en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.

”Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812”.

Manuel Belgrano

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GALASSO:

«EL 54% NO AUTORIZA A HACER LA PLANCHA»

Editorial del historiador Norberto Galasso

en el Centro Cultural Discépolo

para pensar los desafíos del tercer período del kirchnerismo

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▒ El resultado de las últimas elecciones coloca al movimiento nacional y popular liderado por Cristina Fernández de Kirchner en una posición altamente favorable, con mayoría legislativa y una oposición debilitada y dispersa con escasa presencia en el escenario político. En principio, ello abre amplias posibilidades para profundizar las transformaciones que se vienen concretando en los últimos años. Pero,  para ello, resulta imprescindible que en el movimiento nacional no se produzcan divisiones ni agrietamientos   sino que se avance en la consolidación y fortalecimiento del mismo, desde abajo, mejorando la organización y la capacidad de movilización.

El  triunfo alcanzado sobre los partidos políticos opositores  no significa  olvidar que los principales adversarios del progreso económico y social de un modelo popular , siguen manteniendo fuerza: las grandes corporaciones mediáticas, la Mesa de Enlace Agropecuario y  los  grandes consorcios financieros e industriales  estrechamente ligados a empresas multinacionales con el apoyo de los grandes potencias hoy en grave crisis económica. Están todavía allí -en algunos casos, totalmente indemnes- manteniendo su bandera del neoliberalismo bajo la cual nos oprimieron durante más de un cuarto de siglo.

Profundizar el modelo implica entonces avanzar en todas aquellas medidas que puedan debilitar a  esas fuerzas reaccionarias que siempre esperarán alguna oportunidad  para intentar  retornarnos al pasado. Asimismo, profundizar el modelo significa tener nosotros cada vez mayor fuerza llevando adelante las transformaciones que aseguren no sólo el mantenimiento y aún más, el crecimiento cuantitativo de nuestras fuerzas, sino también mejorar la articulación del campo nacional, dotarlo de cuadros medios audaces y aguerridos ideológicamente, dar en plenitud la batalla cultural liquidando los mitos y  falacias de la vieja superestructura ideológica semicolonial y asimismo, ahondar  la cohesión y la capacidad de movilización popular.

El 54% del triunfo electoral es muy importante, pero no autoriza a hacer ‘la plancha’, ni a otorgar, como dijera alguien, ni un ‘cachito así’ de complacencia  a un enemigo que nos robó, a lo largo de nuestra historia, no sólo recursos naturales, alegrías y esperanzas, sino miles de compatriotas.

Por esta razón, preocupa la más mínima disidencia en el campo nacional y en cuanto aparezca es preciso saldarla, cerrar y cicatrizar las heridas. Son épocas que exigen  gran generosidad   personal,  aventar todo obcecamiento, realizar  profundas autocríticas, para no  dejar un flanco abierto a la reacción. Si hemos avanzado hasta aquí, más allá de las contradicciones y de los momentáneos retrocesos, es porque hemos sabido delimitar claramente cuáles son  las diferencias frontales con los representantes del pasado y de la entrega  y cuáles las diferencias laterales con el aliado, siempre inevitables estas últimas por tratarse de grandes movimientos nacionales policlasistas donde los diversos sectores vienen de distintas experiencias, con metodologías diferentes,  con  perspectivas de clase diversas.

Resulta importantísimo, por supuesto, que el movimiento nacional cuente con una fuerza juvenil que  se vigorice y amplíe, aportando audacia y renovación. Esa explosión juvenil- que se hizo visible en los festejos del Bicentenario y especialmente, en el velatorio de Néstor- ofrece extraordinarias posibilidades, especialmente en un país que una década atrás veía a los muchachos y muchachos haciendo fila en algunas embajadas porque creían que la Argentina ya no les aseguraba, a sus vidas, ningún   futuro.   Pero también es cierto que resulta fundamental para el movimiento una central obrera capaz de cubrir diez cuadras con sus afiliados para sostener toda medida transformadora que intente ser resistida por los sectores del privilegio.

En un país como el nuestro, donde hemos sufrido la represión genocida y la entrega económica, los sectores populares siempre han sabido comprender a sus líderes cuando circunstancias externas  inmanejables obligaron a desplazamientos,  giros o cambios en su política,  en un sentido u otro, coyunturalmente, manteniendo inalterable el objetivo estratégico. Lo que aún después de tantas experiencias continúa sin aprender la ultraizquierda-y por eso sigue siendo minúscula- lo han sabido  asimilar las mayorías populares . Estas últimas, sin hablar de “correlación de fuerzas” y “del enemigo principal”, lo han aplicado en la política concreta, mientras aquellas, ensoberbecidas por ‘la fraseología revolucionaria’, han resultado – muchas veces- funcionales a  la contrarrevolución. De manera  tal que así como las últimas elecciones  han dado un voto de confianza al  gobierno, éste deberá estar seguro que las bases lo acompañarán en momentos difíciles, no por mero disciplinamiento, no porque se recurra a dirigentes dóciles, sino porque especialmente en el campo obrero, están los antecedentes de lucha  que aguantan cualquier archivo. No  debe olvidarse que fueron los trabajadores y las Madres de Plaza de Mayo las barricadas de resistencia ante los gobiernos reaccionarios-tanto dictatoriales como seudodemocráticos- mientras gran parte de los elencos políticos transaban a cambio de intendencias, embajadas u otros cargos.

Pudiera ser quizás, como sostienen algunos compañeros, que la crisis económica mundial  golpee duramente sobre países como el nuestro. Si así fuera, el peso de la crisis no puede caer sobre los trabajadores, según lo ha expresado la propia Presidenta al sostener que ella no es neutral en el conflicto entre el capital y el  trabajo.  Y ante esa posibilidad de  afrontar momentos difíciles es precisamente cuando se requiere que los diversos componentes del movimiento  nacional, expresión fiel de sus bases, confluyan en una sola fuerza sin cortocircuitos ni rispideces, ni equívocos o malas interpretaciones.

 La teoría enseña que la conducción para los grandes cambios debe ser revolucionaria y apoyarse en un partido revolucionario, ideológicamente armado, con férrea organización para dar la pelea. Pero resultaría demasiado  fácil reiterar esa vieja enseñanza teórica sin tener en cuenta la realidad política por la cual transitamos, como acostumbran algunos para estar en paz con su conciencia y no recibir impugnaciones por supuestas  izquierdas. Pero a riesgo de que los vanguardistas  puros nos impugnen proponiendo soluciones que ellos no tienen posibilidad alguna de poner en práctica, preferimos sostener humildemente que  hoy y aquí, es fundamental no debilitar el frente nacional tal como ha surgido en los últimos años, protagonista de transformaciones muy importantes, algunas hasta inesperadas, más allá de improvisaciones, contradicciones y hasta errores, que los hubo, sin duda, como en el conflicto de la Resolución 125.

Los dirigentes que deban tomar decisiones al respecto sabrán priorizar esta cuestión – cohesión, organización, movilización- y  lo harán seguramente  sin anteponer cuestiones personales, ni soberbia, ni contumacia, que pongan en peligro  todo lo que se ha avanzado. Esto, por supuesto, no implica abandonar el espíritu crítico, pero siempre teniendo presente que una cuestión es disentir parcialmente  con el aliado, con el cual se supone que existe un objetivo común, que lanzarle toda la artillería ideológica como si se tratase del enemigo, haciendo el juego al verdadero enemigo cuyo objetivo estratégico es el reverso del nuestro.

La solicitada de  Plataforma  2012 – aparecida sugestivamente en “La Nación” junto a la foto de una intelectual conversa- resulta un buen ejemplo de revolucionarismo abstracto que opera muy peligrosamente en la política concreta, así como  la retractación de varios de los firmantes de esa solicitada  demuestra que hay quienes saben recoger las enseñanzas de nuestra experiencia política. De aquí la importancia de la batalla por las ideas, de ahí también la importancia de los archivos para que no resulte que un buen proyecto quede en manos de un  oportunista que lo desprestigie. Desde este modesto espacio insistimos en que es necesario  mantener el cable a tierra con la coyuntura  junto a los trabajadores sin abandonar el proyecto estratégico que apunta a la gran transformación de América Latina en la liberación y la unidad que postularon San Martín,  Bolívar y tantos otros que nos siguen marcando el rumbo.

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TEXTO  DE LA PRESENTACION PUBLICA DE LA CARTA ABIERTA 11

Carta de la igualdad

El espacio de intelectuales, artistas y creadores elaboró un nuevo documento que analiza el proceso que llevó a la reelección de Cristina Kirchner y los desafíos que se abren ahora. Hoy la presentarán en la Asociación Argentina de Actores, Alsina 1762, a las 12.45.

I

El triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones del 23 de octubre con el 54 por ciento de los votos expresa la voluntad popular por la profundización de los cambios. En esa decisión de millones de personas se vislumbra la apuesta por una política transformadora, perseverante en su irreverencia frente al orden establecido. En su seno, conjurando la totemización del mercado, rescatando voces antiguas de la fragua popular e intentando frente a ellas nuevas formas de lo político, late incipiente la otrora desterrada utopía de la Igualdad. Es acompañada por la validación de un tipo de gobernabilidad que no puede concebirse por fuera de la recreación incesante de lazos constitutivos con una sociedad activa, heterogénea y abierta, y el impulso hacia un extendido compromiso militante que tiene en el entrecruzamiento generacional y la convocatoria activa de la juventud una de sus dimensiones más notables. Los argumentos simplistas de la gran prensa –voto conservador, el consumo, la oposición inexpresiva– son velos que ocultan otros destellos resultantes de ocho años de continuidad que también sostuvieron el 54 por ciento. El humor social, la recuperación de valores que parecían perdidos, la identidad como pueblo, la confianza en un liderazgo, el compromiso creciente en capas de la sociedad para participar en lo público, la perspectiva y esperanza en un futuro.

Recordemos que apenas una década ha transcurrido desde las jornadas de movilización popular de 2001, cuando en las calles se sancionó la derrota política –y comenzó el retroceso cultural– de un modelo económico centrado en el capital financiero y un modo de gobierno consistente en la mera administración de lo ya dado. Fueron días de indignación y luchas callejeras que hicieron visibles y generales otros combates, los que venían sosteniendo organizaciones diversas desde mediados de los años ’90. Y si aquéllas habían crecido en la resistencia, creando formas nuevas para la política, los acontecimientos de diciembre fueron sancionados con una brutal represión. La crisis desencadenó una transición política que descargó los enormes costos y ajustes del desplome neoliberal sobre las vidas de las mayorías, ya severamente empobrecidas por el régimen caído. Juntamente con una aguda recesión avanzaron la desocupación, la exclusión, la marginación y la pobreza, mientras la llamada “pesificación asimétrica” transfería ingresos a los sectores más concentrados de la economía.

La Historia abrió una alternativa y una esperanza en 2003. La extendida experiencia política que denominamos “kirchnerismo”, como metáfora nominativa de una capacidad transformadora de características propias, posee un doble carácter: se nos presenta como la evidencia política e institucional de un heterogéneo subsuelo popular irredento en incesante movimiento, capaz de establecer los núcleos programáticos de una nueva etapa argentina, en plena ocasión de una crisis de hegemonía de dimensiones y, a la vez, como un inusitado giro de la historia, una inflexión sin coordenadas de arribo, un acontecimiento creativo que cambia los parámetros amputados de una dinámica de poder sin destino posible mayor que el de una tragedia que muta en parodia de sí misma. La figura de Néstor Kirchner fue el epicentro de esa combinación. Asumió la presidencia con un discurso nacional y popular que se distancia del camino industrial-primario-exportador sin inclusión social (desarrollista de derecha), que había intentado desplegar la transición duhaldista. Las urgencias de la democratización de la economía, del crecimiento del empleo y de la producción se concibieron, en el incipiente proyecto, inseparables de la aspiración de reconstruir el mercado interno y recomponer los ingresos de los sectores populares y medios. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno se pensó como heredero e intérprete de la movilización social, viendo en lo popular no sólo los rostros de las víctimas del orden en crisis, sino también los de una organización de la que no se podría prescindir. Los movimientos de desocupados fueron actores y partícipes de la nueva construcción, junto a los trabajadores organizados y un múltiple escenario social y político.

La desarticulación del último gran intento por emprender un proyecto de transformación nacional había sido acometida por la dictadura terrorista de Estado, más de un cuarto de siglo antes. Los comandantes y ejecutores de la represión masiva de aquella época se encontraban sin juicio ni castigo. Los primeros intentos de justicia sucumbieron bajo las leyes de impunidad. Pero en nuestro país se había desarrollado una inédita construcción militante de derechos humanos. Heroica por parte de las Madres de la Plaza, que en plena dictadura lucharon por la recuperación de sus hijos, y multiplicada luego en un vasto friso de militancias. Con la decisión de desarmar el dispositivo de la impunidad, el gobierno recuperaba las reivindicaciones centrales de ese movimiento: Memoria, Verdad y Justicia y, al hacerlo, se fundaba a sí mismo como una experiencia política radicalmente nueva. El desarrollo de los juicios, la ejecución efectiva de cientos de sentencias y la constitución de una narración de los hechos centrada en la condena del terrorismo de Estado configuraron un camino que debe seguir siendo profundizado con la investigación de los civiles que colaboraron y fueron beneficiados –como en el caso de Papel Prensa y otras 600 empresas– por lo tramitado en las mazmorras concentracionarias. Consecuente con la profundidad de su compromiso con los derechos humanos, una de las características distintivas del proyecto iniciado en 2003 ha sido la firme decisión de los gobiernos nacionales de no reprimir la protesta popular.

El desendeudamiento con el FMI y la restructuración de la deuda externa con una quita inédita, las negociaciones salariales en paritarias que construyeron una dinámica de recomposición de ingresos y, luego, la estatización de la administración previsional y la inclusión de millones de beneficiarios excluidos en el régimen jubilatorio trazaron un camino en el que la disidencia con las recetas de las ortodoxias financieras se estableció en el plano de los hechos. La desarticulación del ALCA marcó el nacimiento de una nueva política de integración regional que se iría constituyendo en nuevas instituciones, con el Banco del Sur, la Unasur y la flamante Celac. El latinoamericanismo dejaría de ser horizonte de deseo o bandera justamente compartida para convertirse en definición de una política internacionalista y regional.

II

En 2008 la nueva época adquirió otros contornos, signados por el conflicto y el entusiasmo. El justo proyecto de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias condujo a una aguda confrontación del proyecto nacional con el bloque de poder que operó –y opera– como el agente interno de la restauración del proyecto derrotado en 2001. Las corporaciones patronales del campo resistieron y no estaban solas. Un tejido nuevo de poder económico se había articulado en el agronegocio con ellas. Contaban con el apoyo de los medios de prensa concentrados, emparentados ideológicamente y entrelazados con los negocios ligados a la Argentina reprimarizada de fin del siglo pasado. Se sumó toda una oposición política variopinta que conjugaba discursos republicanos, conservadores y “progresistas” para la ofensiva destituyente. Organizaciones emblemáticas del empresariado industrial, como la UIA, beneficiarias de las nuevas políticas, no se comprometieron con el instrumento que favorecía la diversificación productiva del país, ya por ataduras con la persistente creencia neoliberal, ya por la apuesta a un modelo centrado en la demanda externa y sustentado en salarios bajos.

Los tiempos eran agónicos y parieron nuevos actores en conflicto. Se constituyó el bloque que afirmaría la continuidad de un proyecto que, si heredaba los movimientos populares argentinos, también se mostraba prístino en sus diferencias y fundamental en su novedad. Las organizaciones sindicales, sociales, de derechos humanos, una buena parte del arco político progresista y de la izquierda no peronista, se asociaron estratégicamente al futuro del kirchnerismo, que se afianzaba como identidad política. Un frentismo de hecho defendía al proyecto del intento de la restauración conservadora. Carta Abierta nacía en ese momento de disputa como expresión de un tipo de militancia que consistía en tomar la palabra colectivamente, procurar interpretaciones y asumir un compromiso público. El conflicto era evidente: frente a un bloque que impulsaba la autonomía nacional y ala ampliación de derechos se alzaba una coalición destituyente promovida por la elite del privilegio.

El año 2009 –en el que se afrontó un resultado electoral adverso– supuso un desafío de gran dificultad, pero las fuerzas estaban templadas y el Gobierno profundizó las políticas reparatorias. La Asignación Universal por Hijo y el programa Argentina Trabaja signaron ese momento. Coincidieron durante ese año los efectos de la sequía y la primera fase de la crisis internacional, que fueron enfrentados con políticas y medidas que desafiaban las ortodoxias y recomendaciones de los poderes internacionales y locales. Pese a que no escaseaban los conflictos, el Gobierno impulsó con fuerza otra reforma estructural: una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que prescribe límites a los monopolios y amplía el derecho a la información. Doblar la apuesta se constituiría en una marca de estilo frente a las adversidades.

En dos acontecimientos de 2010 pudo verse el cierre de las dificultades mayores del período: en la fiesta callejera de la conmemoración del Bicentenario y en la dolida y colectiva despedida a Néstor Kirchner. Porque si en el primero se vio la multitud reconocida en la nación que se conmemoraba –y esto es: no en abierto conflicto con el gobierno que la representaba–, en el segundo fue la emergencia de un compromiso activo y militante, descubierto junto con la propia fragilidad de las vidas que lo habían incitado. Y si la fiesta del Bicentenario era la contracara de la justa ira de diciembre de 2001, el duelo en la plaza reponía una confianza en la política que era impensable diez años atrás.

III

Eso fue posible porque la apuesta no fue leve y su horizonte fue la Igualdad. Que no es fácil de definir aunque se advierta su búsqueda en luchas, movimientos, documentos, leyes, hechos de gobierno. No es fácil porque se enlaza a otras cuestiones: la de la Justicia, la Libertad. Elegimos, en este momento, llamar Igualdad a las posibilidades de una sociedad más justa con sus integrantes, menos esquiva de lo fraterno y lo cooperativo, menos abrupta en el recorte de las libertades para algunos. No se trata sólo de igualdad de oportunidades reclamada por el liberalismo ni de distribución económica, aunque todo ello resulta imprescindible. La ley del matrimonio igualitario –que lleva en su nombre la cuestión que tratamos–, seguida por otras de muy reciente aprobación, evidencia una virtuosa escucha legislativa de los reclamos y valores impulsados por las minorías. El derecho al aborto, concebido como defensa de la autonomía de las mujeres a definir sobre su cuerpo y su deseo a la maternidad –y ya no como sumisión a la voluntad de un otro–, está en el horizonte de esas medidas que, impulsadas por pocos, inauguran, sin embargo, otro estado de los valores, las creencias y las lógicas que estructuran la vida social.

Si la Igualdad es el horizonte de estas políticas, lo es como igualdad en la diferencia y reconocimiento de la heterogeneidad. Lo es como ampliación de la ciudadanía, que se va desplegando en un recorrido desde la inclusión –con las múltiples estrategias de reparación social– hacia la Igualdad. No es poco lo que falta en este sentido y seguramente nunca el camino estará cumplido. La igualdad en la diferencia debe ser también el signo de una democratización profunda de la cultura, a la que las mayorías tengan acceso, generando disposiciones al conocimiento y el disfrute de lo creado por este país. Democratizar la cultura no es sólo generar espectáculos masivos. Es también crear las condiciones para la renovación del gusto cultural popular y para el impulso hacia la emergencia de nuevas y distintas expresiones. Hay mojones de este intento –como la ley de medios y Tecnópolis– que deben ser profundizados y ampliados. Muchos pasos se han dado de 2003 a hoy para disminuir la desigualdad que había generado la destrucción de la educación pública. Más chicos en la escuela y almorzando con sus familias. Menor deserción. Primeras camadas del secundario en algunas zonas del país. Docentes reconocidos en su dignidad de trabajadores. Bibliotecas y netbooks para todos. Estos cambios destacan y promueven el desafío de avanzar por lo aún faltante: la buena escuela pública, como la mejor alternativa de formación en todos los lugares y para todos los sectores. Habrá que explorar pedagogías, cruzar saberes y pensamientos, interrogar los modos de transmisión del conocimiento; pero esto será posible no sólo por el trabajo de especialistas sino también por la mayor participación de sujetos activos con compromiso en la transformación cultural y social necesaria para la buena educación. Ello requerirá que la política de Estado enunciada en la Ley de Educación Nacional se traduzca en prácticas sociales que legitimen en todo el territorio de nuestro país el derecho a la educación pública en una sociedad democrática. Pero aun con los cambios legislativos y políticas implementadas, subsisten tendencias estructurales regresivas, constitutivas de una matriz de sistema educativo, cuya reversión es imprescindible para atender al objetivo de la Igualdad. El creciente peso relativo de la educación privada –sostenida con financiamiento del Estado– en todos los distritos del país, pero con más intensidad donde predomina la población de sectores medios, resume la significatividad de esas herencias. Ese avance en desmedro de la centralidad de la educación pública es una fuente de desigualación social que conjuga desde segmentaciones clasistas hasta prejuicios raciales. La superación de esta lógica requiere de la convocatoria a los docentes, a los sindicatos y a la participación popular para movilizar la reposición de la escuela pública como núcleo clave de igualación social y forja de unidad popular.

Una nueva etapa del proyecto nacido con la asunción de Néstor Kirchner en el año 2003 queda inaugurada en los discursos de cierre de campaña de la Presidenta, en ocasión de la victoria electoral y en el foro del G-20. En ellos el ideal de la Igualdad y la crítica del orden global del neoliberalismo resonaron como sus núcleos clave. Posicionarse desde América Latina y el Caribe sin neutralidad ni imparcialidad señala el alineamiento frente al poder central en el orden internacional y del lado de las mayorías populares en la política nacional. No son aceptables las interpretaciones de este triunfo electoral como el resultado de un modelo de consumo y a la vez clientelar, del tipo del que signó a los años noventa. En éstos se trataba de una política de dádivas en un proceso de exclusión, en tanto el crédito a los sectores medios, el dólar barato y la focalización arbitraria –constructora de desigualdad– avanzaban con un discurso que naturalizaba la desaparición de la política como herramienta de transformación. Se trata de la diferencia del sufragio en una nación de ciudadanos frente al voto en un mercado de consumidores.

IV

La histórica denuncia de las “relaciones asimétricas” en la reunión de Mar del Plata, que derrotó al ALCA, y los proyectos de constitución del Banco del Sur y de la Unasur, así como la desvinculación de las políticas recomendadas por los organismos financieros internacionales, precedieron a una crisis que tiene alcances inéditos, dramáticos y de fin imprevisible. La nueva política económica heterodoxa desarrollada por la Argentina y buena parte de América Latina y el Caribe generó mejores condiciones para las respuestas frente a la profunda crisis que se despliega en el nivel de la economía mundial.

El desplome financiero conduce a la destrucción de un stock de capital ficticio inconmensurable que provoca el desmanejo de las finanzas globales por los organismos creados para ese objetivo. Las derechas de los países centrales se obstinan en profundizar la lógica ultramercantilista en el funcionamiento de las economías, tanto en los órdenes nacionales como en la esfera global. En esos países la democracia emprende el retroceso a una formalidad sin ciudadanía, mientras el poder financiero elige tecnocracias para dirigir sus destinos. Las instituciones que fueron origen y centro de la crisis intentan someter a su cruda ley los presupuestos públicos y dar garantía de continuidad al capitalismo en su forma de financiarización. Xenofobia y ajustes en los presupuestos públicos, privatizaciones de empresas de servicios y reducciones de salarios, despidos masivos y destrucción de lo que restaba de los Estados de bienestar configuran el nuevo rostro de los países centrales. En el centro del mundo se diseña un escenario de incertidumbre y amenazas, del que no están excluidas las intervenciones armadas que se excusan en “paradigmas civilizatorios”. Sin embargo, este avance reaccionario no se despliega sin resistencias. Las huelgas y movilizaciones obreras y el surgimiento de nuevas expresiones de lucha popular –como la de los indignados– son síntomas de un descontento que constituye un potencial de futuros conflictos, lejos de la pretendida sentencia del fin de la Historia que el neoliberalismo proclamaba en sus décadas de esplendoroso ascenso.

El discurso presidencial en el G-20 impugnó el capitalismo financiero, la desregulación y la política de precarización del trabajo. Una impugnación a la esencia del capitalismo realmente existente. Implacable crítica hecha desde la jefatura de un gobierno empeñado en construir una sociedad de derechos mientras ese capitalismo actual los destruye en el centro del sistema global que construyó. ¿Habrá futuro para el capitalismo? ¿Habrá futuro para la humanidad? ¿El anarcocapitalismo conducirá a la barbarie?

La degradación del sistema en los países centrales comprende la aceptación y el fomento de paraísos fiscales, esquemas de elusión impositiva, maniobras con los precios de transferencia en las operaciones intrafirma de las empresas transnacionales. Así, mientras la financiarización conduce a la profundización de estos rasgos, los discursos de los líderes de las naciones hegemónicas condenan esas prácticas, la mayoría de las veces en forma hipócrita, mientras promueven ordenamientos legales internacionales con objetivos más cosméticos que transformadores.

En cambio, los países periféricos que sufren pérdidas fiscales y fugas de capitales por la presencia de esos mecanismos están interesados realmente en su desarticulación. El gobierno argentino ha trabajado en los foros internacionales en esa dirección. Así, el interés en el combate al lavado de dinero y la evasión fiscal son objetivos importantes y destacables de la política del Gobierno. Pero resulta equivocado legislar esas cuestiones en el formato de Ley Antiterrorista, como se lo hace en el actual proyecto que trata el Congreso. Ese dispositivo adopta la duplicación de condenas acogiéndose a una definición del concepto de terrorismo de carácter tan inespecífico, que podría utilizarse en fallos judiciales que criminalicen la protesta social. Formato antiterrorista e inespecificidad de acepción que deriva del poder y las presiones norteamericanas en los foros internacionales. El gobierno argentino se ha destacado por su voz crítica en ellos y por eso sorprende y preocupa esta adopción de un estándar internacional contradictorio con el espíritu democrático del proyecto nacional que hoy despliega.

Durante la última década nuestra región ha comenzado a desarrollar, de manera creciente, una experiencia económica, política, social y cultural esencialmente diferente de la verificada en el mundo desarrollado. Tal proceso político, dirigido a establecer esa sociedad de derechos, es incongruente con las sociedades de libre mercado. La preeminencia de lo político, tendencia verificable en gran parte de las nuevas experiencias nacionales de América Latina –con marcadas heterogeneidades, indudablemente–, supone un ejercicio creativo de regulación pública creciente de aspectos económicos esenciales en el cual la ciudadanía política recupera un lugar principal respecto de las relaciones mercantiles no exento de conflictos y contradicciones. La frustración del plebiscito popular en Grecia acerca de las recetas de ajuste impuestas por el FMI, Alemania y Francia, permite realizar un poderoso contraste con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos cuya soberanía política en materia económica se acrecienta y complejiza a través de novedosos entramados nacionales y de integración multidimensional. Si bien estos procesos no están exentos de intrincados desafíos, asociados a un exacerbado grado de transnacionalización, gestión de recursos naturales y complejos escenarios de tensión distributiva, sus características distan de constituirse en evidencia de la lógica del capitalismo central. La imaginación política regional, la búsqueda de autonomía y la voluntad integradora esencialmente crítica del neoliberalismo han abierto una variante de organización social cuya denominación constituye aún una incógnita a dilucidar recurriendo a nuevos debates todavía en ciernes. Parece apropiado evitar referencialidades semánticas a pesadas e irresueltas herencias, no renunciando sin embargo a recuperar del arcón de posguerra la voluntad de las grandes gestas humanas que, a través de distintas identidades, dirigieron su proa a idearios democráticos, populares, independientes, igualitarios y libertarios.

No es fácil darle nombre propio al tipo de sociedad que queremos, dice la Carta Abierta/10 y, ciertamente, ese nombre aparecerá cuando se pronuncie colectivamente, en el interior de la conciencia de miles y miles de personas. La unidad de América Latina y el Caribe, que incluye el rechazo a las conductas imperiales y la anárquica desregulación financiera, resulta en la urgencia de una autonomía no sólo justa, sino imprescindible, frente al desastroso despliegue reaccionario en el centro del capitalismo mundial. El paradigma de la Igualdad adquiere una significación trascendente como brújula en el clima de desazón de esta época.

La recuperación y centralidad de la idea de Igualdad representa una transformación cultural en la Argentina. El trazo grueso de los cantos de sirena del neoliberalismo fue el de crecimiento y derrame: sin acción pública los estímulos de mercados y ganancias conducirían a la ampliación y eficiencia productivas que desembocarían en la reducción de la pobreza en una sociedad de desiguales para el “bien” de todos. Sin embargo, el resultado fue el estancamiento y la exclusión.

Siempre ha existido una relación contradictoria y tensa entre capitalismo e Igualdad. La extensión de los derechos civiles y políticos generalizó la ciudadanía formal, mientras que esa expansión a la vez operaba como velo de la desigualdad en el acceso a bienes y servicios. La idea liberal de un ámbito público de la política alienado de un espacio privado reservado para la economía esteriliza la potencia de la primera para transformar la segunda. Ni la Igualdad sustantiva ni la ampliación de derechos son cuestiones de mercados, sino de ciudadanía. La primacía de la política sobre la economía, la intervención pública en ésta, la sustitución del objetivo del crecimiento por el del desarrollo y el privilegio ciudadano sobre la determinación mercantil para elegir el destino estratégico de una nación son tributarios de una propuesta de profundización de la Igualdad. Esta es la inscripción del paradigma de la Igualdad proclamado por la Presidenta como objetivo de esta etapa.

V

Desde 2003 se produjo una mejora sustantiva en la distribución del ingreso, tanto que la Argentina eleva los índices promedio de la región en términos de equidad distributiva. El sistema impositivo alcanzó en 1974 su pico de equidad del siglo XX, y luego comenzó un ininterrumpido derrumbe que profundizaba constantemente su regresividad. El actual proyecto ha revertido esa tendencia alcanzando una leve progresividad al final de la década recién concluida. Las retenciones han contribuido a ese cambio. Pero el régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20 por ciento más pobre de la población y reclama una reforma tributaria. Reforma que también es necesaria para la estabilidad estratégica fiscal. El impuesto a la renta financiera, la mayor progresividad del Impuesto a las Ganancias, la reforma en el Impuesto al Valor Agregado, la consolidación de las retenciones (inclusive recuperando la idea de retenciones móviles) y el refuerzo de las imposiciones patrimoniales provinciales son cuestiones pendientes.

El crecimiento del gasto público ha contribuido a la mejora de la equidad. El significativo incremento del presupuesto educativo y el aumento del gasto en salud contribuyeron en ese sentido. La inversión realizada en esos campos requiere una renovación ahora cualitativa: una atención que no sólo descanse en la mejora de la infraestructura escolar o sanitaria. En relación con la salud pública es preciso puntualizar que no se han producido avances en importancia e intensidad equivalentes a los que sí se dieron en áreas como los derechos previsionales, humanos, educación y de generación de empleo. Se ha tendido a consolidar la inercia heredada, a contramano de las notables transformaciones que el modelo nacional y popular ha sabido generar. El control a los laboratorios, la producción pública de medicamentos y la regulación de la medicina prepaga deberían avanzar en la generalización de un sistema igualitario de salud. Hoy sólo el 1,9 por ciento del PBI se invierte en salud pública gratuita, mientras subsiste –en un sistema fragmentado– una enorme inequidad en la distribución de los recursos. Pensar la salud como política de integración social hace necesario recuperar el rol del Estado como único rector y prestador creciente y dominante, para hacer realidad la universalidad de la atención y el acceso a la salud como derechos de ciudadanía. Un derecho no es ni puede ser una mercancía, ni debe ser el mercado quien distribuya la salud y la vida.

La quita de subsidios a los ricos y a las clases medias-altas que pueden prescindir de ellos contribuye a la equidad distributiva. La reasignación presupuestaria al gasto social y a la inversión pública es de estricta justicia. La campaña mediática que designa la mayor carga como un ajuste tiene una marca clasista. No hay redistribución sin recortes del ingreso de los más pudientes. Ajustistas son las políticas recesivas y restrictivas que disminuyen la capacidad de consumo de las mayorías populares asociadas a recortes del gasto público y no así las reasignaciones progresivas de éste, que mantienen su nivel. Un cambio distributivo supone modificaciones en la lógica de consumo y de la propia estructura productiva que provee los bienes para éste.

La cuestión de la Igualdad comprende el debate clave acerca de los sectores en pugna por la distribución del ingreso. Los enfoques económicos que desde diversos sectores apuntan a detener la política de incrementos salariales, ubicándola como causa del alza de los precios y la disminución de la competitividad externa tienden a imponer un orden injusto propio de la experiencia neoliberal, pero esta vez actualizándolo bajo la forma de una peligrosa heterodoxia de raíz conservadora. Este aparente oxímoron consiste en propiciar una creciente intervención estatal en materia económica, pero amputando las políticas que diferenciaron al período abierto en 2003 –asociadas a la recuperación de los convenios colectivos de trabajo y la dinámica sindical– del programa encarnado por el duhaldismo en beneficio del poder económico concentrado local y extranjero. La competitividad externa, luego de la devaluación del peso argentino en 2002, fue conseguida a costa de fuertes transferencias de ingresos desde los trabajadores y sectores vinculados al mercado interno hacia los sectores empresarios medianos y grandes rurales y urbanos. No se explicó, entonces, por un incremento de la competitividad sistémica genuina, sólo posible por saltos tecnológicos y productivos devenidos de una conducta empresarial de fuertes inversiones, que en el caso de las grandes empresas tendió a no verificarse con el mismo dinamismo que en la década de los ’90 pese a las comparativamente altas tasas de ganancias de los últimos años. La imprescindible política de incrementos salariales sistemáticos propiciados, a partir de 2003, por los gobiernos nacionales tendió a compensar esa transferencia inicial y distribuir los beneficios de la acelerada creación de riqueza que se produjo. Con el fin de preservar el carácter progresivo de la política pública –uno de los basamentos del modelo económico– parece imprescindible encauzar el debate acerca de la inflación y el tipo de cambio hacia los complejos escenarios de la puja entre sectores sociales por la distribución del excedente, ejercicio que implica analizar precios, tasas de ganancia, productividad, inversiones y salarios de manera conjunta. Ello supone en sí una renovada acción estatal, tanto técnica como política, sostenida por un debate público, como expresión evidente de la metáfora presidencial de “sintonía fina”.

Mucho se hizo en estos años en pos de la afirmación de la Igualdad. Lo hizo un gobierno componiendo a su alrededor un conjunto de alianzas. No fue menor el lugar que tuvo y tiene en esa alianza el sindicalismo mayoritario. Organizaciones remisas a revisar las lógicas de poder que las estructuran –y que las llevan al reconocimiento de cercanías que son claramente corporativas, como la defensa de algunos dirigentes que son juzgados por delitos económicos, delitos inaceptables desde cualquier percepción efectiva de la defensa de los derechos de los trabajadores–, pero al mismo tiempo forjadas en la protección de los derechos de los asalariados formales. El grupo que hoy conduce la CGT se templó en la resistencia de los años ‘90 y desde 2003 para aquí articuló alianzas al tiempo que sostuvo la mejora de los salarios y la ampliación de derechos. Un contexto de expansión de la demanda laboral y de paritarias reconocidas lo hizo crecer y afirmarse. Hoy aparecen, enfáticamente anunciadas, oscuridades en esas alianzas.

No es fácil, nunca, orientarse en las coyunturas que son pródigas en ambigüedades, en componer hilos heterogéneos, en presentarse con rostros ambivalentes. Pero todo ello no puede evitar una nitidez que sigue presente: la política argentina sigue teniendo un trazo fundamental que distingue entre un bloque de la reacción y un movimiento –complejo y múltiple– que apuesta por la Igualdad. Es inimaginable que los trabajadores argentinos y sus representaciones sindicales elijan el camino de la reacción, arrojándose a los brazos de aquellos que hasta ayer nomás se decían sindicalistas para defender intereses patronales o para actuar como emisarios de la corrosión de la legitimidad institucional. Porque la CGT conducida por Hugo Moyano no tiene nada que ver con un gastronómico de las barras brava ni con un dirigente de peones rurales que pone a sus afiliados como carne de cañón para un paro patronal. Habrá nubarrones en la coyuntura, oscuridades que opaquen la nitidez, habrá que renovar –para despejarlos– un compromiso común, un compromiso hecho de tensiones, diálogos, conflictos y disidencias, pero sustentado sobre un acuerdo necesario: el de profundización de la Igualdad, el de ampliación de derechos.

VI

El paradigma de la Igualdad como el que se avizora requiere de la autonomía nacional. Un problema central y estructural subsistente e intacto es la extranjerización de la economía. La concentración más esa extranjerización, profundizadas deliberadamente por las políticas neoliberales, contribuyen a una persistente fuga de capitales. Durante los ’90 se financiaba con endeudamiento y hoy se lo hace con las divisas del superávit comercial, conseguido como resultado de la actual política económica y de las condiciones de la economía mundial. Así, el resultado del esfuerzo común es girado al exterior por los más poderosos, que cuanto más ganan más giran. Las constantes remesas de utilidades revelan que la Igualdad no constituye un objetivo exclusivamente social, sino un problema nacional. Así, a la exigencia de mayor inversión se agrega el requerimiento de renacionalizar la economía. Las filiales de las empresas transnacionales orientan su política, mucho más, por las necesidades y lógicas de sus casas matrices que por las definiciones, estímulos y objetivos de la política económica local. Una nueva ley de inversiones extranjeras es necesaria para proveer un marco regulatorio que permita al Estado fijar políticas.

Pendiente está, en función de la profundización de la Igualdad, una legislación justa sobre la posesión de la tierra urbana y rural. El proyecto de ley actualmente en discusión constituye un primer paso. Los desalojos de los humildes y la prepotencia de quienes los llevan a cabo han causado derramamiento de sangre y muertes. La legislación necesaria implica un debate respecto del derecho de propiedad, que por cierto se originó como todos los derechos civiles como reivindicación de los más débiles frente a los más fuertes. La conquista de los montes por parte de los sojeros tiene la misma lógica que la conquista del desierto del siglo XIX. Se despliega como una violación del derecho de propiedad comunitaria para la vida y la cultura de comunidades enteras, destruyendo los derechos de los pueblos originarios y de los campesinos para establecer otros nuevos, que protejan la apropiación de medios de producción por una clase objetivamente vinculada con la restauración del modelo derrotado en 2001. Apropiación típica de los conquistadores, por medio de la expulsión de campesinos de sus tierras. La solución del hábitat urbano y rural es, tal vez, la que atendería los problemas de mayor injusticia y violencia, resultantes de inequidades desgarrantes.

La marginación del ideario del desarrollo y su empobrecimiento al subsumirlo en los conceptos de crecimiento y derrame fueron tributarios de la sanción de leyes financieras que retiraron al Estado de la función de direccionamiento del crédito. Nuevas leyes que regulen el funcionamiento de las entidades, las funciones del Banco Central –que incluyen la recuperación del poder estatal para articular la política monetaria con las otras políticas públicas– y los derechos, acceso y protección a los usuarios del crédito significarán la derogación y el reemplazo de la que fuera la ley de leyes de la política económica de la dictadura terrorista: la Ley de Entidades Financieras y, también, de la carta orgánica del Banco Central, columna vertebral de la financiarización.

La vibrante defensa de Cristina Fernández de la gestión en Aerolíneas Argentinas, la estatización que dio origen a Aysa y las diferencias de eficiencia en la gestión pública de los fondos jubilatorios aplicados a proyectos de desarrollo habilitan una vía de profundización sostenida en la recuperación de la gestión empresaria del Estado. Quedó agotado el discurso de la ineficiencia pública respecto de la virtud de la privada. El desempeño del Banco Nación durante las crisis y en el estímulo del crédito productivo, frente a la conducta lucrativa de corto plazo de una banca extranjera especializada en créditos personales –colocados a altas tasas–, muestra otro contraste que abunda en el fundamento del colapso de esa creencia. Así, el empeoramiento del balance de divisas en el sector energético alerta sobre una insuficiencia exploratoria del capital privado en la industria petrolera. La mejora en el planeamiento y la regulación y la recuperación de la centralidad empresaria estatal en ese sector no sólo atenderían a requerimientos del proceso de desarrollo, sino que también crearían condiciones para generar estrategias económicas que no desdeñen el cuidado del medio ambiente, a la vez que afirmarían el camino de la autonomía nacional.

VII

Si se postula una sociedad de derechos, es impensable avanzar sin la idea del plan. Una sociedad de mercados es una sociedad sin plan, porque la organización de ésta opera indirectamente por el peso de la pura correlación de fuerzas de los poderes económicos. En cambio, la construcción de una sociedad de derechos requiere de la participación ciudadana en las decisiones. Participación cuya fuerza quedó demostrada en la forja de la ley de medios, en su discusión por múltiples foros y en la creación de una sensibilidad social sobre su importancia. No debe ser ése un caso aislado sino el umbral para políticas renovadas en las que se apele a una capilar politización de lo cotidiano. O, dicho de otro modo, en el que se conjugue la igualdad más profunda: aquella que nos hace sujetos políticamente autónomos, capaces de opinar, juzgar, comprometerse y decidir.

Una sociedad movilizada, una opinión pública capaz de forjarse en los debates y no en ningún pensamiento único, una dirigencia capaz de asumir desafíos renovados, un vasto conjunto de militancias heterogéneas y diferentes configuran un escenario promisorio para el año que se abre. Los desafíos son profundos y las interpretaciones que se conjuguen deberán estar a la altura. No es tiempo de tratos maniqueos con el pasado ni de juicios sumarios sobre la Historia, más bien lo es de recostar nuestra experiencia política sobre la diferencia que establece con otros momentos, pero también para que su actual complejidad ilumine la del pasado. Porque somos enfáticos habitantes del presente, debemos ser comprensivos visitantes de lo sucedido. A sabiendas de que los tiempos nos exigen una imaginación política renovada y un compromiso colectivo para pronunciar las palabras justas. Aquellas que nos permitan afirmar la Igualdad.

Fuente: Página 12, 29.12.11

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Los presidentes de Argentina y Uruguay

celebraron la armonía de la relación bilateral en la Casa Rosada

Una amistad que se relanza sobre rieles

Cristina Fernández de Kirchner le dijo a Mujica que su presencia en la Rosada “significa la reconstrucción definitiva de la amistad con este pueblo”. El presidente uruguayo anunció que a fin de mes un tren unirá los dos países.

 Por Nicolás Lantos

La Argentina y Uruguay dejaron atrás definitivamente los conflictos que rigieron la relación entre ambos países durante buena parte de la década pasada. Esa es la conclusión que se desprende del encuentro que mantuvieron ayer en Buenos Aires la presidenta Cristina Fernández y su par José Mujica, respaldados por sus respectivos gabinetes a pleno, en el que se firmaron once convenios bilaterales con el objetivo de profundizar la integración binacional y la cooperación en términos políticos, económicos, sociales y culturales. Entre las noticias más destacadas, el mandatario uruguayo anunció que antes de fin de mes comenzará a correr por primera vez en más de tres décadas un tren que cruce el río uniendo los dos países, y se conformó una comisión binacional que promoverá la candidatura de los dos países para alojar la Copa Mundial de Fútbol de 2030.

“Hemos trazado como norte la política del buen vecino, por considerarla la más favorable a nuestros intereses. Demasiadas décadas hemos vivido de espaldas, los unos con los otros, en América latina, siempre mirando hacia Europa; va llegando la hora de darnos cuenta de que nuestra suerte se juega con nuestros vecinos, que salimos con nuestros vecinos o no salimos”, proclamó Mujica ayer en la Casa Rosada. Cristina, por su parte, destacó: “Tenemos una tierra maravillosa que produce lo que el mundo demanda, alimentos, y una tierra libre de conflictividades. Tenemos el inmenso desafío de poder asegurarles a las futuras generaciones hacer los cimientos de una región más igualitaria”.

La presidenta argentina recibió al mandatario uruguayo cerca de las once y media de la mañana en el Salón de los Pintores del Bicentenario de la Casa Rosada y, tras un breve encuentro a solas en el despacho de Cristina Fernández, compartieron un almuerzo en el que estuvieron acompañados por sus gabinetes, para finalmente encabezar un acto en el Salón de las Mujeres, en el que rubricaron los acuerdos alcanzados. Previamente se había pasado revista al cumplimiento de los compromisos asumidos en junio, cuando ambos coincidieron en el Parque Anchorena, la residencia de descanso de los mandatarios uruguayos.

“Quiero salir un poco del protocolo y decir, y decirte, Pepe, que tu presencia aquí significa la reconstrucción definitiva de la amistad con este pueblo”, dijo en este marco Cristina Fernández, ya que el conflicto por la instalación de pasteras en la margen oriental del río Uruguay había marcado las relaciones bilaterales durante buena parte de la primera década de este siglo. Las relaciones venían enderezándose desde la asunción de Mujica en reemplazo de Tabaré Vázquez, quien había sostenido fuertes diferencias con Néstor Kirchner. Ayer, fuentes de ambas delegaciones coincidían en que ya están “totalmente normalizadas”.

La noticia más importante de la jornada la anunció el visitante: “Dentro de unos días va a cruzar un ferrocarril” entre las localidades de Concordia y Salto, el primero en 30 años en transportar pasajeros entre los dos países. El servicio comenzará a funcionar el 29 de agosto. “No quería pronunciar lo del ferrocarril porque estamos en veda electoral, si no, me hubieran denunciado; pero lo dijo él, que es el presidente de Uruguay”, bromeó la mandataria argentina.

Además se firmaron once acuerdos bilaterales, entre los que se destacan el acta constitutiva del Consejo Empresarial Argentino-Uruguayo, que buscará fortalecer los vínculos comerciales; el acta constitutiva de la Comisión Binacional para promover la candidatura y organización conjunta del Mundial de Fútbol 2030, año en que se cumple un siglo desde el primer torneo, que se celebró justamente en Uruguay; la creación de un consorcio para la distribución de gas licuado en ambas márgenes del Río de la Plata y otro para su regasificación; se rubricaron convenios de cooperación y asistencia sobre temas de geología y minería y otro sobre políticas sociales; se firmó un memorando de entendimiento en agricultura y dos acuerdos operativos sobre tránsito vecinal fronterizo y control migratorio integrado.

“Vendremos todas las veces que haya que venir a la Argentina” porque “no es con las políticas de pecheras, no es con los reclamos airados” que se obtienen resultados, sino “con políticas de negociación, escalón a escalón, y con paciencia infinita”, destacó Mujica, que calificó como “interminable” la agenda de negociaciones posibles. En respuesta, CFK ponderó “el valor de la asociación, de ser socios, que supone un ganar–ganar para las dos partes”, y recordó a los “cientos de miles de uruguayos que viven en nuestro país” y los “muchísimos argentinos que viven aunque sea transitoriamente en el Uruguay” y que, a pesar de las distancias políticas, pudieron continuar con sus vidas a ambos lados del río.

También hubo coincidencias en el aspecto de políticas económicas para la región: “Nuestro gran mercado son los pobres de América latina”, sostuvo Mujica, a tono con la postura que sostuvo la Argentina en las últimas cumbres regionales y que permitió avanzar sobre un Código Aduanero Común, medida a la que Uruguay se opuso durante el mandato de Vázquez. Otro punto de encuentro fue el respaldo oriental al reclamo argentino por los derechos de soberanía sobre las Malvinas y otras islas del Atlántico sur y el repudio a las medidas unilaterales por parte del Reino Unido, como las exploraciones hidrocarburíferas y los ejercicios militares que realizan en el área.

Sin embargo, más allá de los muchos acuerdos y logros obtenidos en la reunión de ayer, ambos mandatarios resaltaron que lo más importante fue haber restituido la “tradicional amistad” entre ambos países. “Hoy, vaya nuevamente nuestro saludo y nuestro agradecimiento a la presidenta Cristina por su amistad, y a través de ella al pueblo argentino. Yo vivo recordando a mis compatriotas que viven en la Argentina y que no se sienten extranjeros”, celebró Mujica con palabras que hasta hace un par de años hubiesen sido impensadas por la tensión que separaba ambas márgenes del río. CFK, en tanto, sostuvo que la visita de su par “significa la reconstrucción definitiva de la amistad con este pueblo” y ponderó “el valor del diálogo, del acuerdo, de superar diferencias y conflictos”. Tras casi un lustro de separaciones, la relación entre ambos países parece definitivamente reencauzada. Como concluyó el presidente uruguayo: “Va llegando la hora de darnos cuenta de que la suerte se juega con nuestros vecinos”.

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CARTA ABIERTA /9

La reconquista

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CARTA ABIERTA /9

La reconquista *

1 ¿Por qué queremos a Buenos Aires?

Porque tenemos memoria de sus barrios, incluso de aquellos que no conocimos. Porque fue fundada mitológicamente en alguna manzana hoy reciclada por las estéticas del diseño. Porque aún reconvertida y rehecha sigue convocando al relato y la aventura de la fabulación. Porque fracasó en su propio imaginario: se quiso blanca y uniforme, y su vitalidad, sin embargo, viene de la mezcla de colores, de estaturas, de modos de vestir y de celebrar, de rezar, de preparar las comidas. Porque en su voz suena la polifonía dispar de las lenguas que la habitan (el aymara y el italiano; el wolof y el guaraní; el coreano y el idish; el árabe y el portugués) y a la vez es el ritmo entre zumbón y tierno del voseo rioplatense.

Porque en ella vive el país, es territorio que habitamos los que venimos de todas las provincias y en el que constituimos un trazo nuevo de lo común. Porque en esta ciudad está, aún soterrado o ghetificado, lo indígena, y su murmullo no cesa. Porque a su vera se erigieron muchas de las fábricas del proyecto industrial argentino. Porque duerme poco y sueña mucho. Porque en el malhumor tenso de sus vecinos no deja de aflorar el sueño de otra vida. Porque tiene los bares del café charlado y las plazas multitudinarias de la política pública. Porque es una serie de capas, como pensó Martínez Estrada, que surgen y resurgen a cada paso.

Porque a ella llegan diariamente millones de personas que trabajan, estudian, se entretienen y la viven como suya, y porque su vida se extiende mucho más allá de una avenida y un río. Porque son muchos los que migran a las ciudades buscando el lugar donde se reconozcan sus derechos.

Porque es ciudad del deseo y de la memoria. Porque nuestras vidas están tramadas en ella. Porque ella no es sólo ella: es el conurbano que la desborda y la rodea, es el país que la respeta y la desdeña.

Porque si es la ciudad del miedo y la de los muros y los enclaves, es también la que vive en las multitudes callejeras del trabajo y de la fiesta. Porque un escritor imaginó a un hombre solo en alguna de sus esquinas y otro la quiso fervorosa y mítica. Porque es la ciudad en que muchos vivieron su infancia y muchos otros soñaron en su niñez. Porque es siempre la misma y siempre es distinta, porque nos desconcierta y en ella nos reconocemos, porque siempre la estamos empezando a descubrir, porque nunca nos vamos de ella, porque nunca podremos conocerla del todo. Porque a Buenos Aires siempre estamos llegando.

Porque cada generación la vuelve a fundar para que sea siempre Buenos Aires, y a poblarla de nuevos signos. Porque sus tradiciones siguen hablando en sus esquinas, sus puertas, sus cuartos, sus mesas, sus patios, sus ventanas. Porque amamos en las grandes ciudades lo que tienen de turbulencia y equívoco, de entrevero y de intercambio. Porque ella es, en los rostros que la habitan, una nación y un continente. Hospitalaria y a la vez reticente adopta hombres y mujeres de nuestra América. Porque es una ciudad que sigue abriendo las puertas a hombres y mujeres de todos los continentes, y los hijos de quienes llegan son plenamente porteños, y ellos mismos, tarde o temprano, lo son.

Porque tiene lugar para las más diversas formas del amor, de los nacimientos y las muertes. Porque está hecha de despedidas y llegadas, de silencios y ruidos, de rezos y de músicas, de consignas y de oraciones laicas, de velocidad y de espacios para la quietud. Porque en la Plaza de Mayo resuenan infinitos pasos, incluso los nuestros y los de nuestros muertos. Porque en esa plaza y en sus calles los pañuelos blancos rasgaron la monotonía plomiza del terror y porque hoy trabajan en ella, en los recintos donde reinó el exterminio, las fuerzas de la memoria y las potencias de la creatividad. Porque es escenario de rebeliones y en ella resuenan todas las luchas políticas de la Nación.

2 El derecho a la ciudad

Porque queremos a Buenos Aires, porque tenemos derecho a sus rincones geográficos y espirituales, venimos aquí a afirmar el derecho a las instituciones de la ciudad y a su espacio público. No se trata sólo de metros cúbicos de vivienda: también es hora de construir formas dignas y participativas de la política. De afirmar que ese derecho lo tienen los que viven en ella y los que llegan cada día. De afirmar la trama urbana contra el miedo: fortalecer los puentes antes que los muros.

Porque el que es recluido en un ghetto no tiene derecho a la ciudad, se trata de combatir todo proceso de segregación. Reinventar la confianza para hacer posible vivir la ciudad sin retaceos. Reconocernos como ciudadanos y no como espectadores de una política que hacen otros: la reconquista de la ciudad exige una nueva racionalidad comunitaria, manos múltiples puestas a diario en la masa de la vida pública.

La ciudad es difícil como lo es todo espacio en el que millones gestionan su vida en común. Y es, sin embargo, en esa dificultad donde pueden encontrarse las fuerzas para una recomposición, en vez de la amenaza de unos contra otros. Afirmar una lógica no mercantil de los derechos: impulsar reparación allí donde hay desigualdad. La salud concebida como derecho real y para todos, ya no como negocio ni como avara limosna para salir del paso. El problema de la contaminación ambiental encarado a través de una acción multidisciplinaria, a todos los niveles, como una necesidad vital y no como un leitmotiv para afiches publicitarios.

Sostener y expandir escuelas para todos, donde la igualdad se construya en el cotidiano y las escuelas públicas reciban el compromiso, el esfuerzo y la confianza de muchos que hoy están fuera de ella. Construir las mejores escuelas, aquellas que elegiríamos para nuestros hijos, aquellas en las que quisiéramos trabajar.

Afirmar que todo barrio debe tener sus espacios verdes y sus ámbitos comunes, sus núcleos de producción de cultura y sus canales de comunicación. También que la gestión de esos espacios debe ser democrática y definida por los vecinos que los usan.

En vez de una ciudad sin horizonte y cercada por una autopista, recuperar el paisaje abierto del río y afirmar la parquización de la General Paz. Necesitamos muchos arquitectos como Bereterbide para pensar esa ciudad a la que tenemos derecho. Contra la ciudad de enclaves y fragmentos ligados por raudas autopistas –ciudad de Puerto Madero y el Parque Indoamericano–, afirmar una ciudad heterogénea y justa. Una ciudad que se reconozca en el movimiento incesante de los trabajadores en sus calles, a la hora del trabajo diario y el descanso, y a la del reclamo y la celebración.

Hoy la ciudad es rehecha por la lógica del capitalismo financiero y la especulación inmobiliaria. En los cimientos de la modernización de esta hora está la renta sojera antes que la necesidad habitacional.

La ciudad es fachada y sótano, Teatro Colón y taller clandestino, como desde los años ’30 –bien lo sabía David Viñas– fue villa miseria y Kavannagh. Se trata de hacer visible el sótano en el marco de las luchas por la igualdad.

Pensar la ciudad, en estos días de decisiones electorales, es pensar qué vida queremos vivir.

3 La reconquista (o el Eternauta)

Mezclando racismo y bicisenda; segregación y reciclado; destrucción del patrimonio, culto del consumo y violencia contra los desposeídos que duermen bajo papel de diario en los portales, el desquicio es la escena que nos lega el actual Gobierno de la Ciudad. En sus manos, la necesaria modificación de prácticas urbanas se convierte en mero recurso apologético de un estilo de vida tomado de los barrios cerrados.

No es sólo estupidez. Se articula con una representación intolerante de la ciudad, contra todo lo que mancille una fantaseada pureza o que resulte excedente para las demandas laborales del momento.

La del macrismo es una Buenos Aires ilusoria. La usa como horizonte y ariete contra la ciudad real. La nuestra es aquella que es soterrada y a la vez utópica. Está en los intersticios de la ciudad real, la vemos allí donde el miedo se suspende o en los hechos extraordinarios donde se revela la potencia de la vida en común.

La sorpresa de esta nueva derecha en la gestión ha sido lo escuálido de su eficiencia. Ni siquiera administran como buenos gerentes. Esta ciudad no los merece, incluidos los ciudadanos que los han votado.

Esta ciudad, nuestra Buenos Aires, la profunda y a la vez futura, merece políticos de otra tesitura, capaces de explorar sus fuerzas novedosas y de recrear sus espacios públicos. Políticos acordes al estremecimiento de la dimensión política que en los últimos años recuperamos para alarma y escándalo de los que no aceptan interferencias en su voluntad de hacer y rehacer la ciudad y el país a su antojo.

No se debería ausentar de la vida política la idea de felicidad. Ni aceptar su arrebato por derecha, porque en esas manos deviene una composición de consumo privado y celebración espectacularizada. Pensamos en otra felicidad: la que surge del encuentro de lo común y del acceso democrático a lo público.

Esta ciudad merece una reconquista, que sólo puede concretar la acción fraterna de las mayorías. Reconquistarla de la brutalidad del interés mezquino de unos pocos, de la violencia con que fueron conculcados derechos, de la impasibilidad con que sus bienes, sus memorias y sus mitos son devastados o metamorfoseados en objeto de consumo pasajero y ganancias. Reconquistar, con el pasado, la noción de futuro.

Vivimos años de conmoción, conflictos y entusiasmos políticos que desde distintas historias se han desplegado alrededor del kirchnerismo, nombre que intenta dar cuenta del nuevo sesgo, intensamente popular, nacional y democrático, que conmueve todos los aspectos de la vida argentina. Hay que hacer escuchar ese grito apasionado que se murmura en los barrios y en las calles como ansia refundacional.

Hay que seguir escuchando, porque no se ha apagado el rumor de los millones que estuvimos en la calle a la hora de la fiesta –cuando nos descubrimos juntos en el Bicentenario– y a la hora del duelo, en octubre, cuando el dolor y la necesidad de seguir adelante nos hicieron mirarnos las caras. Porque ahí reconocimos nuestra fuerza comunitaria y supimos que no estábamos solos. Algo ha quedado en el aire, otro ánimo, otras energías, el avizoramiento de otros horizontes.

Que es más que un sueño lo sabemos en una patria donde la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la ley de matrimonio igualitario demostraron que ningún sueño es excesivo si hay una necesidad que lo reclame y una fuerza popular que lo sustente.

No se trata solamente de que, con un cambio en el Gobierno de la Ciudad, concluya un ciclo de deterioro, reconversión excluyente y despojo. Se trata de reconquistar la política, contra su banalización en manos de los gerentes empresarios y los gabinetes de marketing; y de algo más: junto a los hombres capaces de hacer ese llamado, como Filmus y Tomada, de lo que se trata es de que empecemos todos a construir la Buenos Aires que sus profundas necesidades nos están pidiendo.

Contra la lógica de la especulación inmobiliaria, se trata de recuperar la bullente fuerza de los movimientos sociales: de los grupos que luchan por otras condiciones de vida, por su derecho a la vivienda, y los que defienden una preservación razonada de sus barrios. Contra la antipolítica que los desvencijó y los condena al olvido, recuperar los clubes socio-deportivos de los barrios, las bibliotecas, las cooperadoras escolares, los centros artísticos y culturales, el cotidiano prodigio de los encuentros.

Contra la privatización de las riberas del Plata, limitándolas a coto para viviendas y consumo suntuarios, es necesario reconquistar su uso, construyendo un litoral público, accesible y comunicado con el tejido urbano en su conjunto. La apropiación de los bienes naturales por unos pocos no puede ser el destino de una ciudad democrática. Por el contrario, en Buenos Aires todavía persiste la memoria de otra relación con el río y su ribera, que puede ser el sustrato de un emprendimiento de recuperación.

Buenos Aires debe ser repensada en su dimensión físico-espacial, en sus condiciones sociales y vecinales, y en el modo en que se toman las decisiones gubernamentales. Apelando, para todo esto, a las fuerzas activas de la sociedad y a nuevos modos del compromiso ciudadano.

Porque, así como es impostergable la necesidad de más viviendas para todos, es necesario controlar el uso del suelo, recuperar tierras para el uso público y social, impedir u obstaculizar la intervención del capital constructivo-especulador-reurbanizador-expulsor, la toma de decisiones sobre el desarrollo urbano no puede no ser participativa y democrática.

Es necesario un explícito programa de funcionamiento de las comunas. Como son necesarios mecanismos que permitan negociar, concertar y discutir entre sí a las distintas racionalidades a través de las cuales es pensada la ciudad. Necesarios o inevitables, los cambios deben ser concertados, preservando modos de convivencia. Puestas en examen, las evidencias del despojo deben convertirse en síntomas de emancipación.

Palabra poderosa, estremecida de ecos de la historia y de carnalidad popular, palabra asentada en nuestras infancias y en la entraña de nuestros afectos, hablar de “reconquista” supone hoy una apertura del futuro y, a la vez, del pasado común. De la ciudad como campo de posibilidades y espacio de la memoria, una tarea hecha tanto de paciencia como de decisión, de ojos abiertos y de sueño, de firmeza y de trabajo.

Nos sentimos militantes de esa reconquista que no será fácil, porque se trata de combatir no sólo una gestión y un partido, sino un estado de cosas propios de las ciudades contemporáneas que tienden a la fragmentación, a la segregación y la experiencia más profunda del miedo. Buenos Aires tiene derecho a ser, también en eso, modelo en el mundo.

Por lo que vive en estos años la Argentina y por lo que está viviendo Sudamérica, esta es la época propicia para intentar esa otra ciudad. Esa otra ciudad que asoma entre el pavimento algunas veces: aparece en manifestaciones, en festejos populares, en colectivos barriales, en militancias dispersas. En las esperanzas que aglutina Cristina Fernández y en la pasión con que una nueva generación, de voces nuevas y nuevos estilos, se lanzó a retomar y reinventar los caminos antes abiertos por otros jóvenes, con la mirada abierta a la contundencia del presente. A esa ciudad le hablamos.

Les hablamos a los que se sienten lacerados cuando el cartoneo puebla los anocheceres porteños. A los que saben menguadas sus propias vidas ante la infelicidad y la carencia de otros. A los que no quieren violencias asesinas para proteger sus bienes. A los que creen que lo común debe ser construido. A los que impulsan una política capaz de evitar el daño a la vida social. A los que suponen que otra ciudad es posible, aunque no alcancen a balbucear sus contornos. A los que se saben insatisfechos y dolidos. A los que aman, como nosotros amamos, esta ciudad e intuyen que es necesario reconquistarla, porque algo ineludible le seguirá faltando a sus vidas hasta entonces.

A ellos les hablamos porque son muchos y, sin renunciar a sus particularidades y diferencias, se reconocen en lo que anhelan para sí y para todos. Vengan de la tradición peronista o de las de los progresismos o las izquierdas, estén entre quienes se identifican con los ideales liberales de Mayo o entre los radicales que se niegan a olvidar la defensa de una democracia real y la lucha contra los poderes corporativos que alberga su historia. En tiempos en que los argentinos asistimos al reencuentro con las aspiraciones de un proyecto común, su ciudad capital tiene la oportunidad de dar el gran paso que la lleve hacia lo que una y otra vez se anuncia en el trasfondo de sus sueños.

Tanto como Buenos Aires necesita, para ser más Buenos Aires, reconocerse argentina, la Argentina necesita a una Buenos Aires a la altura de los desafíos que su horizonte promete. Reclamamos más política y no menos. Más calle y no menos. Pensamos más como ciudadanos que como usuarios o consumidores.

Fue en nuestra Carta Abierta/4 que, ante la imposición de una política del miedo y del silencio, invocábamos la fuerza moral del Eternauta. Está aquí, en estos días, cuando la indiferencia ya ha dejado de ser la atmósfera que plantaba un horizonte de plomo: la fuerza popular que va extendiéndose en torno del nombre “kirchnerismo” está dibujando, en esta hora argentina, el rumbo hacia la reconquista de nuestro derecho a vivir en Buenos Aires. A esa fuerza apostamos.

* Ver nota en www.pagina12.com.ar

Fuente: Página 12, 19.06.11

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Cristina

participará hoy en Asunción

en los actos por el Bicentenario de Paraguay

      

Casa de la Independencia – Asunción, Paraguay

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegará hoy a Asunción para acompañar a su par del Paraguay, Fernando Lugo, en los actos centrales celebratorios del Bicentenario de la independencia de este país.

Cristina partirá desde el sector militar del aeroparque metropolitano a bordo del avión T-01, y arribará al aeropuerto internacional «Silvio Pettirossi» alrededor de las 11.30 hora local (las 12.30 hora argentina), según indicaron fuentes oficiales argentinas. 

En la estación aérea será recibida por el embajador argentino en Paraguay, Rafael Romá, autoridades del gobierno paraguayo y funcionarios de la representación diplomática argentina. 

Desde allí la presidenta se trasladará al centro de la ciudad, donde presenciará la última parte del desfile militar que se realizará en la céntrica avenida Mariscal López. 

Cristina participará luego de un almuerzo que Lugo ofrecerá a los mandatarios visitantes en Mburuvicha Róga, la residencia presidencial, en la que estarán además los jefes de Estado de Bolivia, Evo Morales, y del Uruguay, José Mujica. 

Morales y Mujica llegarán hoy por la mañana a Asunción para acompañar a Lugo en los festejos, a los que también asistirán delegaciones de 41 países del mundo. 

Si bien inicialmente se había anunciado para el domingo la visita de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, su viaje fue cancelado por prescripción de sus médicos, ya que se encuentra en proceso de recuperación de una neumonía, y como su traslado demandaba varias horas de avión, fue desaconsejado por los especialistas. 

La presencia de Rousseff había despertado gran expectativa en Asunción, por tratarse de la primera visita de la mandataria brasileña a Paraguay, en cuyo transcurso iba a formalizar el anuncio del incremento de 120 a 360 millones de dólares del monto de la energía eléctrica producida por Yacyretá que Brasil paga a Paraguay, aprobado el miércoles último por el senado brasileño. 

La fiesta patria que celebran este fin de semana los paraguayos recuerda el derrocamiento de las autoridades españolas por los patriotas locales, el 14 de mayo de 1811, como consecuencia de un movimiento dirigido por el capitán Pedro Juan Caballero y el gobernador Velasco, del que participó además José Gaspar Rodríguez de Francia, supremo dictador desde 1814 a 1840. 

Este sábado será el día con la agenda más cargada de festejos, a los que los paraguayos han adherido con entusiasmo y fervor patriótico, en un clima de épica centrado en los sucesos de la guerra de la triple alianza, que devastó al país en momentos en que era una de las naciones más adelantadas tecnológicamente en América del Sur. 

Del desfile militar participarán efectivos de las tres fuerzas armadas argentinas y, con uniformes de época, de la Prefectura Naval y de la Gendarmería Nacional, además de una escuadrilla de aviones Pucará, con asiento en la ciudad de Reconquista, la que sobrevolará el lugar, comentó el embajador argentino en Asunción, Rafael Romá. 

«Insistimos mucho en que estén la Gendarmería y la Prefectura, porque la Argentina y Paraguay son dos países que comparten una extensa frontera, la hidrovía Paraná-Paraguay es la vía de comunicación más fuerte, y todo este aporta, más allá de lo comercial, a la integración», agregó el embajador. 

«Además en el plano cultural hemos realizado actividades culturales conjuntas, en Asunción y en Buenos Aires, con artistas argentinos y paraguayos; y se inauguró un stand argentino en la feria de las Naciones, en el marco de la valorización de los dos Bicentenarios», dijo Romá. 

Hoy se inaugurará a primera hora la TV Pública, en un proyecto de comunicación en el que hubo aportes de la experiencia argentina; Lugo hablará después en la Casa de la Independencia, para dejar inaugurado el Patio del Bicentenario, y el presidente encabezará a continuación el Te Deum en la Catedral Metropolitana. 

Tras el desfile militar en la avenida Mariscal López, en la residencia oficial de Lugo será servido al mediodía un almuerzo reservado para los presidentes visitantes. 

En la noche del sábado se hará un festival musical-cultural frente al Palacio de López, la sede del Ejecutivo ubicada frente a la bahía de Asunción, y el domingo por la mañana habrá una sesión especial del Congreso. 

Fuente : Télam, 14.05.11

 

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 Cristina y el desafío del quinto elemento

 

Por Eduardo Anguita

Cerca de la estación Migueletes, en el límite de la General Paz y de los partidos de San Martín y Vicente López, miles de personas trabajan para que, el 8 de julio, la Presidenta pueda inaugurar Tecnópolis. Un día antes de la conmemoración de la Independencia y apenas 48 horas antes de las elecciones a jefe de Gobierno porteño, se está montando la feria de ciencia, talento y futuro por la que pasarán, en los próximos meses, seis millones de personas. Un tren interno tendrá estaciones para recorrer las 50 hectáreas sobre las que se desarrollarán los distintos módulos.

Estarán compuestos por los cuatro elementos, tal como fue definida en la Antigua Grecia la organización de la materia. El estado sólido, representado por la tierra; el líquido, por el agua; el gaseoso, por el aire, y por último, el fuego, que representa la energía capaz de impactar en los otros tres elementos. A estos cuatro, los organizadores de Tecnópolis sumarán el quinto elemento, que no será el maligno de la película de Luc Besson. Por el contrario, este quinto expresará la capacidad que tienen los científicos y tecnólogos de interactuar con la naturaleza. En definitiva, esta muestra será un recorrido por los desafíos palpables que recorren las aguas, los cielos y las tierras argentinas.

Será la posibilidad de que nuestra sociedad se mire a sí misma con sus habilidades y potencialidades que arraigan las posiciones que terminen con las visiones colonizadas, esas que pretenden una economía primarizada, agroexportadora, esas que quieren un país donde los chicos vayan al predio de la Sociedad Rural regenteado por Francisco de Narváez a impresionarse con un Aberdeen Angus que insemina –artificialmente– a vaquitas siempre ajenas.

Por supuesto, tal como advierte la visionaria Elisa Carrió, los asistentes a Tecnópolis, podrán ver el despliegue de talento de Fuerza Bruta. Pero, además, verán la creatividad de las universidades públicas, de empresas nacionales y de los miles de pequeños laboratorios públicos y privados que incuban el potencial de una Argentina en transformación.

Así como los franceses sienten aún el orgullo de la Exposición Mundial de París, inaugurada en el Centenario de la Toma de la Bastilla, o como los chinos impactaron al planeta con la inauguración, el año pasado, de la Exposición Universal de Shangai, los argentinos tendremos con Tecnópolis, a escala de nuestro país, una materialización de todos los atributos que expresen la dirección del cambio que vivimos. Mientras los festejos del Bicentenario fueron un repaso de la identidad forjada desde la Revolución de Mayo, esta exposición permitirá descifrar las claves de la identidad que puja por ganar la escena central en la agenda pública. De la mano de artistas, científicos y tecnólogos, la Presidenta está preparando el escenario donde se exhiban los resultados del “modelo” en marcha, tal como le gusta definir a ella esta etapa de grandes transformaciones que transita nuestra joven Nación.

Con los pies en el presente. Poner la vista en el futuro, descifrar algunas de las cosas que pueden venir, permite encarar con más seguridad el presente. El decreto presidencial 441 publicado en el Boletín Oficial el miércoles pasado, permitió barrer otra más de las herencias del neoliberalismo. Domingo Cavallo, arquitecto de la nefasta década de los ’90, había sido el impulsor de la Ley 24.241 que creaba las Afjp y le quitaba una herramienta fundamental al Estado y a los trabajadores con las privatizaciones de las cajas previsionales. El artículo 76 limitaba al 5% la incidencia del Estado (o de las Afjp) en las empresas aunque su participación en el capital accionario fuera muy superior a ese exiguo porcentaje (ver nota La campaña de Rocca). Este decreto provocó un revuelo en algunos sectores empresariales, especialmente en la reacción airada de los directivos de Siderar, del grupo de empresas de Paolo Rocca, quienes sesionaron el viernes desconociendo los derechos que tiene ahora la Anses para poner una cantidad de directores en la conducción de la empresa, acordes a su participación accionaria.

Techint, a la par que viola la ley, se victimiza a través de los medios de Héctor Magnetto, su socio en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), una entidad que agrupa a unas pocas empresas corporativas abiertamente antikirchneristas. Ayer por la mañana, en Radio Mitre, el periodista Marcelo Bonelli dio una muestra clara de cómo se puede ser más papista que el Papa a la hora de apuntar contra Cristina. En una entrevista con Jaime Campos, presidente de AEA, Bonelli dijo: “¿Se puede decir que con esta medida el Gobierno toma una postura chavista?”. Pese a su lugar de defensor de Clarín y Techint, Campos se excusó: “Prefiero no calificarlo. Menos con adjetivos que sean ajenos al país”. De inmediato, Campos aseguró que el límite del 5% es porque “el Estado le deja a los privados que tomen las decisiones de las empresas, porque son los que saben hacerlo”.

La confesión directa de que estas corporaciones piensan al Estado como el socio bobo y a los políticos como unos más de sus gerentes. “En el mundo las cosas funcionan distinto”, agregó Campos, algo que está rebatido, por ejemplo, por cómo funciona el Sistema de Retiro de Empleados Públicos de California que interviene en las decisiones empresariales de compañías en las que invierte los aportes de los trabajadores (ver nota La doble moral del Grupo Clarín).

El intento, burdo, de los cronistas de la dependencia no hace más que poner de relieve que la incapacidad de la oposición política se debe a que son gestores de los intereses de un pequeño –pero muy poderoso– grupo de jerarcas empresarios. Por el contrario, el afianzamiento de la Presidenta entre la ciudadanía muestra la revalorización de la política como herramienta de participación colectiva. Cristina expresa gestión, pero no cualquier gestión sino la de los intereses de un conglomerado de asalariados, sectores medios, empresarios nacionales y de un Estado activo. A la gestión, la Presidenta le suma identidad, entendida ésta como la construcción de nuevos vínculos culturales, medios de comunicación, espacios culturales y artísticos, así como de establecimientos educativos.

No se trata de una cuestión maniquea. No es desvalorización de figuras o de personas. Es algo más delicado: los privilegios acumulados por décadas pierden peso y saben que la redistribución de los recursos y los ingresos avanzan a favor de los sectores nacionales. La política dejó de pertenecer a los gestores de esos privilegios y en el último año buena parte de la sociedad se contagia de los caminos populares de participación. Bestializar a Chávez o a Moyano o a La Cámpora parece una caricatura insuficiente como para torcer el rumbo de la Argentina.

Buenos Aires, la Ciudad. Despejado el camino para que tanto Daniel Scioli como Martín Sabbatella puedan llevar en octubre la candidatura presidencial del Frente Para la Victoria (que todo indica será Cristina), el ojo de los analistas se centra en las elecciones del 10 de julio para elegir jefe de Gobierno porteño. Daniel Filmus no es todavía candidato en firme y se mueve con la discreción de alguien que espera sereno y disciplinado la decisión presidencial.

Sin embargo, todas las encuestas muestran cómo crece en intención de voto y se despega de los otros dos precandidatos del FpV, Carlos Tomada y Amado Boudou. Una encuesta de Enrique Zuleta Puceiro dada a conocer ayer crea distintos escenarios electorales. Los dos más interesantes son los que enfrentan a Gabriela Michetti y a Mauricio Macri como candidatos del PRO y a Daniel Filmus, Fernando Pino Solanas y otros ocho posibles candidatos.

Mientras Michetti obtendría el 29,7% de los votos, Macri cosecharía seis puntos más (35,7%). Filmus, ante Michetti sacaría 25,9% mientras que contra Macri subiría unas décimas (26,3%). Solanas sería el tercero con 10,3% contra Michetti y con 11,5% contra Macri. Es decir, Filmus y Solanas obtendrían algo más de votos ante la polarización que significa un candidato con fuerte adhesión pero también con fuerte rechazo como Macri.

En ambos escenarios, se plantea algo vital en las tres semanas entre la primera y la segura segunda vuelta: qué acuerdos pueden lograr los distintos espacios políticos antimacristas, especialmente el FpV y Proyecto Sur, en la dirección de que “quien pierde acompaña”. En ese sentido, se pronunciaron Claudio Lozano (quien sonaba para candidato de Proyecto Sur hasta que Solanas advirtió que seguramente “bajará” a la Ciudad) y varios otros referentes de Proyecto Sur. Con respecto a la decisión del PRO, no falta mucho para la decisión de Mauricio. Hace pocos días, en un congreso de Comunicación llevado a cabo en Ecuador, Jaime Durán Barba les confió a varios asistentes que es partidario de que su cliente también abandone sus pretensiones presidenciales y compita por repetir el mandato.

Otras notas

  • Management & Fit, que trabaja para Francisco De Narváez –que promueve a Javier Castrilli en la Capital–, en un estudio del 8 de marzo pasado, le da 42% de apoyo del electorado a la presidenta Cristina Kirchner, el nivel más alto desde su asunción para esa consultora. La respuesta espontánea ante la pregunta “¿A quién votaría para Presidente?” tiene a Cristina Kirchner con 17,1%, seguida por Macri pero con sólo el 5% de las respuestas. La aprobación de la gestión de Mauricio Macri, en cambio, es del 26,2%.

  • En un escenario caldeado por las críticas cruzadas entre el precandidato kirchnerista, Amado Boudou, y el dirigente macrista Horacio Rodríguez Larreta; diferentes consultores coincidieron en que habrá ballottage entre el PRO y el Frente para la Victoria (FpV) en las próximas elecciones para jefe de Gobierno porteño. Independientemente de quiénes sean los aspirantes para conducir la Ciudad, el próximo jefe porteño será un macrista o un kirchnerista.

  • Si bien algunas encuestas recientes hablan ya sea de un empate entre macrismo y kirchnerismo en las elecciones a jefe de Gobierno como de un acercamiento de Daniel Filmus a la opción Michetti/ Rodríguez Larreta, aún es temprano para una proyección fiable.

  • Más de la mitad de los porteños creen que el próximo jefe de Gobierno no debería pertenecer al PRO. El dato surge del último sondeo de opinión pública de la consultora Carlos Fara, realizado a fines de diciembre. La pregunta exacta fue: ¿Usted cree que lo mejor para la Ciudad es que siga gobernando el PRO, sea con Mauricio Macri u otro referente? El 53 por ciento de los consultados contestó que creía que no era lo mejor y el 39 que sí. El resultado muestra hasta qué punto la batalla electoral por la Ciudad de Buenos Aires tiene un final abierto.

  • La encuesta sobre intención de voto a presidente realizada por la empresa Ricardo Rouvier & Asociados arroja, a primera vista, un dato significativo: en cuatro posibles escenarios electorales, el segundo y el tercer candidato, juntos, no llegan a superar el porcentaje que alcanza el primero (y, menos, la primera).

  • Abrumado porque los resultados de las encuestas lo siguen mostrando muy lejos de Cristina Fernández en la carrera presidencial, la indefinición de Mauricio Macri en cuanto a dar la pelea principal o resignarse a ir por otro mandato en la ciudad, profundiza las grietas internas del PRO y genera desconfianza en sus posibles aliados políticos.

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 PALABRAS DE LA PRESIDENTA

EN EL ACTO POR EL 38 ANIVERSARIO

DEL TRIUNFO ELECTORAL DE HECTOR CAMPORA

Gracias, muchas gracias a todos los compañeros y compañeras, que hoy se han congregado aquí: quiero decirles a todos y a todas que esta tarde, aquí en Huracán, no está la Presidenta de la República, está la compañera de todos ustedes. (APLAUSOS). Y como compañera quiero pedirles a todos y a todas que este acto, de este 11 de marzo, sea en recuerdo y en homenaje a quien fuera mi compañero de toda la vida. (APLAUSOS).

Hace exactamente apenas un año, y parece una eternidad, él les hablaba a todos ustedes, desde Ferro. Yo quiero venir a recordarle, como se recuerda al militante con el compromiso de que la lucha que él inicio – un 25 de mayo del año 2003 – es la lucha mía por construir la Argentina que él tanto soñó y por la que tanto trabajó sin descanso, sin desmayo entregando lo mejor de sí. (APLAUSOS).

Quiero también decirles que estaría contento y orgulloso de ver a miles y miles de jóvenes, que como él y como yo, aquel 11 de marzo tenía yo apenas 20 años; en una de las tribunas está mi hija Florencia, que también tiene 20 años, como yo tenía aquel 11 de marzo de 1973. Florencia me pedía que fuera puntual, porque se estaban muriendo de calor.

Yo quiero decirles que vengo también a reconocer que hay otro país diferente, afortunadamente, de aquellos tiempos y de todos los tiempos de estos últimos doscientos años en que las luchas nacionales y populares por construir un país independiente y soberano tuvieron largas marchas y contramarchas.

Si uno piensa no solamente en los jóvenes de aquella etapa, si uno piensa en los jóvenes que construyeron aquel 25 de mayo de 1810, y los que vinieron más tarde a lo largo de toda la historia del campo nacional y popular podrá observar que eran siempre jóvenes que se incorporaban a luchar contra algo porque había algo que los oprimía: o era el yugo colonial o eran las dictaduras las que no dejaban expresarse al pueblo. Por primera vez ustedes – generación del Bicentenario – se están incorporando a la política no contra alguien, sino por alguien, por una historia, por la Argentina por seguir mejorando las cosas. (APLAUSOS).

Ustedes no tienen idea – porque son muy jóvenes – mis compañeros, muchos de ellos que compartimos también años de militancias me van a entender. Pero quiero que sepan que ustedes tienen la inmensa oportunidad histórica de participar en la construcción de un país diferente; de un país en el que no vienen a luchar contra alguien, sino que por algo; en un país donde es posible volver a soñar y donde con alegría y no con dolor, en donde con amor y no con odio, queremos convocar a toda la sociedad. Es una construcción política diferente, siempre en nuestra historia las construcciones políticas, aún las del campo nacional y popular, se hacían en base a las contradicciones o contra algo. Hoy estamos construyendo con un profundo amor por las cosas logradas y con una profunda demanda por profundizar esos cambios para que puedan llegar a todos los argentinos. No, no hay que darle gracias ni a mí ni a él porque hay otra cosa que tenemos que hacer, más importante todavía.

Siento que a lo largo de la historia el campo nacional y popular – liderado por hombres o por mujeres, cuando esos hombres o mujeres ya no estaban era como se desperdigaba porque faltaba la construcción orgánica; porque faltaba la construcción política e institucional que no hiciera depender la transformación y el cambio de una o dos personas. Ese es el gran desafío que tenemos hoy los argentinos y que tienen los jóvenes: cómo hacer para que tanta lucha no sea en vano, cómo hacer para homenajearlo, cómo hacer para que su presencia sea definitiva y la de tantos otros. (APLAUSOS). Construir sobre las coincidencias, aprender a construir los argentinos y sobre todo los jóvenes no sobre las diferencias, que así se ha construido durante tanto tiempo, y entonces todo duraba poco porque faltaba que algo fallara, que no estuviera una coma, que faltara una letra o una oración para juzgar que entonces no se era nacional o popular.

Quiero decirles a todos ustedes, que cuando incorporen a otros argentinos no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido, pregúntenles si están de acuerdo con que la Asignación Universal por Hijo sirve para que millones de niños tengan derecho a la educación y a la salud. (APLAUSOS). Y también, quiero que les pregunten si están de acuerdo con que tenemos que seguir industrializando el país y agregando valor para seguir generando trabajos más calificados para todo los argentinos. (APLAUSOS) Quiero que les pregunten si tenemos que seguir poniendo en la educación pública en todos sus niveles el esfuerzo y los recursos, y si tenemos que seguir aún poniendo más; quiero que le pregunten si necesitamos
seguir inaugurando – como hace unos días – universidades públicas y gratuitas para que tengamos realmente niveles de igualdad; quiero que le preguntan si necesitamos proteger el trabajo nacional, la producción nacional y el desarrollo de nuestra industria; si necesitamos también seguir desarrollando un fuerte mercado interno que impulse también a que exportemos más y mejor porque generamos más y mejores puestos de trabajo; quiero que le pregunten si quieren ser un país donde los derechos humanos son una bandera de toda la sociedad, sin ninguna distinción de ideología o partido, porque es lo
que nos diferencia de la barbarie. (APLAUSOS).

También quiero que le pregunten si como argentino se siente parte de esta América del Sur, de este MERCOSUR, de esta UNASUR, si se siente profundamente latinoamericano y siente orgulloso de su identidad, de su pertenencia, de su historia; quiero que le pregunten si está de acuerdo con una sociedad que da derechos igualitarios, que amplía el abanico de posibilidades y que nos convierte a todos un poquito más iguales todo los días. (APLAUSOS)

Si están de acuerdo con esas cosas forman parte de esta historia y de este espacio, lo demás es anécdota o vanidades personales.

Quiero homenajearlo a él, nunca he conocido a nadie tan alejado de las vanidades personales y de las banalidades como él. No le importaba nada de lo que suele inclusive importarme a mí por ahí como mujer. Nadie tan despojado de las cuestiones que por ahí distraen en la política y nos hacen ver diferencias donde no las hay. (APLAUSOS).

Por eso quiero rescatar la historia, pero también quiero una juventud que construya su propia historia, como la hicimos nosotros; ustedes son la generación del Bicentenario (APLAUSOS).

Les pido que tengan ejemplos, pero que sean ustedes mismos, cada uno de ustedes, cada una de las horas, porque créanme que el gran vínculo que nos une a todos – desde 1810 a la fecha – es el inmenso compromiso por los intereses de la nación y con los intereses del pueblo, que son la misma cosa, nación y pueblo, pese a que algunos quieran diferenciarlo. No hay pueblo sin nación ni nación sin pueblo. (APLAUSOS).

Yo les pido que construyendo su propia historia, su propia identidad, también están construyendo la historia de todos nosotros. Nosotros no imitamos a nadie, porque en fin, cada uno es producto d  la época y de la historia y del momento histórico en que le toca vivir. Y este momento histórico, de esta Argentina, impensable hace apenas 10 años; estamos solamente a una década del desastre más formidable del que se tenga memoria, y aquí está la Argentina de pie, con dignidad, con libertades, con libertades como nunca tuvo en su historia. (APLAUSOS).

Me atrevo y desafío que me digan si hubo un momento de mayor densidad y profundidad democrática, donde cada uno pudo expresarse como quiso y cómo quiere respecto de todo que esta Argentina que estamos viviendo hoy. (APLAUSOS). Y esto nos tiene que llenar a todos de orgullo, pero también de una inmensa responsabilidad; la responsabilidad de profundizar a la organización popular, de abandonar vanidades y cuestiones dirigenciales que solo sirven para alejar a la gente de la política y creer que solamente esto es una feria de vanidades.

Nuestro gran compromiso es a través del ejemplo diario y cotidiano, cualquiera sea el lugar que nos toque desempeñar; dar el ejemplo de humildad, de trabajo, de convicción para poder, entonces sí, seguir construyendo esta Argentina que tanto nos costó.

Falta mucho, ¡claro que falta! Pero es, precisamente, con la certeza de poder construir lo que se ha construido, lo que nos debe animar para seguir el camino y no abandonarlo.

El gran desafío es que el campo nacional y popular pueda institucionalizar; pero no, eso no se hace a través de una ley o de un decreto. La institucionalización de un modelo de país es cuando se hace carne en el conjunto de la sociedad porque visualiza que ese es el camino más acertado como país y como nación.

Para eso hemos debido luchar contra una fuerte subordinación cultural impuesta históricamente por la historia falsificada desde 1810 a la fecha.

Yo hace unos días, cuando inaugurábamos la Facultad de Ciencia Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires -la primera la inauguró Perón, la segunda la inauguramos nosotros-, yo hablaba y decía que muy pocos argentinos saben, por ejemplo, que la gratuidad de la universidad pública argentina fue instaurada por un decreto firmado por el general Perón. La universidad nacional pública es gratuita por un decreto del presidente Perón en su primera presidencia. Yo los desafío a que cuántos de nosotros mismos también sabíamos estas cosas.

Por eso digo que es importante que el frente nacional, popular y democrático construya esta institucionalidad, que también es cultural, de saber contarle a los argentinos, pero fundamentalmente no contarle a partir de relatos de fantasía, sino a partir de que puedan ver, tocar y palpar cada uno de los logros que hemos tenido con nuestros jubilados, con nuestros pensionados, con nuestros trabajadores en las convenciones colectivas de trabajo, más de 1.800, luego de haber estado aplastadas durante décadas.

Este es el gran desafío, porque lo otro, «la Argentina del no se puede», la Argentina de la subordinación, la Argentina que le decía a él, cuando decía que iba a pagar la deuda pero no con el hambre de los argentinos, sino teniendo en cuenta también los intereses de la patria, que estaba loco; de él cuando decidió cortar el nudo gordiano que significaba la dependencia permanente con el Fondo Monetario Internacional y terminar con esa deuda y también lo criticaron.

También, cuando en un hecho histórico en Mar del Plata, en el 2005, encabezó como presidente en la Cumbre de las Américas el rechazo a aquel nuevo estatuto del coloniaje. Eso lo hizo él.

Ahora, mirado desde lejos, parece fácil, pero qué difícil, cuánto ataque injusto, cuánta crítica artera, cuánta pelea y discusión inútil, cuánto tiempo perdido.

Otra de las cosas que les quiero pedir: no pierdan tiempo, no se enrosquen ni se dejen enroscar en discusiones bizantinas que no tienen nada que ver con lo que le importa a la gente y con lo que le importa a la sociedad. No cometan errores que sí hemos cometido nosotros cuando éramos jóvenes.

Yo quiero para terminar, contarles algo tal vez familiar. El pasado 11 de marzo, hace un año, yo no estaba aquí, había ido a Chile a la asunción del nuevo gobierno y justo me pescó -¿se acuerdan?- una réplica del terremoto que había asolado a los hermanos chilenos. Yo decía «un año, otro terremoto». He leído tantas tonterías en estos últimos días, lo único que faltaría es que dijeran que los 11 de marzo se provocan terremotos, porque qué pavadas que se escriben y que se dicen, ¡por Dios!

Pero quiero contarles que cuando volví y nos encontramos al otro día, él me contó de aquel acto del 11 de marzo y me dijo que había sido un acto diferente, que ese día se habían comenzado a reconstruir vínculos, cercanías, proximidades.

Después lo vivimos en el Bicentenario, ese 25 de Mayo memorable, donde todos los argentinos nos reencontramos con nuestra propia historia y nuestra propia identidad. Y creo que su último acto de servicio fue también ese 27 de octubre cuando descubrimos de repente cuántas cosas había hecho y qué poco lo habían reconocido. Perdónenme, pero tengo que decirlo, se me va a romper el corazón si no lo digo.

No quiero ponerlos tristes, quiero que estén alegres y que lo recuerden como él fue, alegre, por sobre todas las cosas, siempre encontrándole el lado bueno y optimista, no le echaba la culpa a nadie, le metía para adelante. Desde que lo conocí, en los peores momentos que vivió la Argentina y que vivimos tal vez nosotros, en términos personales siempre fue así. Por eso, quiero recordarlo como yo sé que a él le gustaría: con alegría y con compromiso, con convicción y con decisión.

Quiero, finalmente, agradecer a todos ustedes este homenaje que nos hacemos a nosotros mismos, también a él, a los argentinos; solidarizarme también, junto a todos ustedes, con esa desgracia inmensa, esa tragedia inmensa del pueblo del Japón, también queremos estar allí y lo vamos a hacer como estuvimos en Chile, porque los argentinos somos solidarios, nos importa lo que le pasa a los demás.

Y quiero pedirles, para terminar, en nombre de él, que construyamos con amor, que el odio que algunos quisieron derramar sobre nosotros, respondamos con amor. No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón; no hay mejores victorias que las de la buena onda, el optimismo y la fe en Dios. Esas son las cosas que valen, esas son las cosas que duran y perduran en la memoria de los pueblos.

Por eso, en nombre de él y también de mis hijos, quiero decirles que muchas gracias por todas las muestras de cariño y de fe, que muchas gracias por lo de «fuerza Cristina». Yo siento en cada palabra la fuerza de él y sé que él está definitivamente entre todos nosotros, ya nada ni nadie lo podrá borrar y eso es tal vez, lo que él en el fondo quería, que su nombre, en representación de miles y miles anónimos, que dieron su vida y que no pudieron ver esto, estén representados en él. Por eso nos acompañan las Madres, por eso nos acompañan las Abuelas, que no están con cualquiera, que no confían en cualquiera.

A ustedes y a todos, desde el corazón, muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias.

A seguir trabajando por Argentina, a seguir trabajando por el pueblo, por la Nación, por la patria, siempre por la patria.

Gracias, Argentina. (APLAUSOS)

 

 

 

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06.03.11

Vargas en Clarín

Por Roberto Páez González 

Las muy trilladas ideas políticas de Vargas Llosa son las únicas que tiene y por eso no se va a privar de decirlas en Buenos Aires, ahorita, cuando venga en abril. Pero claro, él asegura que quisieron vetarlo porque aquí hay “espíritu piquetero”. En el Clarín de hoy, donde dicen eso, la nota está titulada “La situación que han creado me obliga a hablar de política”. 

Pero lo que lo obliga a hablar de política es su compromiso con las derechas más conservadoras de EEUU y Europa, con las derechas al acecho en Latinoamérica. Y quien firma la nota no es tan sólo un periodista, sino un amanuense directo de MVL, Juan Cruz Ruiz, mencionado en la nota como escritor español (¡vaya! ¡como Cervantes!). Y habla como su alter ego. 

Por cierto, quieren achacarnos que la propuesta de vetarlo viniera de la Biblioteca Nacional. Falso: era un reclamo, no un veto. 

Pero dejémonos de ésas … porque no son minucias: de lo que se trata es de una batalla cultural y sabe muy bien el Nobel y también su asistente, que el papel de Vargas consiste en cuestionar a los gobiernos populares latinoamericanos en todos los foros, cantar encendidas loas al neoliberalismo en el atrio de la libertad excelsa y abstracta, y darle una manito a los empleados locales de los intereses norteamericanos, como Macri (cualquiera recuerda los constantes y recientes coqueteos de éste con embajadores y otros representantes de USA). 

Claro que no se trataba de una broma. Y claro que Vargas finge que todo podría haber sido una broma, pero no deja de tomárselo en serio. Está sabiendo que su itinerario sin réplicas se ha acabado. Cuenta con todos los grandes megáfonos en batería de la uniformada comunicación globalizada, pero discierne que por todos los reductos del pensamiento independiente y del pensamiento latinoamericano embanderado no le vamos a dar tregua. 

Por ahora, juega con ficciones como la del “desaforado” periodista que desde Italia habría usurpado su identidad “para decir, en Facebook, sistema que Vargas desconoce, que ni por asomo pensaba renunciar a su derecho a hablar en ese extraordinario foro de Buenos Aires”. Cruz confirma que “el delincuente italiano” tiene razón. Pero al despertarse en México, Vargas consideró que al que no quiere caldo le dan siete tazas y por tanto, vendría y no sólo de libros hablaría, sino de política, “diciendo lo que tendría que decir”, aunque ello disguste a estos intelectuales críticos argentinos.    

El pobre Vargas, se levantó temprano como siempre, pero sorprendido y triste. “Sobre todo porque esa actitud haya sido encabezada por el director de la Biblioteca Nacional; que sea él quien pida un veto, una censura, con unos argumentos nacionalistas tan pequeñitos, tan estrechos, es desmoralizador”. 

Ya está claro que Vargas no se va a privar de atacar a Horacio González, y pasándose de vivo, a través de él nos acusa a todos de esgrimir “unos argumentos nacionalistas tan pequeñitos, tan estrechos” que “es desmoralizador”. Lo que lo desmoraliza es en realidad la confrontación de ideas, de la que no se salvará y tanto menos cuando tenga la palabra. 

Cabe llamarle la atención, primero que nada, sobre lo muy limitada que es su capacidad de juicio cuando afirma que el disgusto nuestro por ese rol suyo en la Feria del Libro “no está a la altura de lo que es la cultura argentina”. Nobel, marqués o famoso, no por ello le reconocemos título habilitante para juzgarnos. 

Puede Mario Vargas Llosa haber escrito “resmas enteras de textos sobre algunos de aquellos personajes sobre los que se edifica el conocimiento exterior de la cultura argentina de los últimos siglos” (que son sólo dos) y no obstante calzar en la horma del pensamiento de la élite vasalla semicolonial. Incluso cuando incluye en su homenaje a la letras argentinas nombres de escritores que son constitutivos de nuestra cultura. No por ello nos interpreta acertadamente. 

La verdad rapidita es que todo es pretexto para que tome el micrófono y conteste las nuevas ganas culturales que se viven en Argentina, junto al desendeudamiento, la recuperación de la soberanía para decidir en la Casa de Gobierno, el incremento del nivel de empleo, los salarios y el PBI (en especial, industrial), las medidas sociales como la Asignación Universal por Hijo, la sensación de Fiesta a causa de todo ello y del Bicentenario y la perspectiva de profundizar estos cambios. 

Frente a la chatura inquebrantable de los líderes de la derecha argentina, adustos, sin gracia, sin ideas, el paso de Vargas por los escenarios de Buenos Aires está montado, desde luego, para que hable y para que hable de política.

¿Vargas podría haberse equivocado? Nos asegura que las reacciones contrarias a esa participación suya en la Feria del Libro le dan la razón. Entonces engrana con su pesada cruz de penitente y recuerda que lo vetaron un montón de veces. Para volver sobre “el señor González” y estos intelectuales kirchneristas de “esta asociación, que no sé cómo se llama”. Mal que le pese se tendrá que desaznar. 

Ciertamente, la Biblioteca Nacional tuvo como directores a Leopoldo Lugones, a Jorge Luis Borges y ahora su director es Horacio González. La evaluación del señor MVL al respecto está fuera de lugar. Cruz, con falsa ingenuidad habla de un escritor que no podría venir a meter la nariz en cuestiones nacionales, pero tanto él, como Vargas y algunos encantados anfitriones locales saben que lo que causa escozor es su papel de meterete profesional, perfectamente respaldado por el enjambre de “asociaciones” que lo usan de ariete o de Caballo de Troya.    

Vargas afirma: “Lo extraordinario es que no ha sido uno, sino un grupo, no sé cuántos, ni sé tampoco las credenciales intelectuales que tienen. Pero que haya un grupo que pida vetos y censuras sobre sus colegas porque no piensan como ellos me parece de la peor tradición latinoamericana de la que estamos tratando de librarnos y me confirma en mis ideas a favor de la democracia, del liberalismo… De la tolerancia, básicamente”. ¡Qué lindo sería el mundo, señor Vargas, ¿verdad? Si usted pudiera desparramar su talento literario, su personaje histriónico y su sacerdocio de liberal a ultranza sin que se le opusieran unos cuantos intelectuales que no le reconocen estar cumpliendo un papel serio en favor de la democracia! ¡Y vaya! ¡Tampoco en favor de la justicia social, ni de la segunda independencia de Latinoamérica! Porque es por eso que lo ayudan tanto a usted esas otras asociaciones que lo invitan o lo apoyan permanentemente: ¡porque usted también es un permanente de esos intereses! 

Ahora que el señor Vargas Llosa está al corriente de lo que se dice de sus posiciones políticas y que asegura que no las va a escamotear, tendremos la ocasión de debatirlas abiertamente y sin concesiones. 

Roberto Páez González – 06.03.11

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Los mensajes del mensaje

Por Mario Wainfeld

La Presidenta es una oradora profusa y lleva más de tres años de mandato, se la escuchó y escucha con frecuencia. La apertura de las sesiones ordinarias de ayer fuerza a la comparación y a la mirada retrospectiva. Ayer se expuso y expuso en un contexto menos apremiante que en 2009 (con la derrota de la resolución 125 a cuestas y la de las elecciones en ciernes, entornadas por la crisis financiera mundial) y menos antagónico que en 2010 (cuando anunció la creación por decreto del Fondo para pagar la deuda externa). Se notó en su tono distendido, en las ironías y chicanas que se permitió. Hasta le agradeció al agrodiputado Pablo Orsolini haberle hecho recordar (merced a un grito lanzado desde su bancada) un proyecto que tenía en carpeta y había pasado de largo.

El discurso no desentonó con los anteriores, tal vez estuvo entre los más serenos y menos ásperos. La cantidad de anuncios de proyectos superó la media del presidente Néstor Kirchner en ocasiones semejantes y la de ella misma. Se lanzó una medida administrativa valiosa, la creación de la asignación prenatal universal por hijo. Hubo elogios subrayados, nombres propios mencionados u omitidos con visible intención. La mandataria no habló de la inflación tal como vaticinaban, esperaban y resaltaron luego los legisladores de las oposiciones. Desmintió una versión absurda, la de la reforma constitucional, y dejó en claro que su candidatura no fue anunciada por ella. Fue un modo de remarcar protagonismo, centralidad y liderazgo. También fue (como tantos otros aspectos de su presentación) una remake de lo hecho en 2005 o en 2007, cuando la candidatura llegó por decantación, manejando desde la Casa Rosada el momento de ponerla en palabras.

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El orden de los factores: Cristina Kirchner habla sin leer, lo que no significa que improvise. Sabe lo que va a decir, lo viene elaborando, discurre sobre los temas, como destacó varias veces, consulta datos y conceptos con sus colaboradores. Esta vez, se munió de material escrito con las cifras, para no tener que forzarse o para evitar errores. El esquema de la exposición fue preciso e indicativos los lapsos en que la dividió. Bastante más de hora y media duró el discurso; los primeros dos tercios se dedicaron a las realizaciones en materia económica, social y laboral. En el último tercio pasó revista a la política de derechos humanos, reparaciones a sectores o minorías desamparados en décadas previas, ampliaciones de derechos en general (con un marco para el matrimonio igualitario). En el camino, mechó ironías, alusiones a la coyuntura, remembranzas, un par de reprimendas al vicepresidente Julio Cobos, que se procuró una hinchada radical para matizar el predominio de la asistencia kirchnerista.

Las cifras que los Kirchner desgranaron desde el vamos aluden a su “épica de realizaciones”, su puntal. Desde luego, según la prédica, los números y las herramientas enlazan con objetivos generales. El crecimiento se liga a los círculos virtuosos que tanto le place citar a la Presidenta. El financiamiento educativo redunda en mejora de la actividad docente y el aprendizaje. Y numerosos etcéteras.

La enunciación de datos duros es central en la retórica de la Presidenta. El kirchnerismo confía en la contundencia de los números. Algunos son tópicos de sus apariciones diarias: las reservas, los cinco millones de nuevos puestos de trabajo, el porcentaje presupuestario dedicado a Educación o a Ciencia y Técnica, la cantidad de escuelas construidas, el desendeudamiento. Nombrar records (crecimiento continuo, desendeudamiento) reafirma el rumbo y la comparación con el pasado, cercano o remoto.

En el aluvión de cifras hay elementos incontrastables. La búsqueda de nuevas variables a veces entorpeció la comprensión. En otras, iluminó realidades preocupantes, no exentas de moralejas: así fue cuando comparó la distinta manera en que asigna crédito para inversión y para consumo la banca pública y la privada.

Esa reseña, abarrotada hasta el barroquismo, es uno de los pilares del consenso a que aspira el oficialismo. El otro, recorrido esta vez con menos minucia, es la lucha por la verdad y justicia.

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Nombres y apellidos: Las alusiones con nombre y apellido son señales que el auditorio traduce con velocidad. No hubo tantas, hasta donde pescó el cronista, resultaron todas elogiosas. “Mercedes, Mercedes Marcó del Pont” fue destacada y señalada como fuente de información sabia. Daniel Filmus fue mentado en recuerdo del primer viaje a provincias (Entre Ríos) de Kirchner presidente para desatar un largo conflicto docente por salarios impagos y empezar las clases. “Daniel, Daniel Scioli” recibió una mención confortante, ante una platea vasta muy pendiente de toda señal para ese lado. Un reciente discurso institucional de Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema, fue alabado, lo que halagó al emisor, que estaba en el abigarrado palco VIP. Al gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, le dedicó un párrafo halagüeño, aunque sin decir su apellido. A Aníbal Fernández le agradeció un cálculo novedoso sobre el porcentaje de vetos presidenciales en proporción a las leyes sancionadas.

Cristina Fernández quedó penúltima en ese ranking, fue una de las que menos vetó. La cima del podio fue para fue Kirchner. El que más usó la herramienta fue “quien gobernaba en 2002”. Eduardo Duhalde quedó identificado, pero no nombrado. Igual suerte le cupo al jefe de Gobierno Mauricio Macri, quien sería el recordman nacional de vetos, según los cómputos de “Aníbal”.

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Los compañeros huelguistas: La Presidenta siempre echó el ojo sobre las huelgas de trabajadores del sector público. Las cuestionó a los docentes en su primera reunión con la CTA, en el remoto 2008. Reiteró esa crítica en otra apertura de sesiones. Esta vez cuestionó con largueza los paros de trabajadores de transporte. Apeló a una comparación tan original como dura: así como son reprobables las maniobras monopólicas de ciertas empresas lo son las medidas de fuerza de gremios que “monopolizan” servicios esenciales. Cristina Kirchner usó el vocativo “compañeros” para referirse a los huelguistas. Y alertó contra un enemigo común, que se valdría de esas conductas perjudiciales para otros trabajadores, para enfrentar las virtudes y no los defectos de los gremios. Como fuera, el reproche sonó severo. Un poco más, incluso, que la diatriba contra Gerónimo Venegas por su desaprensión en la defensa de sus representados, los trabajadores rurales. No dijo su nombre, claro.

Los cuestionamientos al sector patronal agropecuario condimentaron toda la exposición: alta evasión, trabajo esclavo, profecías agoreras incumplidas sobre las cosechas y la producción de carne. Todos los sayos le calzan bien al “campo”. Acaso en la polarización del debate falte poner la mira sobre otros estamentos patronales que también tienen lo suyo: los textiles, en materia de trabajo esclavo, sin ir más lejos.

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Tirones y proyectos: Cristina Kirchner le tiró las orejas al Congreso por demorar el tratamiento de leyes sobre Lavado de dinero, Trabajo domiciliario, Estatuto del peón de campo y Responsabilidad penal tributaria. Quizá pecó de partidismo, las trabas del Parlamento en 2010 fueron mutuas, consecuencia de la relativa paridad: todos jugaron y especularon con el quórum. La cooperación bajó a un nivel mínimo, todos coparticiparon.

Para el 2011 la Presidenta anunció el envío de proyectos de ley de Adopción y de Propiedad de la tierra, con intención de evitar la extranjerización sin ser chauvinista. Finalidades loables, más sencillas de enunciar que de compatibilizar.

La asignación prenatal universal por hijo es promisoria, aunque falta conocer la norma respectiva. Usualmente, éstas se divulgan varios días después de su presentación y deben leerse con atención porque pueden limitar las intenciones de la medida. La ampliación del derecho ciudadano apunta a lograr un objetivo virtuoso, aún no concretado totalmente. Es equiparar la AUH a las asignaciones familiares contributivas, que perciben los trabajadores formalizados. Al impacto económico, la medida añade la funcionalidad de inducir a las madres a la atención médica durante el embarazo.

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Bicentenario y futuro: La palabra “Bicentenario” sonó de modo recurrente. La Presidenta le asigna un valor simbólico, se congratuló de la “autoconmemoración” popular y gastó livianamente a quienes ninguneaban, a priori, los festejos. El 2010 fue un año tremendo, acompasado por una inesperada recuperación política del oficialismo. Desmenuzar el discurso de la Presidenta, sus gestos, su indumentaria, su luto es comidilla de dirigentes propios o ajenos, de periodistas, de personas del común, politizadas o no. Ese contexto sobrevoló la exposición de ayer, tanto como la alusión a la candidatura presidencial. Cada semiólogo hará su interpretación. La de este cronista es que Cristina Fernández remarcó su autoridad y su capacidad de decisión. Y que su afán es definir ella misma los tiempos, un recurso clásico de la iniciativa política.

Una pregunta sugestiva es cómo se releerán sus palabras dentro de un semestre, si como un anticipo de una asombrosa renuncia o como una táctica para mantener el dominio de la situación. El cronista creyó oír un esbozo del discurso de campaña (cuyo instante preciso no llegó aún) y no la retirada con la que sueñan muchos de sus adversarios, tal vez porque les cuesta elaborar fantasías más ambiciosas.

Fuente: Página 12, 02.02.11

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